Fragmento del capítulo 2 de: "El Reflejo Púrpura"
Ante los ojos de Alexander Crow
Caminé mientras recordaba la petición de Francesca por los favores que ambos vampiros
hacían por mí…
“Salí de aquella habitación completamente
aturdido ante la profecía, escuchando lo que
Francesca soltó a continuación.
—Bien jefe, lo prometido es deuda y las
tendremos acá hasta que usted tenga un mejor lugar donde esconderlas.
Le asentí
comenzando a caminar hacia las escaleras escuchando como Francesca me pidió en un tono autoritario.
—Quiero que me entregue a los tres jóvenes
callejeros que me quitó.
Volteé a verla preguntándole porqué el enfoque en esos tres
chicos, a lo que ella respondió.
—Los quiero para mí, eso no es asunto suyo…
usted me lo prometió y espero que cumpla, futuro señor gobernador. —Aquellas
últimas palabras las soltó con cierto aire irónico
a lo que respondí.
—Espero que no sea para alimentarte de estos
y asesinarles. —Ella negó con la cabeza respondiéndome
con una amplia sonrisa.
—Haré de Paolo, Derek y Sebastián, los
vampiros más serviciales que ni usted mismo pueda llegar a imaginar.
Le prometí que
mañana en la noche los tendría de vuelta, a lo que la vampiresa agradeció aquello, escuchando como Franz preguntaba
con un tono implorante.
—¿Y mi petición? —Volteé
a verle negando con la cabeza.
—Lo siento, Francisco, sabes que el adoptar
está prohibido para ustedes los vampiros, y mucho menos crear niños inmortales.
—A lo que él respondió en un tono molesto.
—Pero mi hermana le está pidiendo jóvenes
humanos.
—Son jóvenes con problemas de adicción y mala
conducta, son personas irrecuperables… los hemos detenido y mandado a
reformatorios y vuelven a escapar para hacer de las suyas nuevamente…
conociendo como conozco a Francesca, sé que ella sabrá corregirlos como se
merecen.
La pelirroja asintió
con picardía jugando con una pequeña fusta que sostuvo
en sus manos, mientras Franz se arrojó al sofá cruzado de brazos con el ceño fruncido.
—Lo siento, Francisco, no puedo acceder a tu
petición.
Comencé a subir las
escaleras volteándome para preguntarle a ver si por lo menos aquello le hacía
sonreír.
—¡Por cierto!... ¿Qué es rojo, verde y
amarillo? —A lo que él respondió haciéndome
sentir mal por no poder complacerle en su afán de ser padre.
—Los posibles colores con los que podría
adornar la habitación de mi pequeñín.
Francesca bufó
por la nariz mientras yo subía las escaleras en busca de la salida, pensando
que sin duda no era buena idea el legalizar a los vampiros como personas que
pudieran vivir junto a los humanos”.
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