Capítulo 13
Entre dudas, odios y sueños
A
ojos de Jacob
Caras, tantas caras que se dibujaban en mi mente sin
poder distinguir quiénes eran… solo era eso, un mar de caras y túnicas rojas
que se dibujaban en una amplia plaza. No reconocía el lugar, pero lo
angustiante de aquella escena era que yo intentaba correr entre aquel mar de
personas que festejaban entre gritos y algarabía, alzando mi rostro como en
busca de algo o de alguien, donde un gran reloj de una muy antigua torre se
vislumbró delante de mí, señalando las doce en punto del mediodía, justo cuando
el sol golpeó mi rostro en su esplendor, en el que un golpe seco me hizo
despertar, abriendo mis ojos.
Lo primero que vi fue a Edward, el cual se halló
sentado en el suelo, recostado del sofá donde dormía con un libro entre sus
manos, observando hacia las escaleras, volteando para verme por demás molesto, ya
que me habían despertado.
—Lo siento, Jake. —Bostecé negando con la cabeza,
estirándome sobre el sofá, respondiéndole aún somnoliento.
—Tranquilo, men… no pasa nada. —Me senté quitándome la
cobija que tenía encima, observando a Alice bajar las escaleras, mientras
Edward se incorporaba del suelo, bajando mis pies, sentándome en el sofá, pasándome
las manos por el cabello, intentando acomodarle.
—Lo siento —se disculpó Alice con Edward, quien le
miró de mala manera al haberme despertado.
—Que no ocurre nada, hombre… todo bien. —Me levanté
recordando aquel extraño sueño, mientras Alice se acercó a mí, abrazándome por
los hombros.
—¿Y cómo dormiste? —preguntó, mientras intentaba
olvidar aquella pesadilla, respondiéndole después de bostezar.
—Pues si crees que tuve mala noche a causa de lo
sucedido ayer, te equivocas. —Me estiré nuevamente, caminando rumbo al baño, comenzando
a asearme, pensando qué demonios podían hacer unos vampiros con un excusado en
su casa, riéndome ante mis estúpidas elucubraciones, terminando de asearme,
saliendo de la habitación, rumbo a revisar mi mochila, tomando el celular, revisando
si había alguna llamada, y en efecto, mi padre había llamado, caminando hacia
la cocina donde Edward y Alice intentaban hacerme un omelette.
—¿Mi padre llamó anoche? —pregunté, observando el
desastre de cáscaras de huevo que había sobre la barra de la mesa. Edward volteó
soltando la paleta de madera, siendo Alice quien la tomaba rápidamente.
—Aamm… sí —respondió él limpiándose las manos con un
toallin de cocina, sacando el pan de la alacena—. Espero que no te moleste que
haya tomado la llamada. —Negué con la cabeza preguntándole algo intrigado.
—¿Qué te dijo? —Guardé el celular en el bolsillo de mi
pantalón, tomando una toalla desechable, comenzando a limpiar aquel desastre
que había hecho.
—Pues él no se encontraba muy alegre, he de admitir —soltó
Edward, ayudándome con la limpieza.
—¿Te trató mal? —pregunté, observando su reacción, negándome
con la cabeza, mientras sus ojos tristones me dijeron lo contrario.
—Te trató mal, ¿no es así? —Suspiró y luego respondió.
—Pues… la verdad fue algo duro… es decir, imaginé
nuestra primera conversación de otra manera… no de ese modo tan despectivo. —Él
terminó de limpiar, encaminándome hacia el fregadero, observando a Alice
servirme el omelette.
—Déjalo tranquilo, ya hablaré con él —espeté de mala
manera, mientras Emmett y Rosalie entraron a la cocina.
—¿Qué es ese olor? —preguntó Emmett tapándose la nariz—
Huele asqueroso. —Volvió a decir, a lo que su mujer, quitándose la bufanda que
traía, espetó de mala gana.
—Es el can, ¿no te habías dado cuenta de su hedor? —Sonrió
mientras Edward le rugía, sonriéndome igual que ella, como si me hubiese hecho
gracia.
—¡Vaya!... la rubia cara de estreñida si tiene sentido
del humor. —En cuestión de segundos se borró su odiosa sonrisa, mientras Emmett
bajó la cabeza intentando no decir nada, siendo Alice quien riera, entregándome
mi plato de comida y Edward sacaba los panes del tostador, colocándome la
mantequilla en frente.
—Gracias. —Tomé los cubiertos, escuchando como Jasper abrió
la puerta y Alice salió rápidamente a su encuentro, mientras Edward controlaba
su mal genio al igual que la rubia, soltándole a Jasper con el buche de comida
en la boca.
—Gracias. —Supe de antemano que él había cambiado los
ánimos en el lugar, intentando controlar las rabietas de ambos vampiros.
—No es nada —Tomó a Alice de la mano, llevándosela
consigo, mientras seguí comiendo—. Mmm… no está nada mal, pensé que encontraría
restos de cáscaras en el omelette. —Edward sonrió, revelándome algo apenado.
—¿La verdad? Es bastante difícil tratar de romper un
huevo sin destrozarlo con nuestra fuerza, es algo complicado. —Solté una
carcajada cubriéndome la boca con una servilleta, intentando no escupir la
comida, imaginándome aquello.
—Alice tuvo la genial idea de pasarlos antes por el
colador. —Comencé a toser ahogado ante aquello, mientras Edward me palmeaba la
espalda, intentando controlar aquel atraganto, tragando poco a poco, tomando un
poco de jugo, soltando una carcajada contenida, acompañada de la de Emmett.
—Dioooos… como me hubiese gustado haberlos visto… —Rosalie
se levantó rápidamente, saliendo de la cocina como alma que lleva el diablo, incomodándome
ante su reacción, preguntándole a Emmett.
—¿Por qué me odia tanto? —El chico suspiró y negó con
la cabeza.
—No te odia Jacob, es al contrario… el ver todas las
cosas humanas que haces, la hacen atesorar su humanidad ya perdida. —Me quedé
por largo rato observando mi comida, preguntándole rápidamente.
—¿Cómo se convirtió en un vampira? —Pero justo en ese
momento Rosalie lo llamó, haciéndole incorporarse de un salto.
—Que te cuente Edward, brother… yo debo irme. —Me
palmeó el hombro, saliendo raudo por la puerta rumbo hacia las afueras de la
casa, terminándome el desayuno, bebiéndome el jugo, observando a Edward
esperando a que me contara.
—A todos nos convirtió Carlisle, menos a Alice y a
Jasper. —Aquello me asombró.
—Woow… jamás pensé que a el “Doctor Colmillos” le
gustara tanto hincar el diente. —Edward rió, tomando el plato junto con el
vaso, colocándoles sobre el fregadero.
—Pues no lo hubiese hecho en otras circunstancias
salvo por las que él las hizo. —Observé a Edward, escuchándole atentamente
mientras él lavaba los trastos.
—Por ejemplo, mi transformación fue porque moría a
causa de la gripe española… él sintió mucha afinidad conmigo, deseaba formar
una familia y mi madre humana ya había muerto… ella le pidió que me cuidara. —Su
rostro se tornó triste al hablar de su madre biológica.
—Comprendo. —Le palmeé el hombro, ya que él había
terminado de lavar los trastos y había contado todo lo demás sentado a mi lado.
—Rosalie… Mmm… pues es algo más duro de contar, ella… —Se
lo pensó por unos segundos y luego prosiguió— Su vida fue malograda por su prometido.
—Le miré fijamente.
—Él era de mal beber y abusó de ella en conjunto con
sus amigos. —Tragué grueso, comprendiendo el porqué de aquella dura amargura.
—Vaya… por eso es que es como es, imagino yo. —Edward
me sonrió.
—No siempre fue así. —Le miré arqueando una ceja.
—Te voy a contar algo que espero solo quede entre tú y
yo —Le asentí, observando como él se concentraba, buscando mentalmente si había
alguien cerca que pudiese escuchar—. Ella fue trasformada por mi padre para que
fuese mi pareja. —Las piezas comenzaron a encajar mejor en todo aquel asunto.
—Así que no solo es por lo que Emmett alega, ¿no es
así? —Él suspiró, negando con la cabeza, bajando la mirada
—Tú le gustabas… pero nunca le prestaste atención, ¿no
es así? —Él joven asintió.
—¿Por qué no te gustaba Rosalie? —Edward me observó
tornando un rostro sarcástico, riendo ante su cara— Jajaja… bueno, aparte de
porque es como un puñetazo en el estómago. —Él sonrió, respondiéndome.
—¿Para mí?... Ella solo era como una hermana.
—Mmm… comprendo. —Me quedé observándolo detenidamente,
mientras él se levantó de repente, y observando su reloj de pulso, me notificó
como nervioso.
—Tu padre de seguro debe de estar muy molesto… creo
que deberías ir hasta tu casa. —Me levanté y caminé hacia la sala, tomé mi
mochila, y observando el piano, le comenté.
—Nunca me dijiste cómo se llamaba la canción. —Pero él
sin pretensión alguna de responderme tomó las llaves y salió de la casa rumbo a
buscar el auto.
Salí a las afueras esperando a que él trajera el Volvo,
suspirando ampliamente, recibiendo todos los aromas adyacentes a la propiedad,
ya que poseía un olfato canino bastante privilegiado, y al instante llego a mí
aquel efluvio asqueroso.
—Laurent —solté observando a todos lados, justo cuando
el auto de Edward derrapó frente a la casa, quedando a escasos centímetros de mí.
Salió del vehículo y se colocó delante te de mí,
agazapado como si fuese a atacar, mientras Carlisle y Esme salieron rápidamente
de la casa, observando hacia su izquierda, por donde el vampiro arribaba como
si nada hubiese ocurrido hacia la casa Cullen.
—No eres bienvenido —soltó Edward, mostrándole los
dientes, mientras que Carlisle, colocándose entre Edward y Laurent, argumentó,
tratando de sonar cordial con el inmortal.
—Vaya… ¿la verdad?... no esperábamos tu visita tan
pronto. —El alto vampiro de color se detuvo, observando a Carlisle y luego a
Edward para culminar su escaneo conmigo.
—No sé que tengas, muchacho, pero Victoria al parecer
se ha enfocado en ti de una manera desmedida y no va a parar hasta que consiga
lo que quiere. —Carlisle y Esme se miraron entre sí para luego observar a
Edward, a sabiendas de que este sí estaba muy bien informado del asunto, ya que
le había visto en la mente de la pelirroja, intentando acercarme a Laurent,
pero Edward como siempre en aquel afán de protegerme me lo impedía.
—Puedes decirle a la pelirroja que es muy hermosa,
pero no estoy interesado en pasar mi vida al lado de una chupa sangre. —Edward
cambió su postura de atacante, colocándose pasivamente delante de mí, sin dejar
que el recién llegado se me acercara.
—Victoria se ha enfocado en el joven lobo, al parecer
está decidida a hacer del chico su nueva pareja —les soltó Laurent a los padres
de Edward al ver sus rostros desconcertados.
—Pero ella no puede obligar a Jacob a ser su pareja —respondió
Carlisle, a lo que Laurent argumentó.
—Miren… yo solo vine a darles las gracias por ayudarme
a deshacerme de esos dos, James ya me tenía cansado de sus idioteces y Victoria
es solo una golfa. —No pude evitar reírme ante lo que el vampiro decía de su
amiga.
—Conocí a un clan hace unos días antes de conocerlos a
ustedes… los Denali. —Carlisle y Esme se observaron al unísono y asintieron.
—Son parientes nuestros —respondió el padre de Edward,
a lo que Laurent prosiguió.
—Pues estoy interesado en una de ella… Irina —alegó él
enfocándose en Carlisle, quien asintió nuevamente, mientras Edward comenzó a
retroceder, colocándose a mi lado, pidiéndome casi en un susurro.
—Vámonos… ya rebusqué en su mente y dice la verdad…
así que no hay peligro en él. —Asentí, caminando hacia la puerta del copiloto, escuchando
como el recién llegado me informaba, interrumpiendo su conversación con
Carlisle y Esme.
—Victoria no descansará, lobo… solo ten cuidado. —Me
giré con la puerta del auto abierta mientras respondía.
—La estaré esperando. —Laurent me sonrió y yo a él, adentrándome
al vehículo lanzando mi mochila hacia la parte de atrás del auto, donde Edward
arrancó, comenzando a bajar por la carretera de tierra rumbo hacia la
pavimentada, pensando en lo que Laurent me había dicho.
—¿Crees que lo que él quiere decir es que no se
detendrá hasta que acabemos con ella? —Edward no dijo nada, limitándose a
conducir en silencio, suspirando algo molesto ante su mutismo, comenzando a
conocerle, pensando que era mejor dejarlo sumergido en sus pensamientos y
cuando tuviese algo que decir simplemente lo diría.
Encendí el reproductor de música, escuchando las
noticias de que en Seattle ya había habido tres asesinatos inexplicables.
—Ellos tuvieron que ver en eso —soltó Edward rompiendo
al fin el silencio.
—Pues supongo que así es. —Justo en ese momento una
camioneta blanca se detuvo frente a nosotros, obstruyéndonos el paso, donde del
lado del copiloto se encontraba mi padre y quien conducía era Harry Clearwater,
el padre de Leah y Seth.
Rodé los ojos ante aquel acto estúpido de pretender
que iban a mi rescate, bajándome del auto al igual que Edward, mientras Harry
salió de la camioneta, abriendo la puerta del lado de mi padre, ordenándome por
demás molesto.
—Entra a la camioneta, Jacob. —Sonreí de manera
irónica mientras Harry argumentaba a la petición de mi padre.
—Hazle caso a tu padre, Jacob. —Volteé a ver al
anciano, espetándole por demás molesto.
—Tú no eres nada mío para ordenarme qué hacer. —Me
encaminé hacia donde se encontraba mi padre, pero Edward se me adelantó,
posándose en frente de él, ofreciéndole su mano a modo de saludo.
—Mucho gusto, señor Black, soy Edward… —Pero mi padre
le interrumpió, observando la mano del chico de un modo despectiva.
—Sé muy bien quién eres, Cullen. —Edward bajó la mano,
mirando fijamente a mi padre.
Harry se apoyó de la puerta del copiloto, observando del
mismo modo despectivo en el que lo hacía mi padre, haciendo que Edward
comenzara a retroceder, tornando ese rostro de pena que ponía cuando algo le
incomodaba y no sabía cómo reaccionar.
—Vaya… con razón nos siguen llamando indios… ¡Qué
educación! —Les espeté casi escupiendo las palabras que sonaron reprobatoriamente,
posando mi mano en el hombro de Edward, pidiéndole muy amablemente, intentando
hacerlo sentir mejor.
—No les prestes atención, son un par de viejas
malhumoradas porque no saben qué hacer con sus miserables vidas de indios
Quileutes ya fuera de circulación. —Harry me miró con ganas de voltearme la
cara, a lo que mi padre simplemente respondió.
—Respétame muchacho. —Bufé por la nariz, respondiéndole
de mala gana.
—Pues aprende a dar respeto antes de exigirlo.
—Lamento que no le agrademos, señor black… pero
créame, no todos los vampiros somos iguales. —Mi padre le observó de arriba
hacia abajo, espetándole nuevamente de un modo cruel.
—Un chupa sangre es un chupa sangre… venga de donde
vengan… no son de fiar.
—Bueno… YA BASTA —les grité casi histérico, a lo que
Edward simplemente posó su mano en mi hombro, susurrándome quedamente.
—Está bien, Jacob… ve con ellos. —Pero antes de que
Edward terminara de hablar yo caminaba hacia el Volvo, tomando mi mochila,
lanzándosela a mi padre de mala gana en las piernas, arrojando la puerta de la
camioneta, exigiéndole al borde de la ira.
—Quiero que me dejes en paz, Billy… Vete y llévate mi
mochila… yo no pienso ir aún a la casa, no hasta que aprendas a respetar mis
decisiones. —Ante la ira no pude contenerme, y convulsionando, entré en fase
casi en segundos, soltando un rugido y luego un aullido de rabia ante lo que
estaba sucediendo.
Comencé a correr y a correr adentrándome en el bosque…
recordando todo lo que había ocurrido hacia tan solo unos segundos.
“¿Por qué… por qué me
irritaba tanto que mi padre no lo soportara?... ¿Por qué sentía esa rabia de
que nuestras familias no pudieran llevarse bien?... ¿Por qué los Cullen si me
recibían en su casa y mi padre no podía tolera a Edward?”.
Cada interrogante me fulminaba el cerebro y hacía que
mi pecho doliera, llegando a un claro, una pequeña pradera cubierta de flores
silvestres blancas y violetas, donde el aroma era agradable y la brisa hizo que
toda la vegetación se moviera como si fuese un océano, caminando lentamente,
sintiendo los rayos del sol en mi pelaje, llegando al centro de aquel lugar,
echándome sobre el pasto y las flores, cerrando mis ojos, tratando de calmar
aquel mal humor que me embargaba.
“Este lobo sí que es
prepotente y de malas pulgas”,
le escuché decir a Edward mentalmente, levantando mi rostro, el cual había
colocado sobre de mis patas delanteras, observando como el joven inmortal se sentaba
a mi lado, mientras su rostro y sus manos brillaron como si su piel fuera hecha
de diminutos diamantes ante la luz del sol.
“¿Así que por eso es que se
ocultan del sol?”.
Edward asintió sin dejar de mirarme, acomodándose
mejor a mi lado en aquel mar de flores silvestres.
“Pues sin duda que no podrías
pasar desapercibido… aunque si te llegan a descubrir puedes alegar que tratabas
de abrir un frasco de brillantina delante del ventilador… a Ángela le pasó una
vez en el salón de arte y creo que hasta trago de esa cosa”.
Edward comenzó a reír y negó con la cabeza ante mis
ocurrencias, mientras yo simplemente intentaba olvidar lo que había ocurrido
hace rato.
—Pues lo tendré en mente por si acaso. —Reí
internamente mientras le soltaba, intentando que no se diera cuenta de mi
molestia ante las palabras que diría a continuación.
“Lamento lo que sucedió… no
tienes la culpa de lo que eres, Edward… entiende eso”.
Él me miró, comenzando a acariciar mi pelaje mientras
me asentía.
“No me importa lo que tu
padre diga, Jacob… mientras tú no me pidas que me aleje de ti, yo no lo haré”.
Por un momento logré ver algo que él quería ocultar,
me vio a mí mismo dormir en el sillón de su casa llamándolo entre sueños, me
eché de nuevo sobre mis patas delanteras sin decir nada, intentando no recordar
el sueño que había tenido.
“¿Edward?”.
Él volteó a verme, pero antes de que soltara la
pregunta, él ya la había respondido mentalmente.
“La nana de Jacob”.
Comenzó
a tararearla en su mente, tal cual la había tocado en el piano, cerrando mis
ojos, sintiendo una ligera pesadez en ellos, mientras sentía como el peso del
cuerpo de Edward se posaba en uno de mis costado, recostándose sobre mi cuerpo
lobezno, el frío de su cuerpo me hizo estremecer, pero no me moví de posición,
y lentamente, me fui quedando dormido.
aww se quedó dormido...mmm algo me dice que lo estas empezando a querer, ya es tiempo. El papel de Edward me sorprendió un poco, normalmente pienso que él es muy amable y todo ello,pero no creí que tuviese esa reacción tan seguido¬¬ Emmett es fantástico, me encanta, ojala ya Edward se atreva a hacer algo.... aunque bueno creo que el primer paso lo da Jake. Estaré esperando la continuación-By Mahô
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios... Emmett siempre fue uno de mis personajes favoritos de la saga... Saludos ^_^
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