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lunes, 21 de noviembre de 2016

Reseña... "El chico de las Estrellas" de Chris Pueyo

El chico de las estrellasEl chico de las estrellas by Chris Pueyo
My rating: 4 of 5 stars
Quería hacer una de mis reseñas largas para este libro, pero me a pillado muy ocupado, pero no por eso haré una que no exprese lo que el libro me ha hecho sentir… y voy a lo crudo, porque ya me conocen, eso de alabar a un libro porque es de X persona que todos aman, no va conmigo.
Bien… “El chico de las estrellas” se puede decir que es un libro autobiográfico y la verdad le di vueltas y vueltas para comenzarlo, ya que no me gusta leer libros de ese tipo, pero para mi sorpresa el joven escritor “Chris Pueyo” nos entrega una biografía escrita como un cuento lírico; debo decir que me ha impresionado el que un jovencito sea tan poético a la hora de “escrivivir”, algo que no se ve muy a menudo en los jóvenes de ahora.
Fue muy triste y al mismo tiempo grato, pero como siempre hay algo que no me termina de gustar en un libro y en este fue su final.
Creo que esperaba más, un final que me dejara un extraordinario sabor de boca como el que vine apreciando desde el comienzo, pero no fue así, y no sé si fue ese pequeño trozo donde “El chico más guapo del mundo” lo deja, (que de guapo tiene lo que yo de simpático, un carajo)… ya que alguien que trate así a otra persona no merece ni siquiera ser parte de una obra que al parecer a muchos les ha gustado y me alegro por ello.
No me gustan los finales que te dejan triste, soy de los finales felices, pero no todo puede ser perfecto y como uno desea en esta vida, pero el chico sigue cosechando éxitos e imagino que se identifica mucho por la mayoría de los jóvenes homosexuales que han sido víctimas del bullying... a diferencia de otros libros sobre ese tema, éste si me lo creí y como ya he dicho, lo que más me gusto fue la poética, hermosa y dulce forma de escribir de Chris Pueyo.
Yo también creo en Peter pan, yo también aplaudí por campanita y sigo resistiéndome a crecer, espero que le den una oportunidad al libro, que aunque como ya he dicho, el final no fue el que me esperaba, espero que Chris o mejor dicho, el chico de las estrellas, siga cosechando experiencias y le otorguen un extraordinario final feliz, “Con el chico más extraordinario del mundo” que estará en algún lugar… esperando por él.


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martes, 11 de octubre de 2016

Árboles Genealógicos Malswen/Lestinger y Bradley/Townsend

Este post lo he hecho gracias a dos personas que me comentaron que jamás pudieron leer mi saga "El reflejo púrpura" debido a que son demasiados personajes y que se perdían entre los linajes de las familias Malswen/Lestinger y Bradley/Townsend, así que me he dado a la tarea de entregarles estos dos árboles genealógicos, que espero poder colocar en los libros físicos, pero sin imágenes, para que los seguidores de la saga estén mejor informados al igual que los nuevos lectores, aunque la verdad pienso que más personajes tenía Harry Potter y nadie se quejó y muchos de los que ya se han tomado la molestia de leerme no parecen en lo más mínimo perdidos ante las uniones de sangre.


Familia Malswen/Lestinger

Como verán los Malswen están unidos por líneas verdes y los Lestinger por líneas beige. Lucian y Azcassia son los padres de Drake Malswen, quien a su vez es el padre de Orión junto con Artemisa que es de apellido Grass, pero al ser casada pasa a ser Malswen, al igual que Ursa Major, la madre del protagonista Thomas Lestinger, la cual es hermana de Azcassia pero ambas al ser casadas cambian sus apellidos a los de sus respectivos esposos, siendo Lucian tan solo tío político de Thomas y concuñado del fallecido Rómulo Lestinger, quien es el hermano de Randall, el super tío del protagonista.
Thomas y Orión son solo primos lejanos, aunque existe la confusión de que muchos creen a Drake tío de Thomas, este solo es su primo.


Familia Bradley/Townsend

Ahora tenemos el verdadero lío aquí con los Bradley/Townsend, ya que como han visto es una familia numerosa.
Merlin y Morgana, son la cabeza de la familia Bradley, quienes tuvieron tres hijos: Aldron, Frederick (ya fallecido) y Ginnette.
El primero se casó con la actual profesora Jermaine, quien ahora es Bradley y tiene dos hijo con él: Rose y Peter... (muchos ya saben lo que ha ocurrido con Rose y su verdadera ascendencia).
Frederick por otro lado, se casó con una joven a temprana edad, con la cual tuvo a Dominique, la jefa de Protección de las Criaturas Míticas, su madre murió y Frederick volvió a enamorarse, esta vez de la licantropo y líder de la hermandad de los lobos, Loayza Rodriguez, una latina que logró cautivarlo y la cual le dio a su único hijo varón, Terius.
Y por último está la familia de Ginnette, la cual se casó con Henrik Townsend, adquiriendo el apellido de su marido, dándole tres hijos: Jonás, Lyra y Albsev... el primer co-protagonista del libro 1 junto a Thomas (pequeño Spoiler)...

Uno de los grandes rollos que de seguro tiene la gente está entre Dominique y Terius, pues allí tienen el porqué uno es Bradley y el otro Townsend.
Al haber fallecido Frederick, Dominique fue adoptada por Aldron y Jermaine, de allí que ella les llame papás y no tíos... y Terius fue adoptado por Henrik y Ginette, pasando a ser Townsend y el Bradley quedó como apellido materno por Ginnette, ya que se le tiene terminantemente prohibido a las criaturas míticas, como los lobos o vampiros, criar a niños ojos púrpuras, es decir, magos... teniendo Loayza que entregar a su único hijo a los Townsend para que fuera criado por ellos.

Espero que este aporte les haya servido de algo y deseo poder anexarlo al libro físico para que quienes lo adquieran tengan esta información.

Saludos a todos los que me siguen y espero sus comentarios






Bye bye

martes, 13 de septiembre de 2016

Libros que no pude terminar de leer

Para empezar esta nueva entrada en mi blog, les diré que a partir de ahora poco dejaré reseñas en él y trataré en lo posible de dejar varias en una misma entrada antes de publicarlas, dejándolas también en Amazon, si es donde adquirí el libro, o en Goodreads, si es libro físico o formato PDF, entregándoles una reseña breves, claras y concisas. Aclarado este punto y sin más, les presentaré los libros que jamás pude terminar este año y los motivos que me llevaron a desistir de seguir con ellos.


  • Trilogía de 50 sombras de Grey

Encabeza mi lista de los libros que no pude terminar de leer, aunque, si bien debo aclarar que me leí el 1 y el 2 al comenzar el tercero, sentía que ya no podía más con mi malestar interior, ya que suelo ser una esponja a la hora de leer una historia, y así como existen libros que te dejan en un éxtasis de placer y deleite literario, así mismo hay libros que te generan un mal anímicamente hablando, que simplemente desistes de ello, ya que mientras leía también intentaba comenzar la segunda parte de mi saga y debo decir que no pude escribir nada coherente.
La razón es simple… no pude soportar lo insulsa y taruga que es la protagonista, y mucho menos lo patán que es el Grey… No tiene nada de caballeroso, no es más que un maldito rico que hace lo que quiere con las personas, un hombre tan insoportable que ni su madre lo quería, y de hecho así parecía… Para mí, el único personaje bueno de la historia era la señora Robinson y eso que casi ni aparecía.


  • Fallen


Otro libro que jamás pude culminar fue “Fallen”, o “Oscuro” como se le conoce en español. Si bien me gusta la literatura dark, este libro en verdad no me inspiró nada, era aburrido y no me tenía con deseos de seguir leyendo, sino que al contrario, deseaba con todas mis ansias llegar a un punto de deleite que jamás llegó, así que simplemente lo deseché, no me pareció la gran cosa como muchos otros han comentado, así que ni siquiera pude pasar del libro 1.





  • El Rastreador


Con este libro jamás logré llegar a un punto donde sintiera verdadero agrado hacia la historia, si bien ha tenido buenas review y elogios de muchos, a mí no me agradó en lo más mínimo, no pude pasar del tercer capítulo, no es un libro que te atrape, y la verdad es que si tengo que esperar al capítulo 10, por ejemplo, para que un libro me atrape, a mi punto de vista es un libro que no es para mí.







Y para culminar… Lo haré con dos libros que, aunque me leí todo el primer tomo del libro, este no fue lo suficientemente extraordinario como para engancharme y desear leer sus continuaciones.


















Espero que les haya gustado

Hasta una próxima entrega.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Reseña... Cerca de ti de Roni Green

Cerca de tiCerca de ti by Roni Green
My rating: 5 of 5 stars

Comenzaré esta reseña con una frase que mi novia y editora usa mucho.
“A veces menos es más”.
¿Qué quiere decir esto?... Pues que muchos tienden a esforzarse en escribir libros con alto contenido histórico, saturando el relato de páginas insufribles de leer, otros con demasiados adornos literario donde a cada tanto el lector promedio deba buscar en San Google o en un diccionario, qué demonios quiso decir el escritor con palabras desmesuradas y llenas de elegancia, que más que vestir la obra o hacerla ver elegantemente presentada, suele ser tedioso y difícil de llevar.
Con esto no quiero decir que todos debamos escribir a lo que salga, pero como mi editora suele decir, a veces menos es más y eso es precisamente lo que nos entrega la escritora Roni Green, en su obra “Cerca de ti”.
Con esto no quiero decir que la señorita Green nos entregue un trabajo mal escrito, al contrario, la prosa de la escritora es impecable, limpia y tan clara como el agua mineral, sin saturar demasiado la historia con explicaciones de dos páginas sobre el escenario donde se suscitan los acontecimientos, detallando lo justo y necesario, para crear el ambiente del lugar en cuestión.
Su narrativa es fresca, amena, limpia y llena de matices justos, los cuales te hacen sentir cada una de las emociones de los personajes, introduciéndote en el libro de una forma gradual, con un comienzo, un desarrollo y un final que te deja mirando las hojas, o en mi caso la pantalla del computador, deseando más de ellos, que como ya he dicho, no tiene absolutamente nada de cargas, adornos y temática muy sobrellevada, aunque yo mismo ame ese tipo de libros, la señorita Green me ha hecho amar una historia sencilla, cotidiana, aquella que le puede estar pasando ahora mismo a mi vecino o al joven que pasa la transitada y lluviosa calle, atiborrado de paquetes, ansioso de volver ver a su amante.
En esta historia no encontrarás vampiros, hombres lobos ni criaturas místicas, al contrario, son personas como tú o como yo, con vidas comunes y corrientes, pero con una carga de sentimientos tan enorme, que te quedas con una resaca literaria tan grande que no sabes cómo comenzar el siguiente libro sin desear leerle nuevamente.
Marcos y Daniel… Los protagonistas.
Al principio solo sentía simpatía por Marcos, un joven sensible pero fuerte, de sentimientos encontrados, pero al mismo tiempo transparentes, tan dulce como los postres que prepara en su pastelería, tan cálido como el pan recién horneado y tan divino que no puedes dejar de seguir leyendo por más que lo intentes.
Daniel por su parte es extremadamente apuesto y él está sumamente consciente de ello, algo arrogante lo que lo hace ser atrayente, pero conforme se desarrolla la historia te das cuenta que es el ingrediente que faltaba en la perfecta y controlada vida que lleva Marcos.
Algo que siempre he reprochado en las historias de temática gay, es el hecho de que las saturan con sexo sin sentido, pues déjenme decirles que cada encuentro sexual de Marcos y Daniel era una electrificarte descarga de emociones que me dejaban en una especie de nube de la cual no quería salir. Descritas con las palabras adecuadas, ni muy vulgares ni tampoco tan insípidas, describiendo tan claramente la escena que puedes sentir que eres tú mismo quien las vive, demostrándoles a unos cuantos que me han dicho que escribir escenas sexuales es fácil, no señores, una cosa es escribir vulgaridades y otra muy distinta lo que ha logrado Roni Green en su historia.
Otro punto que me dejó impactado es el conocimiento tanto legal como culinario, donde la autora no te dice que Daniel es abogado o que Marcos es pastelero en cada párrafo, te lo hace sentir con cada acción de los personajes al punto de llegar a percibir el olor del pan recién horneado o te hace sentir la trama que lleva Daniel con la señorita Victoria (la cual odio) como algo veraz, mostrándonos que sabe perfectamente sobre ambas carreras.
La carga de sentimientos es grande en esta historia, los dos se aman pero el pasado que los envuelve los ha mantenido a ambos separados, donde el destino les entrega una segunda oportunidad, la cual te va adentrando cada vez más en la personalidad de los protagonistas, dejándote sumergido en una conmiseración ajena tan bien plasmada, que terminas haciéndola propia.
Tenía una leve acotación para la autora, como escritor y crítico, pero he de decir que después de leer en uno de los foros de escritores, hablar sobre lo que ellos denominan como “inner voice” o voz interna del escritor, debo decir que a lo mejor mi punto de percepción sobre el uso excesivo de los nombres de los personajes en algunos párrafos, podría ser solo una “personal” percepción mía sobre ello, ya que por mi parte, cuando debo expresar en un mismo contexto acciones o gestos dichos y hechos por una misma persona, suelo usar sustantivos, como joven o muchacho, para no repetir constantemente el nombre de la persona de la que se está hablando creando una redundancia, pero a lo mejor alguien me lea y critique mi constante y a veces excesivo uso de los “mientras” o “los cuales”, por los que normalmente llevo mis regaños y jalones de oreja por parte de mi editora.
A lo mejor para un futuro mi pequeña acotación más que ser mal vista sea una forma de alcanzar la perfección máxima, ya que como escritor debo decir que sigo aprendiendo y jamás se deja de aprender, y quien se crea el mejor escritor del mundo y diga que se las sabe todas, está completamente errado y muy mal enfocado en la vida.
Pensé que la escritora “Nut” sería la única autora de este género literario en encabezar la lista de mis favoritos, pero debo decir que Roni Green se encuentra en un lugar muy privilegiado en dicha lista.
No me queda más que invitarles a leer esta extraordinaria historia de amor, en la que la autora nos demuestra que mas allá de un gusto o preferencia sexual, solo el amor verdadero, el real, el puro… es el que trasciende las hojas o la pantalla de computador haciéndola inolvidable.



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lunes, 15 de agosto de 2016

A la venta "El Refugio"


Sinopsis:

Año 2167, Los Ángeles, California. 

Una pandemia se desata en los laboratorios gubernamentales de la “American Society for Cell Biology”, donde un brote del virus “G3T” dio paso a la mayor plaga jamás desatada en los últimos tiempos, alertando al mundo sobre el caos que se había generado en todo el país, temiendo que se extendiera a lo largo del planeta, logrando cerrar todas las fronteras, donde el último comunicado del presidente de los Estados Unidos había sido: “Nosotros lo ocasionamos, nosotros lo resolveremos”. 

Dos meses después ya no había presidente que los ayudara a “resolver” aquel daño… quedando a la buena de Dios, en un país que poco a poco fue destruido no solo por el “G3T”. 


Grupos “Carroñeros”… Rebeldes que usaban a los zombis como sus marionetas de juego, eran la verdadera plaga a erradicar… seres sin un ápice de dignidad ni escrúpulos, al ser inmunes al virus, el cual era “exquisito” a la hora de buscar un huésped “sano” que infectar. 


El sargento “Scahel Ricco” y el doctor “Christian Draven” lucharán en contra de ese flagelo, uno con sus armas y el otro con sus conocimientos científicos, y aunque ambos sean polos opuestos, tendrán varias cosas en común... el amor al prójimo, el deseo de que ese infierno termine, y el odio hacia los carroñeros. 

No será fácil el camino a recorrer en la lucha para salvaguardar a la raza humana, pero sin duda el sargento Ricco y el doctor Draven, lucharán a pesar de todas las adversidades, donde ambos se demostrarán que no siempre el amor es el inicio de una relación y que la pasión puede llegar a ser el primer paso hacia el amor verdadero.

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miércoles, 3 de agosto de 2016

Primer capítulo del nuevo libro "El refugio" PRÓXIMAMENTE


Archivo 1
Christian + Scahel = Campo minado
Christian:
Me encontraba en el quirófano del hospital “Cedars Sinai” de Los Ángeles, donde practicaba una extracción de bala, alojada en el abdomen de un paciente con “HIV”, el cual se encontraba en un crítico estado de salud.
—¡Pinzas! —pedí estirando mi mano hacia el instrumentista, quien me colocó sobre la mano el instrumento quirúrgico, comenzando a colocarle en una de las arterias principales para obstruir el flujo sanguíneo y lograr hacer la incisión sin problemas—. ¡Bisturí!... —ordené, sintiendo como una de las enfermeras me limpiaba la frente, tratando de quitar el exceso de sudor acumulado en aquella zona de mi rostro.
Comencé a hacer el corte, tropezando las pinzas al escuchar como el electrocardiógrafo empezó a indicar que algo iba mal, soltándose la arteria, la cual se desprendió ante la presión, bañándome todo el rostro de sangre, donde los presentes se apartaron raudos del paciente, mientras yo me limpiaba el rostro con la mano, tratando de aclarar mi visión, percatándome de como todos me miraban asombrados, ante lo que estaba ocurriendo, observando cómo lentamente el paciente se sentó en la camilla, comenzando a vomitar sangre con el rostro desfigurado y en estado de descomposición, hablándome en un tono de voz afectado.
—Alégrese, doctor… ahora es inmune a nosotros. —Volteé a ver a todos los que me asistían en la operación, los cuales poseían el mismo rostro de cadáver descompuesto, vomitando sangre y con las pupilas rojas, quienes se abalanzaron sobre mí, haciéndome pegar un brinco sobre la silla, donde me había quedado dormido después de un almuerzo rápido dentro del laboratorio, escuchando unos quejidos de dolor y la estruendosa voz del sargento Ricco, explicándole a la doctora Susan lo que había sucedido con su mejor amigo Jhonny, quien era el que se quejaba de dolor.
—Le dije al muy idiota que no se apartara del grupo, pero tenías que hacerte el Rambo delante de Alexa… ¿No? —preguntó el sargento al adolorido muchacho, al que habían colocado sobre la camilla, del otro lado del laboratorio, pudiendo ver todo a través de las paredes y la puerta de cristal antibalas y anti ruido, escuchando todo por medio del intercomunicador que había entre el laboratorio y la enfermería.
—Bueno… espero que haya valido la pena —alegó Jhonny, tratando de soportar el dolor de lo que parecía ser una herida de bala, dándole la espalda a la enfermería,
girando la silla de oficina justo cuando Ricco posó sus ojos en mí, con una amplia sonrisa.
“Ahí va de nuevo”, pensé al ver como se había dibujado aquella sonrisita pícara que siempre me daba cuando tenía posibilidad de estar junto a mí, o cuando se daba cuenta que le miraba.
Frente a mí se encontraba una laptop en estado de descanso, donde mi reflejo me mostró a un Christian completamente distinto al de aquel sueño recurrente, ese donde se entremezclaba el pasado, en el que había sufrido aquel accidente con el paciente de HIV, y el futuro, en el cual dicho paciente terminaba transformado en zombi, junto a todos los demás.
—Hola Doc. —La voz de Scahel me trajo a la realidad, donde volví a observar la oscura pantalla de la laptop, contemplando como Scahel se encontraba recostado en el marco de metal de la puerta de cristal, la cual pensé que había cerrado con el seguro digital.
—¿Sargento? —contesté secamente, observando como mi barba había vuelto a crecer tan rápido, que ni me había percatado de ello.
—Estamos de regreso, sanos y salvos y con buenas noticias, Doc. —notificó Scahel como si aquello me fuese a hacer sonreír de dicha, o como si esperara alguna demostración de júbilo, algún indicio que indicara que su regreso al refugio, después de haberse ausentado durante treinta y seis horas, diese algún sentido a mi vida.
—Ya veo… ¿Consiguieron suministros?... ¿Más sobrevivientes?... ¿Alguna muestra que me sirva para seguir con mi trabajo? —pregunté levantándome de la silla, rascándome la enmarañada cabellera, la cual también estaba comenzando a crecer.
—Aún mejor, Doc. —Seguí de espaldas sin deseo alguno de voltear a verle, pulsando “enter” para que la laptop comenzara a funcionar, esperando a que el soldado concluyera—. Conseguimos un centro comercial en el boulevard Wilshire, el cual al parecer, aún no ha sido saqueado por los carroñeros, y creo que hay varias farmacias en ese lugar. —Levanté el rostro, volteando a verle completamente serio, mientras él sonrió, percatándome de que traía una pajilla en la boca, la cual masticaba, pasándola de un lado a otro entre sus labios.
—¿Por qué no investigaron? —pregunté, observando como el soldado volteó a ver hacia donde Susan atendía al civil militarizado, el cual siguió quejándose, mientras Scahel cerró la puerta, dejando su fusil ARK-160 sobre una de las mesas del laboratorio,
sin dejar de verlo tan serio como siempre lo hacía, para que se midiera conmigo, aunque por supuesto eso nunca funcionaba con él.
—Ya se hacía tarde, Doc., y los muertos aparecen de noche… ya sabe… —Comenzó a hacerse el gracioso, alzando los brazos, haciendo el típico gesto de alguien que pretendía hacerse pasar por fantasma, moviéndose de un lado a otro, acercándose a mí, preguntándole, después de darle la espalda, volteándole los ojos de mala gana.
—¿Cómo sabes que Billy aún no ha saqueado el lugar? —solté, comenzando a abrir la aplicación de la cámara, para documentar lo que había hecho en la mañana, esperando su respuesta.
—Porque todo está sellado, candados, seguros, no había vidrios rotos ni puertas violadas… —Su voz se escuchaba cada vez más cerca—. Además… enviamos a este idiota a averiguar si Billy seguía donde le habíamos visto, y en efecto… el balazo en su pierna es señal de que aún se encuentra en el lugar exacto donde nos topamos con el carroñero, algo raro en él, porque Billy no suele quedarse mucho tiempo en el mismo sitio. —Sin duda aquel comportamiento era de evaluar, pero por ahora lo importante eran los suministros, y sobre todo, los medicamentos.
—¿Ya te reportaste con el general Lawrence? —Scahel se colocó a mi izquierda, mientras intenté acomodar la cámara en una mejor posición, escuchando su respuesta completamente fuera de lugar.
—Preferí venir a reportarme primero contigo… Christian. —Suspiré tratando de controlar el mal humor que amenazaba con salir en alguna de mis ácidas respuestas, volteándome para verlo con el ceño fruncido y los labios en una dura línea recta.
—Mida sus palabras, sargento. —Scahel sonrió con aquella odiosa sonrisita retorcida, que lo hacía ver por demás odioso y fanfarrón.
—Me estoy midiendo, Doc.… si no fuese así, mi respuesta sería otra. —Acarició sus labios dándole una rápida mirada a la enfermería, imaginando que trataba de constatar que no nos estuviesen viendo, girándome para encararle con una sonrisa irónica.
—¿Qué diría Lawrence si se llegase a enterar que su sargento pretende enamorar al científico y médico a cargo? —A lo que respondió, acercándose aún más a mí.
—Que hago muy bien mi trabajo. —Así que aquello confirmaba mis sospechas… aquel empeño tanto de Scahel como de Alexa, la hermanastra de Ricco, de tratar de
conquistarme era única y exclusivamente para sacarme información, pero… ¿Con qué propósito?... ¿Qué era lo que en realidad deseaban saber de mí y por qué?
—Tú no eres gay, Ricco.
—Ni usted tampoco… ¡Doc! —alegó Scahel, acercándose aún más a mí, haciéndome retroceder rápidamente, volteando a ver a la enfermería, donde al parecer, Susan le había colocado morfina a Jhonny, quien se encontraba relajado sobre la camilla con los ojos cerrados, mientras la doctora hacía su trabajo, dándonos la espalda.
Me enfoqué en el intercomunicador, y este mantuvo el audio activado pero el micrófono apagado, soltándole al darme cuenta que Susan no podía oírnos.
—¿A qué juega, sargento? —pregunté, mirando a cada tanto hacia la enfermería por el rabillo del ojo, percatándome de como Susan se movía de un lugar a otro en busca de algún implemento que sirviera para la intervención del paciente.
—Yo no estoy jugando a nada, Doc. ¿Usted si? —Él sonrió, volviendo a dar un paso al frente, observando hacia la computadora, la cual había comenzado a hacer funcionar la grabadora, aunque no estaba grabando aún, donde el atorrante hombre se miró a sí mismo en la pantalla de la computadora.
—Imagino que este computador debe decir mucho de ti —alegó aquello acariciando las teclas, tomando rápidamente la pantalla de la laptop, para cerrarla, antes de que se le ocurriera husmear en los archivos, donde quitó raudo la mano antes de que pudiese aprisionarle los dedos con la tapa, riendo ante mi reacción.
—¿Qué ocultas, Christian? —preguntó, volviendo a enfocar sus ojos en mí dando otro paso más al frente, mientras yo volvía a echarme hacia atrás, volteando a ver a Susan, quien se encontraba absorta en su trabajo.
—Yo no estoy ocultando nada, soldado… y puede decirle a su general que deje de meterse donde no lo llaman, yo no le digo a él cómo hacer su trabajo militar, pues espero que así mismo él no pretenda manipular mi área de trabajo en el refugio… lo que yo haga aquí es solo asunto mío, y él simplemente debe acatar las órdenes que le imponen desde Washington y dejar de meterse donde no lo llaman.
Ricco volvió a dar un paso más, lo que me hizo retroceder nuevamente, tropezando con una de las patas de la silla del escritorio, donde perdí por completo el control, trastabillando a punto de caerme, siendo tomado de la cintura tan rápidamente, que no pude ni reaccionar, levantando el rostro, donde sus grandes, arrogantes e intensos
ojos azules, golpearon los míos, los cuales se abrieron ante el asombro de su total desfachatez.
—Le daré tu recado, Christian, pero para la próxima, le haces saber tú mismo lo que piensas de él… no sabes cómo amo las disputas entre el general Lawrence y tú… mientras él quiere mandarte a la mierda a puñetazos, tú simplemente lo arrojas a la lona con clase. —Lo empujé con tanta fuerza, que logré que trastabillara y tropezara unos cuantos frascos con soluciones salinas y otros que simplemente tenían germicida para desinfectarlas antes de usarlas, donde el rostro de Scahel dio paso al terror ante lo que había roto, soltándole una risa burlona.
—¡Vaya!... ¿Así que el sargento le teme a los virus?
—No es gracioso, Doc. ¿Qué mierda tenían esos frascos? —Apreté mis labios, tratando de permanecer serio, aunque supe muy bien que mi rostro denotaba cierta satisfacción al verle tan asustado.
—En una había Ébola, en la otra malaria y en esa que está escurriendo, el virus G3T. —Scahel estuvo a punto de sufrir un colapso nervioso, tomando una de las toallas descartables, comenzando a limpiarse las manos y el uniforme, donde la solución salina y el germicida habían caído, observando como Susan dejó la enfermería, abriendo la puerta del laboratorio, después de haberse quitado el tapabocas que traía puesto, observando el desastre.
—¡Por Dios, sargento Ricco!... debe tener más cuidado, ya casi no nos queda germicida y solución salina para que usted la esté derramando. —Susan comenzó a limpiar todo aquel desastre, mientras yo aún sonreía por demás divertido, cruzándome de brazos, sin dejar de ver al joven, quien me dio una mirada de desdén, dando paso a otra muy distinta, sonriendo con picardía, arrojando la toalla al bote de la basura, señalándome con el dedo índice, después de tomar el fusil en sus manos.
—Esa estuvo buena, Doc., muy buena… ¿Usted quiere jugar sucio? —preguntó el soldado, percatándome de como Susan alzó el rostro para ver a Scahel y luego a mí, volviendo a tornar mi rostro serio, ante aquella escrutadora mirada de la doctora—. ¡Bien!... yo también sé jugar sucio. —No pude dejar de mirarle con rabia, mientras el chico abrió la puerta, preguntándole a Susan sobre el estado de salud de Jhonny.
—Debe quedarse en la enfermería, perdió mucha sangre, y aunque el hueso no fue dañado, la bala le rozó los ligamentos y eso le va a dificultar el caminar. —Ricco
observó a Jhonny, el cual, desde que habíamos tenido que usar el City Hall como refugio, se había vuelto el mejor amigo del sargento.
—Entiendo… —Hizo un gesto de resignación—. Ni modo, tendrá que quedarse. Lástima… se moría por ir mañana a recorrer el centro comercial que encontramos. —Susan había terminado de asearse, acercándome rápidamente a Scahel, tratando de olvidar las asperezas que siempre había entre él y yo, preguntándole apremiante.
—¿A qué hora saldrán? —A lo que el chico respondió, sin dejar su puesto, recostado en el marco de la puerta, sosteniendo la puerta de vidrio con el pie para que esta no se cerrara, aferrando con ambas manos el fusil.
—A las quinientas horas, Doc. Y si su trasero no está en el parque central a la hora pautada, se queda. —Susan volteó a vernos, algo asombrada.
—¿Piensas ir a ese escaneo? —Asentí a la pregunta de la doctora, quien miró a Ricco, el cual sonrió divertido— No creo que sea buena idea, Christian… tú has estado…
—Yo estoy perfectamente bien, Susan, no voy a perder la oportunidad de abastecernos como se debe, este idiota… —Señalé al sargento, quien alzó una ceja, agradeciendo el piropo, con una amplia sonrisa—… lo único que trajo la última vez que consiguió una farmacia, fueron condones y lubricantes… para cuando logré que el general Lawrence permitiera otro recorrido a la zona, ya Billy había barrido con todo el lugar. —A lo que Scahel alegó, como si aquello fuese tan importante como lo que estaba diciendo.
—Por cierto, Doc., ya se nos acabaron, así que recuerde abastecernos también de diversión, ¿eh?... que no solo de medicinas y alimentos vive el hombre. —Clavé la mirada en Scahel, quien después de pasar la correa del fusil a través de su brazo, alzó las manos a modo de rendición, apartándose de la puerta, alegando con una amplia sonrisa—. Me retiro… mañana a las quinientas, Doc. No lo olvide.
—Cinco am. No lo olvidaré… ¡sargento! —El aludido hizo una reverencia, despidiéndose de la doctora, dejando que la puerta de vidrio se cerrara sola, dándole una última mirada a su amigo, volviendo el rostro hacia mí, apuntándose los ojos con los dedos índice y medio, para luego señalarme a modo de hacerme entender de que me estaría vigilando, volteandome rápidamente, sin deseo alguno de volver a ver a aquel hombre tan indeseable, el cual no soportaba en lo más mínimo.
—Lamento lo que dije, sé que no deseas que nadie lo sepa, pero debes entender que me preocupo por ti. —Giré el rostro, dándole una desganada sonrisa, por demás falsa, ya que la rabia aún me consumía.
—No importa, solo ten más cuidado, creo que eso es justo lo que pretende el general, saber qué oculto y usarlo en mi contra. —Para nadie era una novedad que entre Lawrence y yo hubiese una relación de odio profundo. Él deseaba quitarme el privilegio de tener comunicación privada con los grandes científicos de Washington, ya que simplemente deseaba hacer las cosas a su modo y no como debían realizarse, obstruyendo completamente todo mi trabajo, y si él se enteraba de que yo no estaba capacitado para ello, me sacaría de mi puesto en menos de lo que canta un gallo, y eso era algo que no le dejaría hacer.
—Entonces irás con el equipo de Ricco a limpiar la zona del boulevard Wilshire. —Le asentí, acomodando la cámara, para comenzar a grabar el archivo de lo que había logrado obtener esta mañana—. Ten cuidado, aunque eres inmune a esas cosas, no eres inmune a las balas, y un enfrentamiento entre el grupo de Ricco y los carroñeros sería lo bastante perjudicial para ti y tu delicado estado de salud.
Volví a asentir, alegando que no debía preocuparse y que haría todo lo posible por resguardarme lo mejor que pudiera. Lo menos que quería era que justo ahora que carecíamos de suministros, nos tuviésemos que devolver al refugio con las manos vacías y con un balazo, que lo más probable era que se transformara en una gangrena, al tener mi sistema inmunológico por el suelo.
Susan abandonó el laboratorio, llevándose consigo varias cosas, cerrando la puerta mientras yo me sentaba frente a la cámara, encendiendo la grabadora, comenzando a documentar mi trabajo de esta mañana.
—Archivo ciento ochenta y cinco… ¿Hora?... las catorce y cuarenta y cinco PM. Esta mañana usé el nuevo proyecto de vacuna para el G3T en tres ratas de alcantarilla, previamente desinfectadas, inyectándoles el virus G3T a los tres especímenes, donde el primero no logró ser infectado, imaginando que esta tenía alguna especie de virus que la hacía inmune… pronto le haré más análisis.
Coloqué la grabadora en pausa, observando mis anotaciones, levantando el rostro para poner nuevamente en marcha la grabadora, observando que Scahel se encontraba a mis espaldas del otro lado del vidrio, recostado en el cristal, sin armamento, sin su chaqueta militar y con un paquete en la mano, volteándome para verlo.
Golpeó con el dedo índice la puerta, a la cual al parecer, Susan le había colocado el seguro digital antes de retirarse, levantándome lentamente de la silla, sin ánimo alguno de abrir la puerta, esperando cualquier cosa del infeliz de Scahel, dándole una mirada a su amigo en la enfermería, quien se encontraba profundamente dormido, colocando
mi dedo pulgar en el lector, logrando que el seguro digital se desactivara al leer mi huella.
—No estoy para ninguna de tus idioteces, Scahel… así que más te vale que… —A lo que alegó, interrumpiendo mi malhumorada alocución.
—¿Recuerdas el día en el comedor donde todos comentábamos lo que extrañábamos comer? —Lo miré por unos instantes, asintiéndole con desgano— Ayer recordé lo que tú habías dicho.
—¿Y?... —pregunté de mala gana, a lo que Scahel respondió, mostrándome lo que había en la caja.
—Conseguí tres en una máquina abandonada, uno se lo di a Alexa y estos dos son para ti… Doc. —Me asomé al interior de la caja donde había un par de “Snickers”, alzando rápidamente el rostro para encontrarme con una mirada que me desconcertó por completo.
Sus ojos brillaron y su sonrisa era cálida, como si aquel rostro dulce y apacible, me invitara a una tregua, una que por supuesto era casi imposible entre él y yo, volteando rápidamente el rostro hacia el consultorio de Susan, mientras Scahel volteaba a ver a su amigo.
—Tómalos, Doc. —pidió el joven militar, esperando a que tomara las barras de chocolate.
—¿Por qué no te las quedaste? —pregunté, observando cómo alzó la mano para colocar una nueva pajilla de madera entre sus labios, comenzando a masticarla, como si aquello fuese una especie de manía que lo mantenía calmo.
—No me gusta el chocolate.
—¿Y por qué no se los diste todos a Alexa? —Aquel apacible y amable rostro comenzó a transformarse en uno, que al parecer, estaba empezando a perder la calma, sacando raudo ambas barras de chocolate, atestándomelas contra el pecho, en lo que por simple inercia, les aferré a sabiendas de que las soltaría de mala gana, espetándome muy cerca del rostro.
—Toma las malditas barras de chocolate, Christian, y deja de hincharme los huevos… ¿Quieres? —Aquel temperamento explosivo era lo que odiaba de él, aunque debía admitirlo, siempre era yo quien lo irritaba.
—Solo era una pregunta. —A lo que Ricco respondió, después de apartarse de mí, llevándose la caja consigo, comenzando a caminar.
—Hay actos que no necesitan una explicación, solo quise obsequiártelos a ti… ¡punto!
—¿Por qué? —Volví a insistir, observando como Jhonny se movió algo inquieto sobre la camilla, quedándose nuevamente dormido.
—Usted sabe muy bien por qué. —Volteé a verlo, plantado frente a la puerta que dividía aquella área médica del resto del edificio—. Solo que muere por escucharlo de mi boca… ¿Cierto? —Negué con la cabeza.
—Te equivocas y sé a qué juega, sargento. —Scahel pasó la pajilla de un lado a otro entre su boca, dibujando nuevamente aquella odiosa sonrisa de satisfacción en su rostro.
—Y según tú… ¿a qué juego? —preguntó, dándole una mirada furtiva a su amigo y luego a mis espaldas, corroborando que el consultorio de Susan permaneciera cerrado, comenzando a acercarse a mí.
—Tú no eres gay, Scahel… solo juegas a hacerte el que te gusto, porque crees que yo lo soy y no entiendo esa apreciación de tu parte. —A lo que el sonriente muchacho respondió, sin dejar de juguetear con la pajilla en su boca.
—Has despreciado a varias mujeres en el refugio… me lo han dicho, entre ellas, Alexa… ¿Sabes lo que muchos darían por tener sexo con mi hermana? —Sabía muy bien las pasiones que podía despertar una mujer como Alexa, era una chica ruda, fuerte y muy hermosa, con los ovarios bien puestos y una extraordinaria sensualidad, la cual no podía ocultar detrás de ese traje militar masculino que usaba— Así que dime… ¿qué puedo pensar yo de ti, ante algo como eso? —Suspiré pesadamente, aferrando con fuerza ambos Snickers entre mis manos.
—Que no soy hombre de revolcarme con cualquiera. —Ricco rió negando con la cabeza.
—Mi hermana no es cualquiera, Doc, y tú muy bien lo sabes. —Por supuesto que lo sabía, muchos trataron de acceder a ella sin éxito, donde lo único que recibieron de la chica, fueron puñetazos, patadas, puñaladas y hasta un tiro en un pie, del cual aún renquea el pobre iluso que intentó acceder a la imponente fémina, siendo Jhonny el último en recibir unos cuantos golpes de parte de ella, ya que era bien sabido que el joven “Pitt”, ahora recostado en la camilla de la enfermería, era quien le pretendía.
—Pues me siento muy halagado por tu hermana, Ricco… pero ella no es mi tipo… la aprecio mucho, pero… —A lo que Scahel alegó, colocando ambos brazos sobre la pared de vidrio del laboratorio, encerrándome entre el cristal y su cuerpo.
—… Pero no es el Ricco que deseas tú… ¿Cierto? —Negué con la cabeza, quería gritarle en la cara que lo único que deseaba era resguardar la salud de todas aquellas mujeres a las que había rechazado, incluyendo a su hermana, pero sabía de antemano lo que la verdad me acarrearía, que el general Lawrence me sacara del refugio como si fuese un infectado más de los tantos que habitaban en los Estados Unidos de América.
—No entiendes nada. —Fue lo único que respondí, intentando apartarme de él.
—Explícame, Christian, vamos… tú y yo podemos ser buenos amigos, pero te empeñas en que no sea así. —Lo empujé al ver que no pretendía dejarme ir.
—Yo no quiero ser tu amigo —Él sonrió socarronamente, escupiendo la pajilla que había destrozado con los dientes, limpiando sus labios, como si pretendiese hacer algo más con ellos que solo sonreír como un cretino—. No te equivoques —espeté, volviendo a ver hacia el consultorio de Susan, ya que aquello lo había dicho en voz alta—. Yo no quiero ser ni tu amigo, ni nada de lo que tu asquerosa cabeza esté pensando. —Pretendí abrir la puerta del laboratorio, sintiendo como me aferró por el brazo, girándome bruscamente.
—Voy a averiguar qué ocultas, Doc., por las buenas o por las malas. —Sus ojos se pasearon de un lado a otro, observando los míos, los cuales le miraron con desdén—. Tienes razón, Doc., no me gustan los hombres… —Miró mis labios y sonrió—. Pero tú posees algo… algo que me hace ser capaz de cualquier cosa para acceder a ti y tu verdad. —Se apartó de mí, dejando mi cuerpo completamente tembloroso ante la rabia que lo apresaba, arrojándole ambos Snickers a su espalda.
—Vete al infierno, Ricco. —El joven se detuvo al sentir los golpes en su espalda, volteándose para ver qué le había golpeado, enfocando sus ojos en ambas barras de chocolate tiradas en el suelo, alzando el rostro para verme, dándome una dura mirada de soslayo, agachándose para recoger los Snickers, acercándose raudo a mí, volviendo a atestármelos en el pecho, tomándome por el cuello, soltándome a escasos centímetros del rostro.
—No sabes lo que tuve que pasar por ellos, y así deba metértelos de supositorio, haré que te los comas, infeliz —La puerta del consultorio de Susan rechinó, logrando que Scahel soltara mi cuello, apartándose de mí, después de darle una mirada furtiva a la doctora, volviendo a clavar su dura y desdeñosa mirada sobre mi persona, volteándome los ojos, comenzando a retirarse, espetándome en un tono irónico— Y no puedo irme al infierno, Christian, ambos vivimos en él. —Abrió la puerta, arrojándola tan fuerte al salir, que hizo que Jhonny brincara sobre la camilla, comenzando a quejarse de dolor.
—¿Qué sucedió?... ¿Por qué se devolvió?.... —La doctora se acercó a mí, al ver que no respondía y simplemente observaba a la puerta, acariciándome el cuello, justo donde había ejercido presión, haciéndome daño.
—No sucede nada, volvió porque tenía un recado para mí. —Escondí ambas barras de chocolate en el bolsillo, adentrándome nuevamente en el laboratorio, sentándome frente al computador, tratando de olvidar lo que había ocurrido tan solo unos instantes.
“¿Así que por eso piensas que puedes acceder a mí?... ¿Por eso crees que me puedes llegar a gustar?”.
Negué con la cabeza, una y otra vez, levantando el rostro para ver por medio de la cámara frente a mí, que Susan estaba atendiendo nuevamente a Jhonny, sacándome ambos Snickers del bolsillo, observándolos mientras volví a recordar lo que me había dicho.
“¿Recuerdas el día en el comedor donde todos comentábamos lo que extrañábamos comer?... Conseguí tres en una maquina abandonada, uno se lo di a Alexa y estos dos son para ti… Doc.”.
Arrojé ambas barras de chocolate a un lado, tratando de no darle importancia al asunto, aunque como en otras ocasiones, Scahel había logrado lo que buscaba… desestabilizarme al punto de no lograr concentrarme en mi trabajo, dejando todo a un lado, sin ánimo alguno de proseguir con la grabación, saliendo rápidamente del laboratorio, rumbo a las afueras del edificio a tratar de respirar un poco de aire fresco.
El sol me dio de lleno en los ojos, eran aproximadamente las tres de la tarde, el sol estaba aún en su auge, percatándome que era uno de esos días calurosos en Los Ángeles, imaginando a los infectados en cualquier guarida, resguardados de los rayos ultravioletas.
Utilicé mi mano como una visera sobre mi frente, intentando que las pupilas se acostumbraran a la intensa luz solar, a las afueras del enorme edificio que por mucho tiempo fue reconocido como el City Hall y el que ahora era uno de los refugios más sólidos, impenetrables y seguros de Norteamérica.
Alrededor de este fueron colocados unos grandes muros de contención de aproximadamente diez metros de alto por tres metros de grosor, resguardado no solo por los centinelas que vigilaban día y noche los cuatro puntos cardinales, sino también por un enorme espiral de alambrado electrificado que rodeaba todos los muros por la parte exterior, al igual que los reflectores de luces ultravioleta y un campo minado debajo del alambrado que lo hacía casi impenetrable.
La entrada era un par de puertas de acero apostadas cerca del “Gran parque Christman Tree”, las cuales se abrían y se cerraban por medio de un sistema de seguridad que se manejaba a veces desde la comandancia militar, aquella que ocupaba toda el ala noroeste del City Hall, la cual se encontraba custodiada y a la que solo podía tener acceso cuando debía enviar mis informes científicos, permitiéndome entrar a los computadores militares bajo estricta vigilancia, donde casi siempre era Scahel o Alexa los que me acompañaban.
Bajé las escaleras, comenzando a caminar hacia el parque Christman Tree, ya que los muros cubrían un perímetro bastante extenso de las adyacencias del enorme edificio, pasando por la calle Broadway, que era donde se encontraba la entrada, rodeando la calle Temple, hasta la calle Los Ángeles, cruzando nuevamente por la primera trasversal este, rodeando toda aquella zona, permitiéndonos también tener acceso al parque, el cual servía de punto de reunión.
Una pelota golpeó mis piernas, deteniéndome rápidamente, intentado recuperarla con un movimiento ágil de mis extremidades inferiores, percatándome que un grupo de niños jugaba en aquel pequeño terreno de la calle Spring, la cual dividía el edificio del parque.
—Lance la pelota, Doc. —gritó uno de los niños, pateando fuertemente la bola, devolviéndole el objeto de su entretenimiento, percatándome que la esfera de goma ya se encontraba bastante deteriorada.
“Pobres niños”, pensé al imaginar que muchos de ellos no poseían familia, quedando al cuidado de alguno de los grupos familiares que lograron sobrevivir en aquel pandemónium en el que se había convertido aquel error que nos había costado lo
bastante caro como para tener que pagarlo con una cárcel a la que llamábamos… “El refugio”.
Seguí mi camino, observando a todos lados, saludando a las caras ya conocidas y presentándome con los que veía por primera vez, poniéndome a la orden para lo que necesitaran del centro médico, lo cual agradecieron enormemente, retomando nuevamente mi camino, intentando acceder al tobogán en forma de cilindro, donde acostumbraba a introducirme, colocando mi mente en blanco, deseando no pensar en tanta basura, en tanta injusticia y tanta impotencia de mi parte, al no poder acceder a una cura, sintiéndome tan limitado por quien llevaba el mando en aquel lugar, el general Lawrence.
En mi rápido andar, di una mirada furtiva hacia mi izquierda, donde mantenían en aquel terreno de arena los pocos vehículos que poseíamos… dos camiones, uno era un CCKW-353, el otro un GMC 6x6, cuatro motocicletas y tres jeep militares, de los cuales solo se hallaba el de Scahel, quien justo en ese instante se encontraba con una de sus “amiguitas”, como él les llamaba a sus conquistas, quien lavaba el vehículo con un pequeño short de jean y un top que, al humedecerse, no dejaba absolutamente nada a la imaginación.
—Más abajo, nena… esos cauchos están hechos una porquería —pidió el sargento a la morena de largos cabellos oscuros, quien se inclinó para lavar las ruedas delanteras del auto, observando como Scahel ladeó a un lado su cabeza para verle el trasero a la joven, la cual tongoneaba sus caderas al compás de la música que se dejó escuchar en el reproductor del Jeep.
Negué con la cabeza, sin dejar de ver el espectáculo que daba la muchacha, percatándome que varios subalternos del sargento contemplaban a la exhibicionista joven, la cual al parecer, aquello más que incomodarle, le agradaba.
Todos silbaban y vitoreaban el baile sugestivo que le hacía la jovencita al sargento Ricco, quien estaba por demás encantado, exprimiendo una de las esponjas húmedas sobre el trasero de la chica, la cual se levantó rápidamente comenzando a gritar y a reír como una perdida, volteando rápidamente el rostro al ver como Ricco la tomó entre sus brazos, besuqueándole el cuello.
“Maldito cretino”.
No podía comprender cómo la vida era tan injusta, un hombre como yo, que siempre había sido fiel a su esposa, terminar con una de las peores enfermedades del mundo…
el sida, mientras que unos malditos promiscuos como Scahel, no se contagiaban ni de pediculosis, aun después de haber fornicado con toda la cuadrilla entera de putas del boulevard Hollywood.
—Mi hermano como siempre rodeado de putas. —Me detuve, volteando a ver hacia mi derecha, encontrándome con Alexa, la hermanastra de Scahel, quien detestaba a muerte a las conquistas de su hermano, imaginando que sentía cierto tipo de celos, aunque no sabía si era un complejo de Edipo o si los rumores de que entre ellos dos había más que una relación de hermanastros eran ciertos.
Me detuve, acercándome a la teniente, quien se encontraba sentada en un pequeño muro que dividía el parque del edificio adjunto, el cual era usado como vivienda para muchos, observando como la joven jugaba al solitario con sus naipes, como siempre lo hacía cuando se encontraba sola o aburrida.
—Ya lo conoces… Scahel es el semental de todas las féminas del refugio. —Alexa, soltó una risita irónica, dándole una mirada furtiva a su hermano por sobre mi hombro, volviendo a enfocar sus ojos en las cartas, acomodándose mejor sobre el muro para no caerse.
—¿Semental?... —Negó con la cabeza, volviendo a arrojar un puñado de cartas al montón que tenía apilado sobre el muro, tomando el as de diamante rojo, colocándolo aparte— Es solo un imbécil que le gusta jugar con las mujeres. ¿Crees que si fuera un verdadero hombre trataría así a una mujer? —La joven señaló a su hermano, volteando a verle, encontrándome con un apasionado beso, apretándole las nalgas a la chica.
—Pues también debes ver que ella así lo permite… y lo siento, pero hombre es hombre Alexa, y no veo a Scahel diciéndole que no a una mujer que se le ofrece tan fácilmente. —Alexa dejó el juego de cartas, acomodándose la gorra hacia arriba para poder ver mejor mi rostro, cruzándose de brazos.
—¿Estás defendiéndolo? —Sonreí negando con la cabeza.
—No… simplemente que ya he estudiando bastante el extraño espécimen que es tu hermano, y he llegado a la conclusión de que es un caso perdido, piensa con el pene y deja que este lo domine a voluntad. —Alexa rió, señalándome con el dedo índice, mientras yo me recostaba del muro a su lado, observando a Scahel lavar el Jeep con la joven, quienes jugueteaban con la manguera, salpicándose de agua mutuamente.
—No sabía que el Doc. tenía tan buen sentido del humor. —Hice una leve mueca de hastío, alegando que mi humor variaba dependiendo de las circunstancias y la
compañía, volteando a verla, encontrándome con sus felinos ojos ámbar, los cuales me contemplaron con deseo—. Pues me alegra que yo logre sacar ese Christian agradable y risueño. —Sonreí dulcemente, volviendo a enfocarme en las jugarretas de Scahel con la jovencita, observando como el grupo de militares junto al sargento, tomaban posición firmes, al percatarse de la presencia del general Lawrence.
—Creo que se le acabó la fiesta a tu hermano. —Alexa extendió la mano hacia mí, para que chocara mi mano en contra de la de ella, disfrutando con anticipación, la reprimenda que le daría el general a su hermano, ya que Lawrence era el único que se encontraba por sobre el rango de Scahel.
—Sargento Ricco, ¿qué demonios está haciendo? —Scahel soltó rápidamente la manguera, la cual ante la presión del agua, bañó por completo al general Lawrence, quien simplemente cerró los ojos, a la espera de que Ricco detuviese el flujo del agua o apartase la manguera hacia el otro lado.
—General… lo… lo siento, señor… —El joven intentó sostener la manguera, pero esta zigzagueaba por el terreno fangoso, siendo el cabo segundo “Patrick Hunk”, quien fuese a cerrar la llave de paso del agua, deteniendo al fin el bailoteo de la manguera de un lado a otro.
Apreté con fuerzas mis labios, intentando no reír, dándole una mirada de soslayo a Alexa, la cual observaba todo con una amplia sonrisa, comenzando a escuchar la retahíla de maldiciones, reclamos y reprimendas de parte de Lawrence, observando como Scahel simplemente asentía a cada una de sus palabras, sin replicar a ninguna de ellas.
—Tiene doce horas de castigo a partir de ahora, sargento, si tiene ganas de limpiar algo, vaya a lavar los baños… todos, y cuando termine, podrá irse a dormir sin derecho a cena.
Scahel asintió, observando como “James Archer”, cabo primero y lame botas de Lawrence, se acercó al general, observándole de pie a cabeza, preguntándole el porqué se encontraba mojado.
—Porque tenía calor y el sargento me ayudó a refrescarme. —Los subalternos intentaron aguantar las risas ante las ironías del general para con su mano derecha, quien al parecer, era el ser más descerebrado del planeta.
—Pero señor… me hubiese dicho y yo le hubiese preparado el baño. —Lawrence observó con el ceño fruncido a Archer, quien le sonrió como siempre lo hacía, con aquella típica lambisconería suya, la cual todos detestábamos.
—Estoy siendo, sarcástico maldito imbécil —Volteó a ver a Ricco—. A partir de ahora comienza su castigo, Ricco —Scahel asintió, apretando con fuerza sus labios, mientras Lawrence observó de arriba hacia abajo a la jovencita, la cual intentó cubrirse con las manos—. Y usted… Vaya a cambiarse, joven… creo que el agua le encogió la ropa, póngase algo decente y deje de andar con esta manga de pervertidos.
Lawrence se giró bruscamente para irse, donde no se hicieron esperar las respectivas posiciones firmes y respetuosas de los subalternos hacia su general, quien se retiró a paso rápido, escuchándole decir a James.
—Rapidito, Ricco… —Señaló su reloj, observando el molesto rostro de Scahel, quien le mostró el dedo medio a modo de grosería, pidiéndole que se largara o le metería un balazo en el trasero, comenzando a buscar su fusil dentro del Jeep, logrando que el chupamedias de Lawrence se retirara, no sin antes recibir las burlas de los muchachos, llamándole: chupa verga, lame botas, jala bola y un sinfín de agravios que al final significaban lo mismo.
—A veces amo a mi general, me alegra cuando le borra la sonrisa de idiota a mi hermano delante de sus mujerzuelas —alegó Alexa, bajando del muro, recogiendo sus cartas, observándole detenidamente.
—Hablas como una mujer celosa —alegué a las palabras de la teniente, quien se acomodó el revólver que traía en su cinturón, colocándose frente a mí, en un gesto retador.
—No te equivoques, Doc… no lo estoy celando, simplemente odio que se comporte como un cretino, pero como bien has dicho tú mismo, Scahel es un espécimen extraño, unas veces parece un ser dulce, amante de las cosas buenas, detallista y elocuente, pero en otras, simplemente se comporta como un neandertal y deja que su hombría hable por él.
Ella tenía razón, Ricco era un ser desconcertante, tan solo unos instantes había sido tan amable, y en cuestión de segundos había perdido los estribos intentando ahorcarme por no querer recibir el detalle de los chocolates, lo que aún me tenía algo confundido, volteando a ver a aquel Scahel molesto y prepotente, el cual le gritó a los muchachos
que se encontraban junto a él, pagando la rabia de aquel regaño con quien menos tenía la culpa.
—Bueno, Alexa… nada es perfecto en este mundo, mira lo que la ASCB intentó hacer y terminamos abriendo la puerta del infierno, dejando escapar a los demonios. —Ella asintió, sonriéndome con desgano, donde ambos observábamos alejarse al sargento Ricco, escuchando la alarma que alertaba la apertura de las puertas principales, imaginando que los otros dos Jeep que faltaban, regresaban al refugio.
—Debo irme… el grandote ya llegó y de seguro necesitará mi ayuda. —Le asentí, despidiéndome de ella, comenzando a caminar nuevamente hacia el edificio, sintiendo que podía seguir nuevamente con mi trabajo, sin necesidad de darme un tiempo a solas—. ¡Por cierto, Doc.!... —llamó Alexa a lo lejos, volteando a verle, observando cómo los Jeep se adentraron al lugar, dejando una estela de polvo a su paso—. No vayas a botar las barras de chocolate. —Mi rostro se tornó serio sin saber qué alegar a ello—. Apenas consiguió la maquina con los tres chocolates lo primero que hizo fue pensar en ti. —No podía creer que Alexa me estuviese diciendo algo como eso, respondiendo de mala gana.
—Pues no entiendo porqué. —A lo que la joven respondió, comenzando a caminar hacia los Jeep, observando descender a “Logan Redfield”, o “el Grandote” como le llamaba Alexa, ya que el hombre no solo poseía dos metros de alto, su cuerpo parecía artillería pesada, de tan impresionante musculatura.
—Eres especial para él, Christian… eso tú muy bien lo sabes, al igual que para mí, pero si te incomoda mucho, solo imagínate que yo te los regalé. —Me guiñó un ojo y salió corriendo a toda velocidad, dejándome inerte en aquel lugar, observando como la chica saltó sobre el corpulento hombre, quien le arrojó dentro del Jeep, jugueteándose con ella de manos, tal y como a Alexa le gustaba ser tratada, a modo de macho y no como la princesita del cuartel, a palabras de Lawrence, lo cual le molestaba bastante.
“Eres especial para él, Christian… eso tú muy bien lo sabes”.
Sus palabras volvieron a retumbar en mi cabeza, volteándome rápidamente para regresar al edificio, introduciendo las manos en los bolsillos de mi pantalón jean negro, sin ánimo alguno de seguir pensando en aquel escabroso tema sobre los sentimientos de Ricco hacia mí.
“Esto es lo único que te faltaba, Christian… convertirte en gay y ser una de las putas de Scahel”.
Por unos segundos me imaginé a mí mismo lavando el Jeep del sargento, con unos bóxer y una franelilla blanca, riéndome como idiota ante aquella visión tan poco masculina de mi persona, imaginando al general Lawrence observándonos a ambos en aquella joda.
—Ahora si enloqueciste, Christian. —Me dije a mí mismo, subiendo las escaleras, sin dejar de reír de lo más entretenido ante mis locas elucubraciones, no por el acto en sí de verme en bóxer y franelilla, sino por la cara de perro del general “Douglas Lawrence”, quien de seguro le había exigido a Ricco hacer hasta lo impensable con tal de conseguir lo que yo les ocultaba.
“Vamos a ver quién soporta mejor tu propio juego, si tú o yo… Lawrence”, pensé, introduciéndome nuevamente en el edificio, elucubrando no solo en aquella manipulación del general sobre el sargento Ricco, para acceder a mí, sino también en la posibilidad de usar aquello en contra de ambos hombres, logrando quitármelos de encima de una buena vez y para siempre.

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lunes, 25 de julio de 2016

Archivo Histórico... Lo Nuevo, próximamente


Archivo histórico


Año 2167, Los Ángeles, California.

Una pandemia se desata a principios del año en curso, en los laboratorios gubernamentales de la “American Society for Cell Biology” (ASCB), donde un brote del virus “G3T” cultivado en dicho laboratorio del gobierno para ser utilizado como arma masiva contra Irak, dio paso a la mayor plaga jamás desatada en los últimos años después de que el “Ebola y el H1N1” volviera a los Estados Unidos en el año 2052, fusionados en un solo virus llamado “EHN1”, el cual logró ser erradicado nuevamente al siguiente año.

El “G3T” era una mutación de las tres gripes más peligrosas en todo el mundo… La gripe española, la gripe de Hong Kong y la tuberculosis, donde trataron de que dicha mutación no pudiese ser propagada por medio del aire, sino del contacto de persona a persona por vía sanguínea, la salivación o contacto sexual, pero algo salió mal.

La mutación de los tres virus fue de tal magnitud, que en conjunto con la genética del chimpancé que usaron como conejillo de india, creó un pequeño monstruo que acabó con el laboratorio, asesinando e infectando a los millones de trabajadores de la “ASCB”… menos a uno.

Las Fuerzas Armadas Norteamericanas… lograron detener al engendro que destruyó a todos y cada uno de los que laboraban en aquel lugar, rescatando al único sobreviviente de aquel desastre… a mí.

Tres días después de aquella masacre, donde los cuerpos fueron resguardados bajo estricta vigilancia militar en las instalaciones de la Sociedad Americana de Biología Celular, se armó el verdadero pandemónium.

Los cuerpos que serían estudiados volvieron a la vida… más de quinientos zombis trataron de escapar de las instalaciones, donde las fuerzas armadas hicieron todo su esfuerzo por no dejarles escapar, pero no fueron lo suficientemente eficaces.

Muchos lograron escapar y otros simplemente infectaron a los militares y ciudadanos de la ciudad de Los Ángeles, un gran número de cadáveres infectados cayeron a los ríos, infectando el vital líquido, desplazando el virus por toda América.

Se alertó a todo el mundo sobre el caos que se había generado en todo el país, temiendo que se extendiera a lo largo del mundo, logrando cerrar todas las fronteras, donde el último comunicado del presidente de los Estados Unidos había sido: “Nosotros lo ocasionamos, nosotros lo resolveremos”.

Dos meses después ya no teníamos ni presidente que nos ayudara a “resolver” aquel daño… quedando a la buena de Dios, en un país que poco a poco fue destruido no solo por el “G3T”.

Unos morían de hambre, otros de sed y otros simplemente terminaban con sus vidas al ver que ya no había futuro. Solo unos cuantos seguíamos vivos, luchando por reparar el daño que nuestro gobierno había ocasionado y del que rogábamos todos los días salir airoso y volver a hacer el país de las oportunidades… aunque no todos teníamos aquella ideología.

Grupos “Carroñeros”, como le llamábamos a los rebeldes que usaban a los zombis como simples marionetas de juego, eran sin duda la verdadera plaga a erradicar… seres sin un ápice de dignidad ni escrúpulos y que al parecer… tenían la misma suerte que yo… eran inmunes al virus.

Muchos no sabían el porqué de su inmunidad, pero yo conocía perfectamente que aquel factor a su favor era solo uno… El virus “G3T” era “exquisito”, por llamarlo de algún modo, las personas con enfermedades terminales, como el cáncer, hepatitis B, esclerosis múltiple, lupus, distrofia muscular o en mi caso… el HIV, éramos rechazados por aquel virus, haciéndonos invisibles ante los ojos de los infectados.

Soy Christian Draven, uno de los tantos médicos gubernamental que aún trabajan arduamente en la cura para erradicar el virus G3T junto a mi mejor amiga, “Susan Smith”, en lo que se llegó a conocer por mucho tiempo como el “City Hall” de la ciudad de Los Ángeles, y el que ahora es tan solo llamado “El refugio”, donde un gran número de militares, civiles y agentes del gobierno, luchan por recuperar el control de la situación, una lucha en la que ya llevamos más de un año, tratando de sobrevivir en aquel lugar, el cual se encuentra protegido por enormes muros de contención que fueron colocados para resguardar la integridad de los altos mandatarios, siendo unos pocos los que lograron sobrevivir a la fallida evacuación del ayuntamiento.

La escasez de alimentos, agua y medicina nos obliga a abandonar el refugio de vez en cuando, teniendo no solo fuertes batallas en contra de los infectados, también en contra de “Billy”, el líder de los carroñeros, que solo desea que el caos en el país prosiga y su reino anarquista continúe a cualquier precio.

Sabemos que hay más sobrevivientes que son propensos al contagio, y aunque tanto para mí como para el sargento “Scahel Ricco” nuestra prioridad número uno es resguardar y preservar las vidas humanas, para el general “Douglas Lawrence” es simplemente esperar órdenes de la base militar en Washington y matar a cuantos infectados pueda eliminar a costa de cualquier vida humana que se pueda salvar.

El sargento Ricco y yo seguiremos luchando, él con sus armas y yo con mis conocimientos científicos, y aunque seamos polos opuestos, tenemos varias cosas en común, el amor al prójimo, el deseo de que este infierno acabe, terminar con el reino anarquista de Billy y lo mejor… ambos odiábamos a muerte al general Lawrence.

Recuerdo que un día conocí el amor de la mano de una hermosa mujer que murió a causa del virus, y aunque todos los días el anillo en mi mano izquierda me lo recuerda, habrá alguien que me mostrará que no solo de amor vive el hombre.

También de esperanzas, de fe, de lucha y de pasión… una pasión que despertará no solo mi cuerpo, sino también las ganas de vivir por algo o por alguien en este mundo olvidado por Dios.

No será fácil el camino a recorrer en la lucha para salvaguardar a la raza humana, pero sin duda el Sargento Ricco logrará hacérmelo mucho más llevadero a pesar de todas las adversidades, demostrándome que la pasión puede llegar a ser el primer paso hacia el amor.

Christian Draven
Médico y científico de la ASCB

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