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sábado, 31 de enero de 2015

Le bien qui fait mal [El bien que hace mal]


Fragmento del capítulo 23 de "El azul de la obsesión"
Entendiendo el porqué de las cosas
Ante los ojos de Albert


Volteé a ver a Thomas, señalándole el escenario para que enfocara sus hermosos ojos púrpuras en la obra, aunque debía de admitirlo… amaba profundamente que el chico enfocara sus ojos en mí, de aquel modo obsesivo y co-dependiente.
La obra comenzó y Thomas se encontraba atento a todo lo que sucedía en el escenario, enfocándome en él… sus gestos de asombro, sus sonrisas y pensamientos, que me daban a entender que estaba fascinado con todo aquello.
—¿Sabías que Mozart L´Opera Rock, jamás se había presentado en un teatro de esta magnitud como el Palais Garnier? —comentó Regina, observando como Thomas negaba con la cabeza, sin dejar de observar la obra.
“¿Regina?... te prohíbo”.
Pero la entrometida vampira hacía caso omiso a mi orden, soltándole a continuación.

—Así es… esto ha ocurrido gracias a la extraordinaria donación que hizo Albert al teatro. No solo por petición de su buen amigo “Florent Mothe”… sino porque él deseaba que tú vieras la obra, donde su buen amigo interpreta a “Salieri”, es alguien que se encuentra atormentado por un demonio.
Thomas y Regina me observaron fijamente, mientras permanecí inerte observando al escenario, sintiendo como Thomas posaba su mano sobre la mía, haciéndome bajar la mirada y luego posar mis ojos sobre sus resplandecientes ojos púrpuras que brillaban en la oscuridad.
—¿Hiciste eso por mí? —Le sonreí, sin ánimos de responder a ello, soltándole a Regina, sin dejar de observar a Thomas.
“Me las pagarás, maldita entrometida”.
Ella arrojó un beso volador desde su posición, guiñándome un ojo, volviendo a señalarle el escenario a Thomas, comentándole, sin dejar de mirarme.
—Justo ahora comienza la parte de Salieri, donde su demonio interior lo atormenta. —Escuchando la pregunta que él joven me hacía, enfocando la vista en el escenario.
—¿Florent Mothe es vampiro? —Le asentí, argumentando a aquella afirmación.
—Al igual que “Estelle Micheau”… quiero que escuches atentamente la letra, la canción se llama “Le bien qui Fait mal”.

Le mostré una imagen mental con mi don de la soprano de vestido rojo, que ejecutaba el personaje de “La Cavalieri”, mientras Thomas se ponía de pie, acercándose al barandal del palco, aferrándolo con fuerzas sin dejar de admirar la obra como si esta lo hubiese hechizado, mientras Regina y yo sonreíamos al ver lo fascinado que el chico se encontraba ante aquel espectáculo.




Aquella escena había culminado y los aplausos no se hicieron esperar, irrumpiendo en el majestuoso teatro parisino, observando como Thomas volvió a mi lado sin decir absolutamente nada, no tenía que hacerlo, sus ojos brillaban cual amatistas, mientras trataba de estabilizar los latidos de su corazón, los cuales delataban su estado febril y de total éxtasis.
—Me alegra que te haya gustado tanto. —Acaricié su mejilla, haciendo que volteara a verme, regalándome una dulce sonrisa.
—Eres un bien que me hace mal. —Citó él, el título de la canción, haciéndome sonreír, dándole un beso en el cuello, sintiendo como su cuerpo se estremecía, volteando a ver a Regina algo ruborizado, mientras mi prima se encontraba observando la obra como si no estuviésemos a su lado, llegando justo a la escena donde tocaban mi canción favorita en toda la obra.
—Esta es mi favorita, “L´assasymphonie”… te la dedico. —Thomas apretó mi mano con fuerza, volviendo a enfocar sus ojos en la obra, perdiéndome en aquellos espectaculares ojos púrpuras, que no hacían más que mantenerme embriagado tanto de él, como de su sangre.
La música comenzó, sin poder parade observar a Thomas, cantándole aquella canción al oído, observando como él sonreía ante el sonido de mi voz, como si aquello le fascinara, sintiendo de golpe un efluvio que me paralizó por completo.
“Dion”, pensé trasmitiéndoselo a Regina, quien se levantó rápidamente de su asiento, colocándose los zapatos.
“¿Estás seguro?”, preguntó ella, afirmándole aquello, tratando de agudizar mi don, escuchándolo a dos palcos de donde nos encontrábamos.
—Nos vamos —le informé al chico, levantándome de mi asiento, tomando a Thomas del brazo, quien se sacudió mi agarre.
—Pero no quiero irme aún. —explicándole, mientras volvía a tomarle del brazo, espetándole muy cerca del rostro.
—Estamos en peligro, sobre todo tú, y es mejor retirarnos. —Comencé a encaminar al muchacho a la salida tan rápido como a él se le hacía posible caminar, escuchando en mi mente la pregunta de Regina.
“¿Desde cuándo le temes a Dion?”
Respondiéndole, mientras abría la puerta, dándole una mirada furtiva a la vampiresa, la cual arregló su chals sobre ambos brazos.
“No es temor… estoy siendo precavido. ¿Sabes lo que haría Dion con un mago en su poder y más aún, si sabe que es un Lestinger o aún peor, que éste sea el apadrinado de Lucian Malswen?”
Ella asintió, comenzando a caminar por el pasillo, escuchando aquella voz que retumbó por todo el teatro al decir mi nombre, como un eco agudo que estremeció todos mis sentidos agudizados al mil por ciento, ordenándole a Thomas mentalmente.
“No lo mires a los ojos, por nada del mundo dejes que vea tus ojos púrpuras… él es Dion y es quien quiere atrapar a tu tío a cualquier precio”.


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