Conociendo a Erline Cyreidë Gortmonth
Ante los ojos de Thomas
Yo comenzaba
a caminar bajando las escaleras para luego salir del hall y enrumbarme a las
afueras en busca del lugar más cercano al río.
Llegaba a
una de las orillas tratando de enfocar mi visión en aquella profunda oscuridad
mirando a todos lados para estar seguro que me encontraba solo.
Invoqué mi
báculo comenzando a conjurar una esfera de fuego, la cual lanzaba con fuerza para ver
la distancia que había entre la orilla del colegio y la de la isla Williams, que era como según
decía el mapa se llamaba aquella zona.
Sin duda
estaba lejos… pero no tanto como para no poder desaparecer y reaparecer con
facilidad ante la proclama.
—Desplázarme, isla Williams.
Pero nada
sucedía… yo volvía a repetir la proclama pero no ocurría absolutamente nada
escuchando como una suave voz aniñada soltaba desde la oscuridad.
—En Baylor
no puedes desaparecer y reaparecer a tu antojo.
Yo volteaba
a ver de quien se trataba alumbrando hacia un pequeño banco de madera,
encontrándome con una joven de cabellos blancos y tez por demás pálida que
jugaba muy dulcemente con su cabello.
—Buenas
noches —le respondía yo a la joven que alzaba la mirada notando que sus ojos no
poseía aquel brillo púrpura, sino que eran en un tono rosa pálido, como los
ojos de las muñecas, dándome a pensar como la jovencita sabía lo que yo trataba
de hacer si no era una hechicera.
Ella me
miraba dulcemente respondiéndome en un tono cortés.
—Buenas
noches, joven Lestinger.
Aquello me
hacía pensar aún más, si bien había sido expuesto delante de todos en el gym
memorial… de seguro para los invenings yo era un estudiante más y se olvidarían por
completo de mi nombre y apellido. Yo le sonreía sin inmutarme ante su
respuesta.
—¿Qué hace
una jovencita tan pequeña y dulce aquí sola en la oscuridad?
Ella me
miraba fijamente con aquellos ojos tan extraños respondiéndome mientras
acomodaba su falda.
—Me gustan
las criaturas míticas que hay en Baylor. —Ella señalaba unos arbustos, apuntando mi báculo a aquella zona
observando como un trío de hadas revoloteaban las flores de aquel lugar
huyendo de la luz que emanaba del ojo de tigre.
—No les
gusta la luz fuerte. —Yo volvía a cerrar el báculo, que se volvía a transformar
en mi anillo, sentándome a su lado.
—¿Quién
eres? —A lo que la joven respondió.
—Creo que
haces la pregunta equivocada, a lo mejor deberías preguntar que soy. —Daemon
maldecía en mi interior alegando que no teníamos tiempo de socializar con
asquerosos bichos observando como la joven me miraba detenidamente mientras
soltaba a continuación.
—Hay alguien
dentro de usted joven, y no es bueno.
Yo asentía a
sus palabras mientras le pedía a Daemon que se retirara ya que no quería que la
joven se sintiera incómoda y se fuera… no era que me interesara, simplemente
era curioso y quería saber qué demonios era ella.
—Disculpe
usted la intromisión de mi amigo, ¿señorita…?
—Erline
—Respondía la niña, a lo que yo alegaba.
—Es un gusto
señorita Erline. —Yo le extendía mi mano y ella me sonreía sin tomármela, haciendo que yo arrugara el rostro ante
su mala educación mientras Daemon soltaba en un tono irritante.
“Maldita
cosa, desde que se independizaron ahora se creen superiores a nosotros”.
“¿Sabes lo
qué es?”, le preguntaba yo apremiante, a lo que el demonio soltaba con desdén.
“Mira sus
asquerosas orejas”.
Yo le
sonreía a la chica tratando de verme amable y cortés mientras ella me decía con un tono
suave.
—No es por
usted que he sido grosera, pero nosotros no acostumbramos a tocar seres de alma
impura y… “su amigo”, como usted le ha llamado, no me agrada.
Daemon
comenzaba a perder el control haciendo que mis ojos se tornaran negros,
volteando la mirada para que ella no pudiera ver mis ojos ennegrecidos.
“Cálmate
maldita sea, déjame solo. ¿Quieres?”
El demonio
se retiraba al fin después de maldecir a la chica tantas veces como se le era
posible, mientras yo recostándome del asiento le soltaba a continuación.
—Y dime algo Erline… —Yo acercaba una mano
a su plateada cabellera para colocarle el cabello detrás de la oreja mientras
le preguntaba.
—¿Tú cómo
sabes que en Baylor tienen prohibido desaparecer y reaparecer en diferentes
lugares?
A lo que la
joven respondía después de volver a ocultar sus orejas puntiagudas dándome por
sentado lo que era, una elfa.
—Están en
las reglas del colegio para los magos, creo que usted no se leyó bien la
documentación que se le entrega a todo nuevo alumno que ingresa a este plantel.
A lo que yo
le respondía por demás entretenido.
—Mmm… creo
que esa parte de mi documentación se extravió.
Ella me
miraba fijamente sonriéndome mientras me decía levantándose de su asiento.
—Debo
admitir que es muy convincente mintiendo joven Lestinger, pero debe hacer un
esfuerzo mayor conmigo… no soy fácil de engañar.
Ella
comenzaba a caminar rumbo a su dormitorio imaginando que esos seres compartían
con las hechiceras el dormitorio Lowrance, ya que mi dormitorio y el dormitorio
al que la chica se dirigía eran los adjudicados a magos y hechiceras que
estudiaban en aquel plantel.
Yo le
observaba mientras se retiraba preguntándole antes de que se alejara.
—¿Cómo puedo
acceder a la isla? —A lo que la chica deteniéndose volteaba para responderme.
—Puede ir en
alguna de las clases de excavación que imparte el colegio, aunque me imagino
que pretende ir en un momento más solitario así que no le queda de otra que
mojarse, joven Lestinger… le puedo explicar cómo llegar sin ser arrastrado por
la corriente, o peor aún… que alguno de los seres que habitan en esas aguas lo quiera a usted como entremés.
Yo le
asentía agradeciéndole la ayuda mientras retrucaba ante sus palabras que yo
jamás era un entremés sino el plato principal a degustar, solo por el deseo de
escuchar aquella vocecita cantarina que poseía la jovencita, que al parecer a
Daemon le irritaba pero a mí me atraía demasiado.
—Pues sin
ánimos de ofenderle joven, está algo delgado, no creo que logre calmar el
hambre de alguna bestia marina, pero espero que por lo menos su sabor no sea
tan desagradable como el de los trolls.
Ella
se despedía moviendo su mano de un lado a otro y yo le guiñaba un ojo haciendo
que la joven elfa riera dulcemente
mientras yo me quedaba observando a la
oscuridad, pensando en las miles y un posibilidades de llegar a aquel lugar sin
tantos problemas sintiendo uno de esos momentos de paz sin el demonio, antes de
volver a la habitación.
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