Capítulo 12
Ya no lo puedo ocultar más
A
ojos de Edward
Entramos a la casa después de aquel tormentoso
acontecimiento en el claro. Aún podía recordar todo el dolor y los pensamientos
de aquellos tres vampiros, sin saber cual me perturbó más, si el de James, ya
muerto, o el de Victoria, que al parecer se había enfocado en Jacob.
“Necesito ropa, Edward”, me informó Jacob mentalmente.
—Deja que busque algo de Emmett, ya que no creo que mi
ropa te quede. —Subí rápidamente y en cuestión de segundos volví con unos jeans
y una camiseta de mi hermano, el cual se había quedado con Jasper en el claro
tratando de ocultar los restos de James.
—Ten —le solté al chico colocándole la ropa sobre el
lomo, mientras mi padre se acercaba a Jacob, el cual comenzó a caminar hacia la
cocina.
—Jacob… si no te importa me gustaría ver cómo te
transformas de nuevo en humano —le pidió mi padre, tomando la ropa que yo le
había colocado al chico sobre el lomo, a lo que Jacob asintió ante la petición
de Carlisle.
Entraron en la cocina, justo cuando mi madre acarició
mi cabello, haciéndome voltear a verla.
—¿Te encuentras bien? —preguntó ella, acariciando esta
vez mis hombros, preocupada ante lo que James había querido hacer momentos
atrás, asintiéndole después de darle un beso en la frente.
—Estoy bien, Esme —respondí, sonriéndole dulcemente,
pero justo en ese momento me encontré con la desnudez de Jacob, mediante las
visiones de mi padre al observar su trasformación.
Me aparté de mi madre sentándome en el sofá, mientras
que Rosalie no paraba de caminar de un lado a otro, y Alice contemplaba por las
paredes de vidrio de la sala, deseando que los muchachos volvieran.
—Yo sabía que ese chico nos iba a traer problemas —espetó
Rosalie sin poder contener más lo que mantuvo atragantado desde hacía rato en
su interior.
—Rosalie pequeña… no digas eso, ¿quieres? —le exigió
mi madre intentando calmar su angustia, mientras yo trataba de no ver las
imágenes que me mostraban inconscientemente la mente de Carlisle.
—Cálmate, Rosalie, por Dios, ya vienen los chicos —alegó
Alice, abriendo la puerta, encontrándose con Jasper, el cual le abrazó y le dio
un beso en los labios mientras preguntaba.
—¿Como que hay tensión aquí? —Jasper miró a Rosalie y
luego a mí… donde pude ver cómo me observaba por medio de sus pensamientos,
aunque me encontraba de espaldas a todos ellos, deseando no tener que voltear a
verlos, al sentirme intimidado por las visones de mi padre.
Rosalie se acercó a Emmett, el cual la tomó entre sus
brazos, alzándola del suelo en un fuerte apretón.
—Ya amor, no pasará nada. —La besó en los labios y
ella se recostó de su pecho.
Al rato Rosalie y Emmett salieron de nuevo de la casa
rumbo a su cabaña privada, al igual que Alice y Jasper, los cuales se dirigieron
hacia el garaje, observando cómo Jacob se colocaba los jeans y luego la
camiseta, suspirando aliviado y tragando grueso, donde ambos salieron de la
cocina, mientras Esme le dedicaba una sonrisa a los recién llegados, escuchándole
decir a mi padre.
—Fascinante. —Observé a Jacob, quien se arregló la
camiseta que le había entregado de mi hermano, sentándose a mi lado, percibiendo
aquel calor suyo, lo cual me hizo sentir como si estuviera ante los fuertes
rayos del sol, haciéndome sentir cálido.
—Pues gracias —respondió Jacob, sonriéndole a mi
padre, mientras Esme, tomando la mano de Carlisle, le miró fijamente guiñándole
un ojo, donde sus pensamientos me mostraron el deseo de dejarnos a solar, haciéndome
sentir un nuevo golpeteo en mi pecho, escuchándole decir a mi padre.
—Todo pasará chicos y este incidente quedará en el
olvido —Asentí sin verles a la cara, mientras Jacob lo hizo observándoles
fijamente—. Con sus permisos, nos retiramos… creo que daremos una caminata por
el bosque, eso le hará bien a tu madre —alegó Carlisle, saliendo de la casa por
la puerta de la cocina, la cual daba a la parte trasera de la casa.
Permanecí inerte sin saber qué hacer, ya que mis
padres sin duda ya se habían dado cuenta de algo que yo, al parecer, aún no
podía aceptar.
—¿Te encuentras bien? —preguntó el chico, mirándome a
la cara, quedándome unos segundos sin moverme, volteando lentamente el rostro para
responderle con la misma pregunta.
—¿Tú te encuentras bien? —Jacob soltó una carcajada, y
espelucándome el cabello, me respondió levantándose de golpe del sofá.
—Genial, hombre. —Suspiré y acomodándome el cabello le
imite, levantándome del sofá.
—Supongo que tienes hambre, ¿cierto? —El joven asintió
rápidamente.
—Ven, te prepararé algo. —Entramos en la cocina, donde
él se sentó en uno de los banquillos de la barra de la cocina.
—¿Puedo preguntar? —soltó Jacob admirando el
inmobiliario, imaginando su pregunta, respondiéndole antes de que la formulara.
—Hay que guardar las apariencias. —Sabía de antemano
que su pregunta era el porqué teníamos una cocina, si no podíamos comer.
—Pero también tienen alimentos… ¿No se les hace
asqueroso? —preguntó él apremiante, mientras sacaba el pan de sándwich de la
alacena y varios paquetes del refrigerador.
—Pues, esto es obra de Alice… no teníamos comida…
hasta ahora —Él me miró sin comprender—. Hizo compras de último minuto a
sabiendas de que tú vendrías. —Volví a agradecer internamente por no poder
ruborizarme.
—Comprendo —respondió él, observando cómo le preparaba
el sándwich de jamón, queso, lechuga, tomate y mayonesa, haciéndolo de unos
cuatro pisos, imaginándome lo mucho que el joven comía, ya que en cada
trasformación quemaba bastante energía.
—¿Quieres que le ponga pepinillos? —Jacob arrugó la
cara, negando con la cabeza, sonriéndole y guardando todo donde iba, colocándole
el plato en frente con un gran vaso de jugo de naranja.
—Buon appetito —le deseé en italiano, observando como
el chico comenzó a comer.
Después de unos cuantos mordiscos, y bebiendo el jugo naranja
que le había colocado en frente, me soltó a penas terminó de tragar.
—¿Qué sucede si un humano te reta a comer?... es decir,
si no te queda de otra que engullir comida. —No respondí con palabras; tomé un
trozo de tomate que se asomó por uno de los lados de su sándwich, y
llevándomelo a la boca, hice como que masticaba, tragándomelo entero, sintiendo
como aquella cosa babosa y sin sabor se escurría por mi garganta.
—Mmm… ya veo —Comenzó a comer, terminando con todo
aquello, preguntándome como si nada—. He bebido sangre —aquello hizo que mis
ojos se abrieran de par en par.
—¿Cómo? —pregunté rápidamente, a lo que él respondió
tomando el plato junto con el vaso, llevándole al fregadero.
—Pues me he alimentado de animales —argumentó el chico,
abriendo el grifo y comenzando a lavar el plato y el vaso—. Tuve un tiempo de rebeldía
y me pasé casi un mes siendo lobo… así que debía de alimentarme y probé a comer
animales matándolos yo mismo… cazándolos. —Terminó de fregar, guardando todo en
su respectivo lugar, mirándole por demás intrigado.
—¿Y qué sentías?...es decir, ¿te gustaba? —El joven me
sonrió, negando con la cabeza.
—¿La verdad?... nada como un buen emparedado de jamón con
queso. —Me levanté sonriéndole amablemente, caminando hacia la puerta que daba
de nuevo a la sala, sosteniendo la puerta de vaivén de la cocina, esperando a
que saliera de aquella habitación, para adentrarse conmigo al amplio salón, el
cual nos dejó ver un bosque oscuro a causa de la llegada de la noche, encendiendo
unas cuantas lámparas, observando hacia donde él se dirigía.
—¿De quién es? —preguntó Jacob, acariciando la madera
del piano, el cual se encontraba en un rincón de la sala, mientras terminaba de
iluminar el lugar, acercándome a él, respondiéndole casi en un susurro.
—Es mío. —Él me miró fijamente, haciéndome sentir nuevamente
nervioso.
—¿Tocarías algo? —preguntó, destapando el teclado,
alzando la tapa que lo cubría.
Suspiré, asintiéndole después de tomar asiento en el
taburete frente al instrumento, mientras el chico caminó hacia el sofá,
recostándose sobre este, posando su cabeza y los pies del apoya brazos.
Contemplé las teclas por unos segundos, cerrando lentamente
los ojos, comenzando a tocar una melodía algo infantil, la cual sonaba como si
una cajita de música hubiese sido abierta.
La melodía comenzó a fluir sola, como en la madrugada
cuando esperaba la hora de ir a recogerlo para llevarle al colegio.
Suspiré, no porque lo necesitara, sino porque deseaba
que el efluvio del joven inundara todo mi paladar, deseando que se introdujera en
mis pulmones e hiciera que mi garganta ardiera como nunca lo había hecho ante
el deseo de beber de su sangre, ya que aquello lograba que la melodía fuese aun
más intensa, más significativa, donde los “Re” menor se entremezclaron con las
notas altas y bajas de aquella melodía que aún no tenía nombre, pero que ya
tenía dueño.
Volteé a verlo de soslayo, percatándome de como
comenzó a bostezar.
—¿Te aburre? —pregunté sin dejar de tocar.
—En lo más mínimo… es cool, tocas como todo un
profesional, ¿vale?… es solo que no dormí bien anoche, lo sabes. —Asentí aún
improvisando aquella melodía que se fue guardando en mi cabeza sin pretenderlo,
mientras Jacob comenzó a mover sus manos como si fuese un director de orquesta,
haciéndome sonreír, volviendo a enfocar la vista sobre las teclas.
—¿Cómo se llama la canción? —preguntó él, moviendo sus
manos al compás de la música sin dejar de tocar, concentrándome en la parte más
fuerte e intensa de esa canción, la cual aún no poseía nombre, pero tenía dueño,
que no había sido escrita, pero ya se estaba construyéndose sola y que cada
nota daba justo lo que yo deseaba, plasmar lo que sentía en ese momento, culminándole
muy lentamente, volteando para verle, percatándome que él joven Black se había
quedado dormido.
Me levanté, y subiendo a gran velocidad, fui en busca
de una cobija, volviendo nuevamente a la sala, cubriéndole con ella desde los
pies hasta los hombros, colocándome de rodillas junto a él, observando su
rostro, le respondí a sabiendas de que ya no escucharía la respuesta a su
anterior pregunta.
—Se llama “La nana de Jacob”. —Sonreí como un estúpido
ante aquella infantil respuesta que no fue escuchada, levantándome para
caminarme hacia uno de los amplios ventanales, observando la noche, donde cada
suspiro quemó mi garganta, ante la insistente sed de él.
¿Que era aquello?... ¿masoquismo?... ¿Una manera de
retarme a mí mismo y saber que podía controlar mi sed?... no podía comprender
porqué lo hacía, pero aquello me agradaba, el que toda la casa estuviese impregnada
de su olor y que yo pudiese soportarlo tan histriónicamente bien.
Comencé a enfocarme en los pensamientos de mis
hermanos y los de mis padres, pero no había nada, se encontraban lo bastante
lejos como para no percibir nada, aquello me hacía sentir mucho mejor.
Me quedé un largo rato observando las afueras de la
casa, todo estaba tranquilo, en silencio hasta que comencé a escuchar un
celular repicar. Corriendo velozmente, me acerqué a la mochila de Jacob, la
cual se encontraba en uno de los sofás de la sala, contestando rápidamente la
llamada, intentando hablar bajo.
—¿Hola? —Del otro lado de la línea nadie habló, así
que dándole una rápida mirada a la pantalla, me percaté que decía “Llamada entrante de papá”. Volví a hablar,
posando el teléfono en mi oreja.
—¿Señor Billy Black? —Un silencio de unos veinte
segundos fueron rotos por una pregunta en un tono algo molesto.
—¿Quién habla? —Comencé a caminar, intentando alejarme
de Jacob, el cual comenzó a moverse.
—Habla Edward Cullen, señor Black. —Se volvió a hacer el
silencio, respondiendo en un tono cortante.
—¿El muchacho del doctor Carlisle?
—Así es, señor —respondí amablemente.
—¿Dónde está Jacob? —preguntó el caballero, secamente.
—Él se encuentra bien… está dormido justo ahora —alegué
pausadamente, escuchando como el hombre movía la silla de ruedas.
—¿Por qué te empeñas en querer ser amigo de Jacob? —preguntó
el padre del joven, respondiéndole con otra pregunta.
—¿Por qué no?... no creo que haya nada de malo en
ello. —Se escuchó un bufido, espetándome de mala gana.
—Porque no quiero que mi hijo sea amigo de un
chupasangre. —Aquello dolido en lo más profundo de mi ser.
—Pues lo mismo podría decir mi padre sobre el que yo
sea amigo de un hombre lobo —El caballero no respondió ante ello—. Escúcheme,
señor Black, yo no pretendo dañar a Jacob y mucho menos ser una mala influencia
para él… me parece un chico extraordinario y lo menos que quiero es que le
suceda algo malo. —El hombre volvió a bufar por la nariz, soltando con aquel
tono de voz que me incomodaba.
—¿No quieres que salga lastimado?... pues aléjate de
él.
—Pues créame que el día en que vea que la vida de
Jacob corre peligro, yo mismo me alejaré de él. —Dicho aquello el padre de
Jacob trancó la llamada, suspirando por demás incómodo, ya que jamás pensé que
la primera conversación con aquel hombre sería tan dura.
Mis pasos me habían llevado hasta el comedor, escuche
un fuerte golpe que provino de la sala corriendo hacia allá, contemplando como
Jacob se encontraba aún roncando, enrollado entre las sábanas, durmiendo plácidamente
en el piso, como si jamás se hubiese caído del sofá, mordiéndome el dedo
índice, doblado a modo de ganchillo, intentando contener las risas.
Aquello sí que era dormir en serio, el chico aún
después de semejante golpe, siguió durmiendo como si nada hubiese ocurrido.
Me acerqué a él, y tomándolo entre mis brazos, le
levanté recostándole nuevamente en el sofá, comenzando a acomodarle las sábanas,
escuchando como el chico soltó entre sueños.
—Edward. —Me quedé inerte, observándole detenidamente
sin saber qué hacer, acercándome para constatar si se estaba despertando, pero aún
dormía, respirando lentamente, profundamente dormido.
“¿Sueñas conmigo?”, me pregunté a mí mismo, como si pudiese
obtener una respuesta, observando cómo sonreía.
—¿Jacob? —solté en un susurro, comprobando que en
verdad se encontraba dormido, contemplando cómo se enrolló entre las sábanas
haciéndose un mohín en el sofá.
Él había dicho mi nombre entre sueños y yo aún no lo
había asimilado, comenzando a recordar a Romeo y Julieta, recitando las
palabras del protagonista de aquella obra, susurrando entre dientes en broma.
—Vuelve a decir mi nombre, deja que tus labios
pronuncien nuevamente mi nombre y juro que moriré esta noche. —Y al instante
Jacob soltó.
—Edward. —Si hubiese sido humano, la tensión se me
hubiese disparado a doscientos cuarenta, me hubiese dado un infarto y un paro
respiratorio todo al mismo tiempo, pero como prácticamente ya estaba muerto,
solo percibí aquel golpe en mi pecho que me demostraba que aún estaba vivo.
No me había percatado de lo que hacía hasta que dejé
de hacerlo, acariciaba su cabello comenzando a sentirme mal nuevamente, alejándome
de él, levantándome del suelo, cerrando mis ojos y negándomelo una y otra y
otra vez, soltando en mi mente, sin poder guardármelo por más tiempo.
“Estoy seguro de tres cosas:
la primera, la verdadera y fuerte amistad entre un vampiro y un hombre lobo
crecía cada día, la segunda, una parte de mí, y no sabía que tan potente podía
ser esa parte, deseaba su sangre, y tercera… estaba incondicional e
irrevocablemente enamorado de él”.
Me arrodillé derrotado ante esas fuertes palabras mentales
que me había dicho a mí mismo, arrojándome a su lado en el suelo, observándole
de nuevo, susurrando casi inaudible.
—Te amo… Jacob. —El golpe en el pecho volvió a
aparecer con mayor intensidad, quedándome allí el resto de la noche, velando
sus sueños, rogando porque me mostrara que era yo el protagonista de ellos, dándole
paz a mi interior.
Dios! se lo dijo...y mientras duerme,me suena super romántico :D oh Romeo!! gracias por actualizar, no sabes cuanto esperé!!gracias, ha estado super -By Mahô
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