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miércoles, 7 de enero de 2015

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Fragmento del capítulo 11 de "El azul de la obsesión"

Entré en el comedor tomando una manzana de la cesta de frutas que adornaba la mesa, escuchando como comenzaron a llegar un sin fin de mensajes al Blackberry, sin desear abrir ninguno de ellos.
Toqué la puerta del despacho, la cual se abrió al golpearla, pidiendo permiso para entrar.
—Pasa Astaroth, pasa —pidió Thomas sin dejar de escribir en el computador, donde Downy voló hasta el teclado, observando como Thomas seguía escribiendo afanadamente; este le acarició la cabeza a la criatura, sonriéndole al pequeñín, mientras el doxy señaló la pantalla.
—Francia… eso es Francia… —le explicó Thomas a Downy, el cual hacía un chillido como si tratara de repetir aquella palabra, sentándome en la silla frente al escritorio, mordiendo mi manzana, comenzando a revisar el teléfono, donde habían cuarenta mensajes de Stephano y dieciocho llamadas perdidas.
—¿Ya hablaste con Misaki? —preguntó Thomas, negándole con la cabeza sin dejar de revisar los mensajes… contemplando que en los primeros me pedía hablar y en los últimos comenzaba a recriminar mi comportamiento.
—¿Y eso por qué? —No quise responder, sacando el sobre que me había entregado Erline, colocándoselo sobre la mesa.
—¿Y eso?... no me digas que vas a pedir que le introduzca una demanda de divorcio a Stephano. —Apreté los labios para no reírme, explicándole que eso se lo habían enviado a él.
Thomas comenzó a abrir el sobre, mientras que Downy empezó a mover el mouse del computador, imaginando que trataba de buscar el reproductor multimedia, algo que le había enseñado Stephano.
—¡Vaya!... que grata sorpresa, así que al fin la señorita Erline se gradúa. —Le asentí indicándole que después del año perdido la chica al fin había conseguido su graduación de secundaria, siendo una de las mejores.
—Es una invitación a su graduación y quiere que sea su acompañante —alegó él sin dejar de leer la tarjeta, escuchando las cornetas del computador que comenzaron a sonar con lo que parecía ser música clásica.
—Gracias, sin duda estaré encantado de ir. —Le volví a asentir, mordiendo nuevamente la manzana, borrando los mensajes escuchando como Downy cambiaba de música, ya que al parecer, buscaba algo más movido, como acostumbraba Stephano a colocarle en su Ipad.
“Ya deja de pensar en él, Stephano esto, Stephano aquello… pareces un maldito idiota… acéptalo, te traicionó y no volverás con ese cretino”.
Levanté el rostro para ver a Downy quien comenzó a bostezar ante el repertorio musical que Thomas poseía en su computador, haciéndome sonreír al ver su cara de fastidio, escuchando como azotaban la puerta de la entrada, mientras se oía la voz de Stephano gritar mi nombre.
—¿ASTAROTH?... ¿ASTAROH?... —Thomas alzó una ceja observándome fijamente, mientras Downy salía volando a todas velocidad hacia donde se encontraba Stephano, suspirando para controlar mi mal genio, saliendo del despacho de Thomas, el cual me siguió a una distancia considerable.
—Deja los gritos, Stephano. —Exigí en un tono molesto, después de arrojar el sobrante de la manzana a la basura, sin dejar de hurgar el celular como si hubiese algo importante en el aparato.
—Pensé que habías desbaratado el celular. —Comenzó a caminar hacia mí con Downy sobre su hombro izquierdo, alejándome de él, mirándole de mala manera.
—¿No vas a dejar que hable? —Thomas se recostó en la puerta que dividía el comedor de la sala encantada, la cual mostraba un bosque de invierno, frío y desolado.
—Habla —le solté en un tono cortante, haciendo lo que le había prometido al profesor Evans.
Justo en lo que iba a comenzar a hablar, la puerta principal se abría, dejando ver a Albsev y a Emma, la cual observaba a Stephano con el rostro apenado, caminando hacia Thomas, quien la tomó entre sus brazos, preguntándole como le había ido con los abuelos Townsend.
—Bien, tía Lyra me hizo este peinado. —Thomas le asintió, mientras la niña siguió hablando con su padre biológico y Stephano se le acercaba para saludarla, ya que él no la conocía aún en persona.
—¿Qué haces tú aquí? —soltó Albsev en un tono molesto, haciendo que Stephano y Thomas voltearan a verlo, extrañados ante aquel reclamo.
—Vine a hablar con Astaroth, Albsev… necesito que me escuche.
—Te advertí que no iba a permitir que te burlaras de mi mejor amigo, Stephano —Le reprochó Albsev de mala gana, haciéndome sonreír ante sus duras palabras, aunque sin duda era mejor que Stephano y yo habláramos a solas.
Thomas miró hacia las escaleras, las que les daba la espalda, soltándole algo al oído a Emma, señalando hacia la parte alta, volteando a ver a Orión que al parecer había sido atraído por los gritos y el tono alterado de Albsev.
La niña se bajó de los brazos de su padre, comenzando a caminar hacia las escaleras, despidiéndose de Stephano desde lejos, subiendo las escaleras siendo ahora Orión quien sostuviera a la niña en brazos, llevándosela a dormir a su respectiva alcoba, mientras se escuchaba decir a la pequeña.
—¿Él es la otra niña? —Bajé el rostro para ocultar mi sonrisa, mientras Thomas sonreía y Albsev aún trataba de contener la rabia, escuchando la respuesta que Orión le daba.
—Sí, ese es la otra niña de la casa, pero luego jugarás con él, ahora tío Asty y él deben hablar.
Orión se retiraba al fin, escuchando como cerraba la puerta de la habitación de la niña y Albsev comenzaba a soltar un montón de reproches.
—Te dije que no jugaras con Astaroth, sabes lo que significaba para él, el tener una relación, y más a sabiendas de lo que ha padecido, de sus fobias, sus temores y… —Thomas comenzó a caminar hacia donde se encontraba Albsev, inclinándose para cargarlo como a un saco de patatas sobre sus hombros, el cual comenzó a gritar, maldecir y golpear a Thomas.
—¿QUÉ HACES?... ¡THOMAS!... BAJAME, MALDITA SEA… ¡THOMAS!... SUELTAME… —Traté de aguantarme la risa, apartándome de las escaleras, mientras Thomas comenzó a subir, despidiéndose de nosotros, escuchando como Albsev seguía pidiéndole que le bajara.
—Cállate, Albsev… ese no es tu problema… deja que ellos se arreglen… ¡SOLOS! —Thomas silbó, soltándole a Downy, quien comenzó a volar hacia la segunda planta— A dormir Downy, tus papás tienen que hablar. —Mi mascota le hizo caso y se retiró hacia a la habitación, mientras Albsev seguía maldiciendo a Thomas, escuchando como cerraban la puerta, mirando a Stephano, el cual buscaba algo en su teléfono.

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