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domingo, 26 de octubre de 2014

El amor más puro



Ante los ojos de Stephano

Me había sentado en las escaleras que daban a la habitación de Thomas, Astaroth y Albsev… leía deseando que quien llegara primero fuese Astaroth para comenzar con mi plan de írmele por otros medios al muchacho.
“Bingo”, solté mentalmente al ver que justo era él quien llegaba, deteniéndose en los primeros tres escalones al ver que me encontraba sentado en las escaleras.
—¿No hay sillas en el hall? —preguntó éste de mala gana, a lo que yo le respondía.
—Sí, Gomennasai [Lo siento]… es que hay mucha gente y están hablando todos a la vez, y aquí es más silencioso.
—¿Y por qué no te fuiste a tu recamara o simplemente te vas a la biblioteca?… ¿tienes que sentarte justo acá?
Era sin duda un punto a su favor, pero yo simplemente solté rápidamente.
—Tienes razón… simplemente deseaba verte.
Él comenzaba a subir las escaleras tratando de pasarme por un lado sin tocarme.
—¿Has leído alguna vez “Asesinato en el Orient Express”? —Éste me asentía subiendo las escaleras, mientras yo me levantaba rápidamente.
—¿Y qué te pareció?... yo lo terminé anoche.
Él se detenía y mirándome fijamente suspiraba como tratando de aguantarse algún insulto, respondiéndome calmadamente.
—Bueno… no extraordinario… pero bueno… no sé porque Agatha Christie se empeña en hacer todo aquel lío de parentescos para luego terminar poniendo que el asesino fue Juan de los Palotes, es decir, quien menos tenía que ver con el occiso es quien lo mata… y no hablo de esta trama en específico, sino de otras que la dama ha escrito.
Astaroth jamás había pasado de decirme una oración y cuando se extendía, era para soltarme las mil y una maldiciones que se sabía… era la primera vez que me hablaba de esa manera, sin duda se le notaba a legua que amaba debatir un buen libro.
—Pues, a mí me gustó mucho el saber que los culpables de la muerte de Ratchett fueron todos los sospechosos, ya que era una venganza… él muy maldito había matado a una niña.
A lo que Astaroth respondía bajando un escalón mientras yo me quedaba inerte en el mío, dejando que fuera él quien se moviera dándole espacio, haciéndolo sentir seguro.
—Al final también se puede debatir si hicieron lo correcto en encubrir la “justicia por mano propia” de los culpables.
A lo que yo preguntaba rápidamente.
—¿Tú qué opinas? Yo creo que fue lo correcto. —Astaroth me miraba fijamente y luego volteaba el rostro respondiéndome mientras hacía como si iba a terminar de subir.
—Lo mismo que tú, claro. —Comenzó a subir, a lo que yo le imitaba sin hacer ruido para que no se diera cuenta que lo seguía, soltándole rápidamente.
—¿Astaroth? —Él volteaba a verme ya en el pasillo mientras le respondía con una amplia sonrisa.
—Gracias. —Él fruncía el ceño mientras reacomodaba los libros que cargaba en las manos preguntando el porqué, a lo que yo le respondía comenzando a bajar lentamente.
—Porque hoy he tenido un día patético y el que me regalaras unos segundos de tu tiempo para exponer sobre el libro, pues… es sin duda un anestésico ante tanta presión.
Él me miraba sin decir nada para luego regalarme una media sonrisa, completando mi día con la cereza que le faltaba a la copa de helado con regalías que era Astaroth para mí, haciéndome sentir más que feliz.
—Voy… voy a mi habitación tengo tarea por hacer… si me disculpas.
Soltaba el chico en un tono amable, a lo que yo le asentía disculpándome por las molestias comenzando a bajar las escaleras, sintiendo que iba a explotar ante la emoción.

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