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lunes, 23 de noviembre de 2015

Fanfic "Crepúsculo de dos mundos" - Capítulo 22

NOTA: Los personajes usados para este FANFIC son propiedad de Stephenie Meyer... Y solo de ella... Así como también su historia original.




Capítulo 22
¿Cullen o Quileutes?
A ojos de Jacob

Llegamos a Seattle a eso de las seis de la tarde… entre las diez horas de vuelo y el cambio de horario de un país a otro, era como volver en el tiempo… la cabeza aún me daba vueltas, aunque había descansado lo suficiente como para reponer fuerzas.
Emmett y Rosalie nos esperaban en el aeropuerto, aunque Emmett ni siquiera osó dirigirme la palabra, pensando que aquello era por demás extraño, aunque no dije nada, siendo la rubia la que me sonriera, después de tantas malas caras y sarcasmos para con mi persona, saludándome a lejos, haciendo un ademán con la mano, mientras Edward tomó las llaves de las manos de su hermano, tan solo dándose un par de palmadas en los hombros.
Edward movió su cabeza a modo de que le siguiera, despidiéndome de Alice y de los demás, corriendo para alcanzarle, ya que este salió como alma que lleva el diablo.
Llegamos a las afueras del aeropuerto, donde Edward compró uno de los periódicos del día, contemplando que en la portada hablaban de más muertes y desapariciones en Seattle, subiéndome al auto y observando su rostro, aquel que aún no sabía cómo explicar.
—¿Está todo bien? —pregunté, observándole fijamente mientras él asentía.
—Vamos, esa no es cara de que esté todo bien… ¿Hay algún problema ahora?... ¿Algo nuevo?... ¿Es acaso… Victoria? —Él negó con la cabeza después de encender el auto.
—Emmett está molesto —respondió Edward después de encender el reproductor de música.

Observé el periódico, trataba de pensar el porqué de la molestia de Emmett, hasta que una vaga idea llegó a mi mente.
—¿Es por nosotros? —Edward puso en marcha el auto, observándole fijamente, esperando una respuesta, la cual llegó después de un par de cambios en las velocidades, soltando al fin.
—Cree que todo cambiará ahora. —Comencé a hojear el periódico con desgano y después de un rato le pregunté.
—¿Cree que vamos a andar besuqueándonos delante de todos y haciendo mariconadas? —Odiaba andarme por las ramas así que lo solté de la manera más cruda, a lo que él asintió con cara de molestia, mientras respondía.
—Tú no te preocupes… déjame hablar con él, yo lo arreglaré.
No pude creer que justo Emmett se pusiera de ese modo, comenzando a sentirme mal por todo esto, imaginando el grito al cielo que pegarían los Quileutes al enterarse, dejando de hojear el periódico, arrojándole a un lado, volteándome para ver por la ventana.
—¿A dónde iremos primero? —preguntó Edward, sacándome de mis pensamientos.
“Buena pregunta”, pensé, imaginando que mi padre estaría al borde de un ataque de ira, ante la telenovela que de seguro le habría montado el Sam.
—Pues supongo que hay que averiguar cómo están los ánimos en mi casa. —Él asintió, cambiando nuevamente la velocidad, para llegar más rápido, donde después de un largo recorrido al fin llegábamos a la reservación.
—¿Quieres que te deje en algún lugar o prefieres que vaya contigo? —preguntó el chico, bajando la velocidad, a lo que respondí, sin pensármelo mucho.
—Quiero que vayas conmigo. —Edward viró violentamente rumbo a la reservación, adentrándose por el bosque, mientras mi corazón no paró de golpearme en el pecho.
—¿Estás nervioso? —Asentí sin dejar de ver hacia la ventana desde donde ya se comenzaba a ver la casa.
No nos habíamos detenido aún, cuando Billy ya había salido de la casa con aquella cara suya de perro con mal de rabia, volteando a ver a Edward, pero el chico no dijo absolutamente nada, deteniendo el auto, saliendo rápidamente de él, imitándole mientras me encaminaba hacia la casa.
—Dime que no vas a sacar la correa y a darme de correazos como cuando era niño.
Aunque lo había dicho en broma para ver si cambiaba aquella cara de pocos amigos, estaba tan preocupado que me temblaban las manos, observando cómo Edward se paró enfrente de él, saludándolo muy amablemente.
—Buenas tardes, señor Black… sé lo molesto que está con Jacob por haberse ido de esa manera, sin tan siquiera dar una explicación… —Mi padre le miró fijamente, respondiéndole antes de dejarlo terminar.
—Por lo que me contó Sam, mi hijo fue a salvar tu vida… ¿No es así? —Edward asintió, comenzando a mordisquearme las uñas, mientras mi padre volteó para verme, enfocando mis ojos en él, sin decir nada esperando el primer golpe.
—¿Saliste fuera del país para salvarle la vida a un chupasangre? —Edward bajó el rostro, mientras me acercaba a mi padre, respondiéndole con una pregunta por demás desdeñosa.
—¿Por qué solo ves a un chupasangre?... ¿Por qué no puedes ver más allá de que es un vampiro?... Ss un ser pensante, extraordinario que siente y padece, y aunque el mismo crea que no posee alma, YO-SE-QUE-SI. —Mi padre soltó una carcajada en un tono bastante sarcástico, exclamando sin ningún miramiento.
—¡Entonces yo tenía razón! —Me quedé completamente serio, observando el rostro de Edward, el cual sin duda sabía algo que yo no, ya que su semblante cambió considerablemente— Sin duda que el rostro de tu “amiguito” me ha dado la respuesta. —Tragué grueso, volviendo a ver a Edward, quien levantó al fin el rostro, respondiéndole a mi padre con una pregunta, tratando de sonar calmo.
—¿Y qué si es así?... ¿Y qué si Jacob y yo nos queremos? —El estómago lo sentí en los pies, los pies en el pecho y el corazón en la cabeza, mientras que la cabeza no sé donde había quedado en aquel remolino en el que se había convertido mi cuerpo.
—¡Edward! —solté en un susurro, mientras él se acercó lentamente a mi padre.
—Jacob ya es mayor de edad, él puede decidir… las puertas de mi casa están abiertas para él si quiere irse o si usted decide echarlo… —Billy alzó una ceja, sonriendo de medio lado, apartándose de la puerta mientras me decía, observándome de mala gana.
—Puedes ir a recoger tus cosas. —Aquel duro golpe dolió directamente en el corazón, quedándome por unos segundos observándole, esperando que a que se retractara, pero este no hizo ni dijo nada esperando a que yo entrara.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó Edward, a lo que mi padre respondió.
—Creo que él puede solo… no dejaré que un chupasangre pise mi casa. —Las lágrimas comenzaron a salir solar de mis ojos como un manantial de odio y dolor que se agolpó en mi pecho, entrando rápidamente a la casa y luego a mi habitación, tomando dos de mis maletas, llenándola con todo lo que pude recoger y que era realmente importante para mí.
En una esquina brillaba la cadena con el pequeño lobo, tomándole raudo para meterla en mi bolsillo, limpiándome las lágrimas, intentando cerrar las maletas como podía.
Las arrastré hasta afuera, donde apenas puse el pie en el umbral, Edward saltó a tomarlas para meterlas en el auto, posándome frente a mi padre, soltándole de manera retadora.
—Dile a Sam que aún soy el líder de la manada… les guste o no… y que si quiere mi puesto, se lo tendrá que ganar. —Comencé a caminar hacia el auto, donde Edward estaba esperándome, mientras mi padre respondió bruscamente.
—Sam está en el hospital —Me detuve violentamente, volteando rápidamente, esperando a que terminara de decir todo lo que había sucedido—. Perdió el control enfrente de Leah y ella está hospitalizada. —El rostro de mi padre se tornó triste, mientras que el mío se transformó en puro odio contenido hacia Sam.
—Maldito Harry, le salió el tiro por la culata… mira todo lo que ocasionó… incluso es culpable de su propia muerte… espero que se esté quemando en el infierno. —Y abriendo la puerta de auto, entré en él, pateando y revolcándome en el asiento del copiloto como un niño malcriado, mientras Edward arrancó bruscamente el vehículo sin dejar de ver a mi padre.
Tomó la carretera de tierra, saliendo rápidamente hacía la pavimentada, sin que yo pudiese dejar de llorar de rabia, maldiciendo ante todo lo que había sucedido.
—Lo siento —soltó él, gritando mi respuesta completamente sacado de control.
—No es tu culpa, ya no quiero que te eches la maldita culpa de todo, ¿me oyes? —Él asintió y siguió conduciendo sin decir nada.
No habían pasado ni cinco minutos, cuando comencé a disculparme con él, a lo que simplemente negó con la cabeza, alegando que no estaba molesto y que me entendía perfectamente.
—¿Puedes llevarme a ver a Leah, por favor? —Él asintió sonriéndome amablemente, intentando darle mi mejor sonrisa, pero no podía dejar de sentir aquel dolor que quemó por dentro, al recordar como mi propio padre me había echado de la casa y eso era algo que dolía muy intensamente.
Después de unos minutos, llegamos al hospital de Forks donde Sam se encontraba junto a Quil, Embry y Seth, quienes se levantaron al vernos, donde Sam enseguida le rugió a Edward y este lo miró con desdén.
—¿Como está Leah? —pregunté observando a Seth, el cual respondió de una manera poco usual.
—Por lo menos está viva… ¿Me vas a transformar en lobo, Jake? —Enseguida mis ojos se posaron sobre Sam, el cual siguió observando a Edward con odio.
—¿No pudiste contenerte, no es así?... Nunca puedes contener ese maldito mal carácter tuyo, y ahora Leah y Seth tienen que pagar las consecuencias.
Comencé a caminar hacia la habitación, observando cómo Sam se interpuso en mi camino, conectándole dos buenos puñetazos en la cara, arrojándolo al suelo.
—Respeta a tu Alfa, Sam… ¿Te quieres ganar mi puesto?... Pues comienza con aprender esa lección. —Y pasándole por un costado entré en la habitación, donde la madre de Leah se encontraba justo a ella, mientras estaba dormida.
—Hola, Sue —saludé entre susurros a la madre de Leah, quien volteó a verme con rostro de sorpresa.
—Jake, cariño… ¿Estás bien? —Asentí mientras le abrazaba y le daba un beso.
—Mejor que nunca —solté en un tono por demás fingido.
Ella se apartó un poco de la cama, llevándome hacia la puerta, contándome lo que había ocurrido, y al parecer, yo me encontraba involucrado en la discusión entre Sam y Leah, haciéndome sentir aún peor de lo que ya me sentía.
—¿Jake? —La voz de Leah nos hizo voltear a Sue y a mí al unísono, acercándome rápidamente a la cama, tomando su mano.
—¡Hola… hermosa!… —Ella sonrió a medias, ya que la venda que le cubrió medio rostro, no le dejó sonreír con total normalidad.
—Ya vuelvo, Jacob… aprovecharé que estás aquí para comer algo. —Le asentí a Sue, quien salió de la habitación, volviendo a enfocarme en Leah, la cual comenzó a llorar.
—No, no, no… por favor, Leah, no llores… todo va a estar bien. —Ella apretó mi mano con fuerza, donde su adolorido rostro me rompió por completo el corazón.
—No, no será así… ahora se casará conmigo por compromiso. —Negué con la cabeza.
—Leah, tú… ¿dejarías que el doctor Cullen revisara tus heridas? —Ella intentó controlar su llanto, imaginándome que se lo estaba pensando, respondiéndome por demás dudosa.
—No creo que Sam quiera. —Rodé los ojos por demás molesto.
—Sam no es tu dueño… es y será tu esposo… el que deberá cuidarte, amarte y protegerte… no tu amo —Ella sonrió y yo con ella, retomando la conversación—. Sé que el Doctor Cullen puede dejarte como estabas antes… él es muy buen doctor… o por lo menos deja que él te revise, ¿sí? —Ella asintió, haciéndose acreedora de un sonoro beso en la mejilla— Bien… pronto vendré con él a verte.
—Por lo menos solo fue mi rostro y no pasó a mayores. —Tomó mi mano, posándola en su vientre.
Abrí grande ojos como platos soperos, sonriendo ampliamente, abrazándola con fuerza, donde casi le saqué de la cama.
—Jacob, basta… —exigió ella, golpeándome y gimiendo de dolor.
—Oh mi Dios, discúlpame pero estoy sacado de control… jajajajaja… Dios… es grandioso,  ¿y cuántos meses tienes de gestación?
Ella me mostró cuatro dedos, haciéndome sonreír como si fuese yo el padre de la criatura.
—Bueno… solo espero que sea tan bella como su mamá. —Leah me dio un par de manotazos, justo cuando Sue regresaba, notificándome un poco intranquila.
—Jake... tu amigo el Cullen y Sam están discutiendo en el pasillo… creo que deberías salir. —Suspiré, asintiendo a la petición de Sue, dándole un beso a Leah, despidiéndome de ambas mujeres, saliendo de la habitación, contemplando que, en efecto, ambos estaban soltándose los mil y un reproches, interponiéndome entre ambos, posando cada una de mis manos en el pecho del otro, intentando empujarles para separarlos.
—Ya basta, bestias salvajes… estamos en un hospital… —Me enfoqué en Sam, espetándole de mala gana— Tú… deberías ser el más considerado… —Volteé a ver a Edward, alzando una ceja, a lo que el chico comenzó a tranquilizarse, echándose hacia atrás, mientras yo dejaba de infundir presión entre ambos cuerpos, logrando calmar los ánimos, observando como Quil y Embry cuchicheaban entre ellos a distancia, y Seth me miraba con ganas de brincarme encima para que al fin despertara sus genes lobezno.
—Solo espero que le quites de la cabeza esa idea que tiene de que te casarás con ella por compromiso. —Sam volteó a verme y su rostro se tornó por demás serio.
—No será así… no te preocupes. —Asentí, justo cuando el padre de Edward arribó al hospital, encaminándome hacia donde él se encontraba, saludando a su hijo con un efusivo abrazo.
—Aquí se lo traje, Doc., entero y con la cabeza en su sitio. —Carlisle y Edward sonrieron mientras el doctor Cullen me abrazó, soltándome al oído.
—Gracias, Jake… no tengo como agradecerte lo que has hecho.
—Oh sí, sí que lo tiene. —Comencé a contarle lo que había ocurrido con Leah, prometiéndome que la revisaría para ver qué podía hacer por la chica, abriéndole paso entre los Quileutes, quienes le miraron con cara de pocos amigos, explicándole a Sam que Leah deseaba verlo.
Mientras esperábamos a que el doctor revisara a Leah, le pregunté a Edward de qué demonios secreteaban los muchachos, a lo que el chico respondió.
—Están sacando sus propias teorías sobre lo que hay entre tú y yo. —Aquello comenzó a irritarme, pero si ellos deseaban tela para cortar, yo les iba a dar un atelier completo.
El Doc. al fin salió y se reunió con nosotros, donde Sam se nos acercó un poco para escuchar, mientras el señor Cullen nos notificó, enfocándose en él.
—Las heridas son bastante profundas… gracias a Dios que no perdió el ojo ni la visión. —Volteé a ver a Sam, tan irritado, que sentí que podría llegar a entrar en fase, mientras él simplemente bajó la mirada.
—Pero hay que ver como la herida sanará y que secuelas dejará… Así no podemos hacer nada aún, Jacob… Prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para que ella quede como antes. —Le asentí a Carlisle, palmeándole el hombro, mientras nos notificaba.
—Bueno… debo trabajar… los muchachos los esperan en casa y ¿Jake?… Esme está como loca, deseando que llegues a casa, hijo. —Aquella palabra me hicieron sentir tan a gusto que no supe cómo reaccionar.
—Gracias… Carlisle. —No se me daba llamarle papá… yo tenía mi padre, y aunque doliera cómo me estaba tratando, eso no cambiaría aquello, él asintió y acomodándose la bata salió rumbo a emergencias.
—Bien… ya escuchaste… vamos a casa ya que gracias a un pedazo de idiota me corrieron de la mía. —Volteé a ver a Sam, quien me miró sin decir nada, alejándose de nosotros para tomar asiento, mientras que Quil y Embry seguían con sus secreteos, observándonos fijamente.
“Que comience el espectáculo”, me dije a mí mismo, riendo ante lo que estaba a punto de hacer, y pasándole por un lado a Edward, le solté, después de atestarle una buena nalgada.
—¡Vámonos, papi!… aquí ya no hay más nada que hacer. —Todos los Quileutes se quedaron de piedra, mientras que Edward giró el rostro para verme, sin poder creer mi irrespetuosa actitud, pasándole por un costado, ignorándoles a todos, comenzando a caminar junto a mí, acariciándose el cabello de un modo nervioso, sin poder creer aún lo que había hecho.
Al salir del hospital el chico me preguntó aún asombrado.
—¿Te volviste loco? —Sonreí, entrando al auto, a lo que el joven vampiro me imitó, sin dejar de verme a la cara.
—Pues si ellos quieres chismosear como comadres de pueblo, yo le voy a dar material para que lo hagan… ya me están cansando. —Me crucé de brazos, mientras Edward comenzó a reír, aún sin poder asimilar aquel descaro de mi parte, arrancando el auto, siendo yo quien colocara música, recostándome en el asiento, después de cerrar los ojos, no quería pensar, no quería sentir… solo deseaba que las cosas mejoraran y que ya no hubiesen tantas peleas y discusiones de ambos bandos.
Su fría y suave mano se posó sobre la mía, haciéndome abrir los ojos, volteando el rostro para observarle, a lo que Edward me sonrió dulcemente, sin poder decir absolutamente nada, tan solo apretando con fuerzas la de él, a modo de respuesta a sus intenciones de darme cariño.
Tomó la carretera de tierra rumbo hacia la casa de los Cullen, recordando la última vez que había estado aquí, sintiendo como la vergüenza me invadía.
Bajé del auto, después de soltar su mano, subiendo las escaleras, contemplando que los vidrios rotos ya no estaban, sintiendo como Edward se posó en la puerta, observando lo que yo veía.
—¿Sucede algo? —preguntó el joven vampiro, abriéndome la puerta, mientras yo negaba con la cabeza, pasando el umbral de la casa, justo cuando Esme se le lanzó sobre Edward, abrazándolo con una sonrisa de oreja a oreja.
—Mi hermoso Edward… mi hijo… gracias a Dios que estás bien. —El chico le abrazó, colocando aquella cara de vergüenza que solía poner, haciéndome sonreír, apartándose un poco de su hijo y tomándole del rostro con ambas manos para llenarlo de besos.
Comencé a caminar hacia el sofá pero justo en ese momento Esme soltó a Edward para abrazarme a mi tan rápido, que no me pude dar cuenta cuando se había posado enfrente de mí.
Ahora era Edward quien reía y yo me ruborizaba, mientras Esme me agradeció una y otra vez por haber ido a salvar la vida a su hijo.
—No… no es nada, Esme… Estamos a mano… jeje… yo lo salvé a él y luego él a mí… así que no hay deuda. —Pero ella negó con la cabeza, alegando que era ella la que tenía esa deuda conmigo, dándome un dulce y frío beso en la mejilla, mientras que yo simplemente sonreía.
Rosalie entró en la sala por la puerta de la cocina, observándome sin saber que decir.
—Hola de nuevo, Rosalie —saludé a la rubia, quien caminó hacia mí, respondiéndome después de tomar mi mano.
—Gracias, Jacob. —Volteé a ver a Edward, quien suspiró caminando hacia la cocina con Esme, dejándonos solos.
—Mmm… ¿Puedo preguntar por qué? —Ella respondió apremiante.
—Por hacer lo que hiciste por mi hermano… sé que crees que te odio, pero no… tampoco siento celos de ti… al contrario… te envidio —Alcé una ceja sin poder entender— Eres lo que eres, pero aún puedes ser humano… yo desearía volver a serlo y no puedo. —Su rostro se tornó triste.
—No tiene nada de especial ser humano… Sé más o menos a lo que te refieres, pero ponte a pensar solo una cosa. —Ella me miró fijamente, esperando lo que yo pensaba decirle, soltándome las manos, mientras se cruzaba de brazos.
—Si hubieses sido humana y te hubiese casado con ese animal que te desgració, hubieses sido más miserable aún y no hubieses conocido a Emmett, que se nota que se desvive por ti.
Al comienzo de mis sinceras palabras ella había tornado el rostro serio, como si se hubiese molestado porque Edward me hubiese contado aquella historia suya, pero al final ella sonrió y asintió sin decir nada más.
Alice salió por la puerta de la cocina, brincando como loca, mientras todos los demás se nos unieron.
—Siiii… ahora si seremos una familia feliz. —Jasper sonrió, abrazándola al igual que lo hacía Esme con Rosalie, dándole un dulce beso en la mejilla, mientras Edward observó a Emmett, quien se recostó en el marco de la puerta de la cocina, sin decir nada, tan solo cruzándose de brazos.
—Creo que es hora de irnos a cazar —soltó Edward, palmeándole el hombro a Emmett, donde ambos salieron de la casa junto a Jasper, mientras Alice me ayudó a buscar mis maletas para subirlas a la habitación, dirigiéndome hacia uno de los cuartos de huéspedes, observando cómo Alice llevó mis cosas a la alcoba de Edward.
—Mmm… Al… Esa es la habitación de Edward —Ella asintió y comenzó a sacar todas mis cosas, alegando que prendas de vestir se quedaría y cuáles no—. Oye, oye… no vas a botar mis cosas.
Pero ella no se detuvo, alegando que había ropa en muy mal estado que debería ser remplazada, mirándole con cara de pocos amigos, dándome cuenta de algo que no había la última vez que había pisado la casa de los Cullen y que ahora adornaba aquel lugar.
Había una inmensa cama doselada en medio de la habitación, el rostro se me debió descomponer ante aquello, ya que Alice me preguntó rápidamente, después de tomarme de la mano en busca de mis pulsaciones.
—¿Te encuentras bien? —Comencé a sentir cierto mareado, ya que el simple hecho de imaginarme el porqué esa cama estaba allí, me hizo sentir por demás nervioso.
Ella observó lo que yo miraba sin parpadear, soltando una carcajada.
—Ese es mi regalo para ustedes.
Aquellas palabras me hicieron sentir un poco mejor, aunque no podía dejar de odiarle por eso, pensando que el de la idea había podido ser de él, pensando en perder su virginidad conmigo.
—Maldición, ¿estás demente?... Pensé que había sido idea de tu hermano. —Me arrojé sobre la cama, sintiendo como Alice se recostó a mi lado.
—Vamos… no te asustes… conociendo al reprimido de mi hermano, de seguro tendrás que ser tú quien lo ate a la cama y lo tengas que violar. —Los ojos casi se me salen de sus orbitas, tomando una almohada para cubrirme el rostro, mientras ella no paraba de reír por demás divertida, terminando de arreglar mis cosas, donde ella pensó que quedarían mejor, sintiendo como dejó algo sobre la cama, notificándome  continuación.
—Me voy… Edward ya llegó. —Me quité la almohada de la cara, observando cómo Alice me guiñaba un ojo, sonriéndome de manera divertida.
“Maldita demente”, pensé ante las loqueras de Alice, ya que no comprendía el porqué todo aquello, lo estaba disfrutando de aquel modo.
Edward entró por la ventana, haciéndome saltar fuera de la cama como un resorte.
Él caminó hacia mí, y observando hacia la cama, volteé el rostro para ver qué mirando, encontrándome con la cadena que Edward me había regalado, comenzando a tocarme los bolsillos, sin comprender como la había sacado de mis jeans, sin que me diera cuenta.
—Aamm… yo… eeemm… se… me rompió… —Edward sonrió, tomándola rápidamente entre sus manos, dándole unas cuentas vueltas y apretones para luego sostenerla en su mano derecha, mostrándome como había quedado de nuevamente arreglada.
Se posó a mis espaldas, colocándomela mientras el corazón parecía que se me iba a salir a todo galope por la boca.
—Mmm… gracias… —Él asintió, comenzando a buscar entre sus cosas, sacando la pulsera que yo había elaborado para él, entregándomela después de extender su mano hacía mi, para que yo se la colocara.
La até como pude, ya que el pulso que tenía en ese momento no era el más adecuado para eso.
—¿Te encuentras bien? —preguntó él, a lo que yo simplemente asentí, observando nuevamente la cama, preguntándole rápidamente.
—¿Por qué la cama? —Edward bajó la cara, comenzando a acercarse a mí, tomándome del rostro para responderme con aquella voz suya que podía derretir hasta el Polo Norte.
—No tienes porque sentir miedo, Jacob, te respeto más de lo que tú crees… ¡incluso más de lo que tú me respetas a mí! —Rodé los ojos completamente extrañado ante aquella afirmación— Me nalgueaste en público, Jacob, ¿o no lo recuerdas? —Solté una carcajada, escuchando las risas que irrumpieron desde la sala— Maldición —soltó Edward alejándose de mí—. Es difícil tener privacidad en una casa infestada de vampiros. —Intenté no reírme, comenzando a quitarme los zapatos, sentándome en la cama mientras preguntaba.
—¿Emmett está bien? —Edward asintió.
—Poco a poco lo irá asimilando… pero sí, Jasper y yo hablamos con él… todo está como antes y no te salvarás de sus bromas pesadas. —Edward también se quitó los zapatos, mientras yo me recostaba en la cama, sonriendo ante lo de Emmett, observando la hora en mi reloj de muñeca.
Era bastante tarde… tenía sueño y me sentía cansado, Edward comenzó a correr las sábanas para que me metiera debajo de estas, apagando raudo las luces, percatándome como la luz de la luna dio bastante claridad a la habitación, gracias a la ventana panorámica que había en la habitación.
Él se recostó a mi lado, volviendo a decirme en un tono calmo.
—No tienes porqué sentirte presionado… —La presión estaba, sin duda que había tensión sexual entre él y yo… pero ninguno de los dos lo demostraría aún— No quiero que pienses que es lo que quiero, porque no es así. —Volvió a decir él, intentando calmar las palpitaciones que se me agolpaban en el pecho, lo que él no sabía, era el porqué de aquel ritmo cardiaco hasta que le solté sin poder contenerme más.
—Solo… Solo quiero que termines… lo que dejaste inconcluso en el baño del aeropuerto… en Italia. —El silencio se apoderó de la habitación, solo los grillos y las lechuzas irrumpían en aquel silencio que me hizo sentir algo culpable.
Sentí que a lo mejor estaba apurándolo a hacer algo que él no deseaba, comenzando a girarme con intención de darle la espalda, justo cuando Edward incorporó su torso, y tomándome del brazo para que volviera a mi posición inicial, posó sus labios muy lentamente sobre los míos sin mover ni un músculo.
Mi corazón latió con tanta fuerza, que de seguro le podían escuchar hasta la sala, esperando a que él reaccionara, pero al parecer se encontraba en un estado de shock, siendo yo quien le tomara del rostro, moviendo mis labios sobre los de él, percibiendo como el joven vampiro volvió a reaccionar, tomándome por la cintura, mientras seguí moviendo mis labios, justo cuando él hacía lo mismo, aunque con mayor cautela.
Me separé de él, percibiendo como volvió a recostarse en la cama, intentando no verme al rostro, mientras yo recostaba mi rostro en su pecho, sintiendo como Edward me abrazaba con fuerzas, contemplando como iluminó de golpe la habitación con luces de fuegos artificiales y explosiones de cohetes de bengala, siendo Emmett quien gritara desde las afuera de la casa.
—SIIII… VAS A DEJAR DE SER VIRGEN, MALDITO REPRIMIDO.
Solté una estruendosa carcajada, escuchando como Jasper y Alice rieron, mientras Rosalie le regañaba por hacer tanto escándalo.
Edward tomó las sábanas, arrojándolas sobre nosotros, cubriéndonos por completo, imaginando que se estaría muriendo de la vergüenza.
Le palmeé el hombro, tratando de hacerle sentir mejor, Esme y Carlisle retaron a Emmett, alegando que debía de comportarse como un humano normal, pero el enorme vampiro simplemente rió, sin importarle nada.
Al culminar toda aquella algarabía en las afueras de la casa, Edward comenzó a tararear mi canción de cuna y poco a poco me fui quedando dormido, pensando sobre la contradicción de mi calor corporal y su fría piel, comparándola con el sol y la luna, adentrándome al mundo de los sueños, donde contemplábamos el amanecer, pero en vez de solo salir el sol… había un impresionante eclipse, símbolo de unión entre el sol y la luna… donde el mundo nos demostraba que no era imposible nuestra unión, mostrándonos un hermoso Eclipse al amanecer.

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