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sábado, 21 de junio de 2014

Erline... Todo un personaje elfico

Conociendo a Erline Cyreidë Gortmonth


Ante los ojos de Thomas

Yo comenzaba a caminar bajando las escaleras para luego salir del hall y enrumbarme a las afueras en busca del lugar más cercano al río.
Llegaba a una de las orillas tratando de enfocar mi visión en aquella profunda oscuridad mirando a todos lados para estar seguro que me encontraba solo.
Invoqué mi báculo comenzando a conjurar una esfera de fuego, la cual lanzaba con fuerza para ver la distancia que había entre la orilla del colegio y la de la isla Williams, que era como según decía el mapa se llamaba aquella zona.
Sin duda estaba lejos… pero no tanto como para no poder desaparecer y reaparecer con facilidad ante la proclama.
—Desplázarme, isla Williams.
Pero nada sucedía… yo volvía a repetir la proclama pero no ocurría absolutamente nada escuchando como una suave voz aniñada soltaba desde la oscuridad.
—En Baylor no puedes desaparecer y reaparecer a tu antojo.
Yo volteaba a ver de quien se trataba alumbrando hacia un pequeño banco de madera, encontrándome con una joven de cabellos blancos y tez por demás pálida que jugaba muy dulcemente con su cabello.
—Buenas noches —le respondía yo a la joven que alzaba la mirada notando que sus ojos no poseía aquel brillo púrpura, sino que eran en un tono rosa pálido, como los ojos de las muñecas, dándome a pensar como la jovencita sabía lo que yo trataba de hacer si no era una hechicera.
Ella me miraba dulcemente respondiéndome en un tono cortés.
—Buenas noches, joven Lestinger.
Aquello me hacía pensar aún más, si bien había sido expuesto delante de todos en el gym memorial… de seguro para los invenings yo era un estudiante más y se olvidarían por completo de mi nombre y apellido. Yo le sonreía sin inmutarme ante su respuesta.
—¿Qué hace una jovencita tan pequeña y dulce aquí sola en la oscuridad?
Ella me miraba fijamente con aquellos ojos tan extraños respondiéndome mientras acomodaba su falda.
—Me gustan las criaturas míticas que hay en Baylor. —Ella señalaba unos arbustos, apuntando mi báculo a aquella zona observando como un trío de hadas revoloteaban las flores de aquel lugar huyendo de la luz que emanaba del ojo de tigre.
—No les gusta la luz fuerte. —Yo volvía a cerrar el báculo, que se volvía a transformar en mi anillo, sentándome a su lado.
—¿Quién eres? —A lo que la joven respondió.
—Creo que haces la pregunta equivocada, a lo mejor deberías preguntar que soy. —Daemon maldecía en mi interior alegando que no teníamos tiempo de socializar con asquerosos bichos observando como la joven me miraba detenidamente mientras soltaba a continuación.
—Hay alguien dentro de usted joven, y no es bueno.
Yo asentía a sus palabras mientras le pedía a Daemon que se retirara ya que no quería que la joven se sintiera incómoda y se fuera… no era que me interesara, simplemente era curioso y quería saber qué demonios era ella.
—Disculpe usted la intromisión de mi amigo, ¿señorita…?
—Erline —Respondía la niña, a lo que yo alegaba.
—Es un gusto señorita Erline. —Yo le extendía mi mano y ella me sonreía sin tomármela, haciendo que yo arrugara el rostro ante su mala educación mientras Daemon soltaba en un tono irritante.
“Maldita cosa, desde que se independizaron ahora se creen superiores a nosotros”.
“¿Sabes lo qué es?”, le preguntaba yo apremiante, a lo que el demonio soltaba con desdén.
“Mira sus asquerosas orejas”.
Yo le sonreía a la chica tratando de verme amable y cortés mientras ella me decía con un tono suave.
—No es por usted que he sido grosera, pero nosotros no acostumbramos a tocar seres de alma impura y… “su amigo”, como usted le ha llamado, no me agrada.
Daemon comenzaba a perder el control haciendo que mis ojos se tornaran negros, volteando la mirada para que ella no pudiera ver mis ojos ennegrecidos.
“Cálmate maldita sea, déjame solo. ¿Quieres?”
El demonio se retiraba al fin después de maldecir a la chica tantas veces como se le era posible, mientras yo recostándome del asiento le soltaba a continuación.
—Y dime algo Erline… —Yo acercaba una mano a su plateada cabellera para colocarle el cabello detrás de la oreja mientras le preguntaba.
—¿Tú cómo sabes que en Baylor tienen prohibido desaparecer y reaparecer en diferentes lugares?
A lo que la joven respondía después de volver a ocultar sus orejas puntiagudas dándome por sentado lo que era, una elfa.
—Están en las reglas del colegio para los magos, creo que usted no se leyó bien la documentación que se le entrega a todo nuevo alumno que ingresa a este plantel.
A lo que yo le respondía por demás entretenido.
—Mmm… creo que esa parte de mi documentación se extravió.
Ella me miraba fijamente sonriéndome mientras me decía levantándose de su asiento.
—Debo admitir que es muy convincente mintiendo joven Lestinger, pero debe hacer un esfuerzo mayor conmigo… no soy fácil de engañar.
Ella comenzaba a caminar rumbo a su dormitorio imaginando que esos seres compartían con las hechiceras el dormitorio Lowrance, ya que mi dormitorio y el dormitorio al que la chica se dirigía eran los adjudicados a magos y hechiceras que estudiaban en aquel plantel.
Yo le observaba mientras se retiraba preguntándole antes de que se alejara.
—¿Cómo puedo acceder a la isla? —A lo que la chica deteniéndose volteaba para responderme.
—Puede ir en alguna de las clases de excavación que imparte el colegio, aunque me imagino que pretende ir en un momento más solitario así que no le queda de otra que mojarse, joven Lestinger… le puedo explicar cómo llegar sin ser arrastrado por la corriente, o peor aún… que alguno de los seres que habitan en esas aguas lo quiera a usted como entremés.
Yo le asentía agradeciéndole la ayuda mientras retrucaba ante sus palabras que yo jamás era un entremés sino el plato principal a degustar, solo por el deseo de escuchar aquella vocecita cantarina que poseía la jovencita, que al parecer a Daemon le irritaba pero a mí me atraía demasiado.
—Pues sin ánimos de ofenderle joven, está algo delgado, no creo que logre calmar el hambre de alguna bestia marina, pero espero que por lo menos su sabor no sea tan desagradable como el de los trolls.
Ella se despedía moviendo su mano de un lado a otro y yo le guiñaba un ojo haciendo que la joven elfa riera dulcemente mientras yo me quedaba observando a la oscuridad, pensando en las miles y un posibilidades de llegar a aquel lugar sin tantos problemas sintiendo uno de esos momentos de paz sin el demonio, antes de volver a la habitación.
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