Capítulo 19
Todo mi mundo se viene abajo
A
ojos de Jacob
Observé el pétreo y agraciado rostro de Edward
perderse entre los árboles, intentando alcanzarlo, pero mientras más corría, él
más se alejaba de mí, comenzado a gritar y a gritar descontroladamente,
golpeando los árboles, tratando de entrar en fase, pero mi cuerpo no respondía,
escuchando a mis hermanos Quileutes, gritar mi nombre a la distancia.
Entre manotazos y gritos ahogados, sentí como mi padre
me zarandeaba sobre la cama, llamándome una y otra vez para que despertara de
aquella pesadilla, la cual me atormentó por unas cuantas noches atrás,
despertando nuevamente a mi padre, quien ya estaba cansando de todo aquello.
—Jacob, ya basta… basta de esto… ¿Qué pasa contigo? —Le
ignoré, dándome la vuelta sobre la cama, observando la pared, secándome las
lágrimas y cerrando los ojos, intentando conciliar nuevamente el sueño, mientras
mi padre suspiraba, empujando la silla hasta la salida, argumentando de mala
gana— Solo espero que no sea lo que me estoy imaginando.
Y dicho esto, salió de mi alcoba, trancando la puerta,
justo cuando introduje mi cabeza por debajo de la almohada, quedándome dormido nuevamente.
~°~°~~°~°~ Tres horas más tarde ~°~°~~°~°~
El despertador sonó a eso de las siete de la mañana, y
aunque era sábado, había quedado con Sam y Quil para dar un vistazo hacia la
frontera con Canadá y nuestro territorio, para ver si podíamos dar con la
pelirroja, la cual no paraba de matar gente en Seattle.
Me levanté como pude, dándome una ducha rápida y
colocándome el peor de mis shorts, yéndome descalzo hacia el bosque, donde ya
Sam y Quil me esperaban.
—¿Qué crees que sea mejor?... ¿Nos separamos o rastreamos
el perímetro juntos? —Me encogí de hombros, bostezando e intentando alejarme de
ellos para entrar en fase, a pesar de haber aprendido a controlar mis
pensamientos al estar con ellos, y menos después del sueño que había tenido anoche.
Comencé a convulsionar, entrando al fin en fase, por
demás calmo, trotando sobre mis cuatro extremidades, adentrándome cada vez más al
bosque, percibiendo como Sam y Quil se me unían mentalmente… bloqueando todo
pensamiento sobre Edward… Sin saber cómo demonios lo conseguía, pero sin duda
poseía un don.
“Quil, ven conmigo… Creo que Jacob
puede cuidarse solo… cualquier cosa aúlla, Jake… ¿Está claro?”.
Asentí mentalmente, comenzando a correr cada vez más
lejos de ellos, y aunque yo era el líder de la manada, Sam se tomaba muy en
serio ese papel, importándome aquello en lo más mínimo, pensando que sin duda,
a la larga, él terminaría siendo el líder, ya que yo no deseaba aquella
responsabilidad.
Seguí corriendo y corriendo, mientras ambos lobos se
alejaron de mí, pensando en la cena junto a Bella, lo cual terminó con una
pregunta lo bastante comprometedora por parte de mi padre.
“Bella… ¿Te gusta Jacob?”.
Recordé volviendo a sentir aquella enorme vergüenza, como
la que me había embargado anoche.
“¿Cómo se le había ocurrido
hacerle semejante pregunta y delante de mí?”.
Bella se ruborizó, levantándose de la mesa, junto
conmigo, alegando que era tarde, siguiéndole y saliendo de la casa, observando
como la avergonzada chica entró rápidamente a su camioneta, disculpándome por
mi padre y su andropausia, a lo que ella simplemente sonrió, alegando que no
había problemas, haciendo rechinar los caucho sobre el terreno cercano a la
casa.
Seguía corriendo por la zona boscosa, intentando olfatear
hasta el más mínimo recoveco de aquel lugar, pero no había rastros de Victoria,
comenzando a sentir hambre, ya que no había desayunado; opté por cazar, sin
dejar de estar alerta.
No pasó mucho tiempo desde que me propuse a cazar,
cuando percibí aquel aroma tan familiar.
“Victoria”.
Dejé de insistir en la caza, observando a todos lados,
escuchaba los pensamientos de la chupasangre.
“Eres sin duda el ser más
perfecto que he visto en mi vida”.
Ella cayó tras de mí, girándome rápidamente,
agazapándome y rugiéndole con los ojos desorbitados de ira, mientras ella simplemente
caminó muy lentamente hacia mí.
—¿Por qué te empeñas en atacarme?... sabes que muero
de deseo por ti, ¿y aún así eso no te importa? —Volví a rugirle, logrando que
retrocediera unos cuantos pasos, viendo nuevamente aquella silueta aparecer y
reaparecer de golpe a mi lado.
Sacudí la cabeza bruscamente, intentando volver a mis
cabales, pero la imagen volvió a aparecer susurrando quedamente.
“Retrocede”.
El cuerpo se me descompuso, mientras la vampira volvió
a intentar acercarse a mí, lo cual hizo que aquella imagen se desvaneciera por
completo.
“Así que aquello aparecía ante
una descarga de adrenalina ante el peligro”.
Comencé a salir de fase a sabiendas de que no se me
haría muy difícil retomarlo en cuestión de segundos, levantándome ante los ojos
casi desorbitados de la vampira, la cual me observó de arriba a abajo con los ojos
destellantes de lujuria.
—Oh mi Dios… eres hermoso… perfecto diría yo.
Aquello me dio cierta vergüenza, el estar así delante
de ella, pero supe muy en el fondo que no me haría daño al sentirse tan
perturbada ante mi desnudez.
Comencé a caminar hacia ella, mientras aquella figura
incorpórea reapareció volviendo a repetir.
“Retrocede”.
Se desvaneció nuevamente… quedándome una vez más
inmóvil, retomando mi andar, observando como ella comenzó a echarse para atrás.
—¿Qué?… ¿Ahora me temes? —le pregunté, sonriendo de
medio lado, observando de soslayo a cada tanto como se le desviaba la mirada hacia
mi entrepierna, haciéndome sentir por demás incómodo, aunque no dejé de permanecer
decidido y firme.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunté deteniéndome y
abriendo mis brazos para que me observaba a su antojo.
Ella sonrió y asintió divertida.
—¿Me dejarás tocar? —Sonreí y le respondí
—Eso depende. —Ella arqueó una ceja por demás
divertida.
—¿Depende de qué? —preguntó relamiéndose los labios,
mientras la figura de Edward volvió a aparecer frente a mí.
“Deja de jugar, Jacob… ella
es peligrosa”.
El corazón me latió muy aceleradamente, respondiéndole
a la vampira.
—De lo que desees tocar. —Ella rió tan entretenida
como asombrada.
—Sí que eres descarado… y eso me encanta —Comenzó a
caminar hacia mí, posando su fría mano en mi pecho, dibujando con los dedos el
contorno de mis abdominales, alzando el rostro, contemplando como la figura
incorpórea de Edward, ahora se encontraba a espaldas de ella—. ¿Puedo saber… dónde
están tus amiguitos los Cullen?... fui a verlos y no estaban. —Levantó la
mirada para ver mi semblante a ver si aquello me ponía nervioso.
—Sí, así es…se largaron de Forks, son unos CO-BAR-DES —solté
aquellos mirando a la figura translucida de Edward a modo de reproche. Ella
volteó a ver con quién hablaba y justo en ese momento volví a entre en fase, intentando
arrojándome sobre ella, pero la vampiresa no era tonta y rápidamente se
escurrió por mis patas traseras, percibiendo como rozó mis partes nobles con la
mano.
“Zorra”, pensé aullando intensamente para alertar
a Sam y a Quil, comenzando a correr tras ella, donde no pasaron ni dos minutos
cuando ambos chicos se me unieron por ambos flancos, mientras la pelirroja saltó
entre los árboles, sonriendo de manera divertida, deteniéndose en uno de ellos
observándonos fijamente.
—¡Vaya, Vaya!... tres lobitos… con este haré un
hermoso abrigo… —notificó Victoria señalando a Sam, el cual le rugió, saltando
para tomarla del pie. Ella rió irónicamente, señalando a Quil—… Y con este haré
un tapete… —Quil rasguñaba la corteza del árbol con sus garras, completamente
sacado de control, mientras la vampiresa se fijaba en mí—… Y a este delicioso
can, lo haré mi mascota y esclavo sexual… —Ella se relamió la mano derecha, la cual
de seguro había pasado por mis partes nobles, lo que me hizo estremecer ante el
frío.
“En serio es una perra
descarada”, pensé,
mientras escuchaba las maldiciones de Sam y de Quil en mi mente, sin que ella
dejara de observar como yo no hice absolutamente nada ante sus palabras, viéndole
saltar de un árbol a otro y luego hacia un enorme risco, volteándose a vernos por
unos segundos para luego saltar hacia el acantilado, siguiéndola mientras los
chicos, al ver lo que pretendía, me gritaron mentalmente al unísono.
“Jacob NO”, pero era demasiado tarde… ya había
saltado tras ella, saliendo de fase, justo cuando golpeé con la superficie del
agua.
Ese día hacía frío y los vientos eran lo bastante
fuertes como para levantar olas tan grandes como montañas, al salir a flote una
de ellas me atrapó, dándome el revolcón de mi vida, logrando que me golpeara la
cabeza contra los corales del arrecife, haciéndome perder el sentido de la
orientación, sin saber donde quedaba arriba y terminaba abajo, hundiéndome cada
vez más, contemplando la imagen de Edward, nadando hacia mí, tomándome del
brazo para sacarme del agua, sintiendo como me arrastraron hasta la orilla,
levantando el rostro, contemplando que era Sam, quien me había salvado.
—Eres un maldito loco, Jacob… Jajaja… —acotó Quil por
demás divertido, quien se encontraba en la orilla, alzando mi pulgar derecho hacia
él.
—A ti todo te parece gracioso, ¿no? —me preguntó Sam
de mala gana.
—Ah no, me basta y me sobra con mi padre para que tú
vengas a hacerla de mamita Sami a cuidar al bebé. —Me levanté, sobándome la
cabeza mientras Quil se desternilló de las risas y a Sam se le quemaba el estómago
de la úlcera.
—Bueno, bueno… A casa… Tengo hambre ya no creo que la
atrapemos hoy… además Bella debe estar por llegar y la verdad es que tres
hombres completamente desnudos en la playa va a dar de que hablar. —Entré nuevamente
en fase, corriendo hasta la casa para meterme por la parte trasera de la misma.
Me duché lo más rápido que pude, intentando quitarme
el salitre del mar, saliendo de la habitación, escuchando la camioneta de Bella
estacionarse en frente de la casa, mientras mi padre sonrió encantado, rodando
los ojos ante aquello.
—Hola peligro humano… ¿Cómo te va? —Ella salió del
vehículo, azotándome con la chamarra.
—Te odio, ¿sabes? —Sonreí por demás divertido, dirigiéndonos
al granero, donde pasamos unas cuantas horas reparando la motocicleta hasta
terminarla.
—A ver Bella… móntate y trata de arrancarla —Ella se
montó y comenzó a darle varias veces al pedal de arranque—. Otra vez. —La chica
volvió a intentarlo y la tercera la motocicleta arrancó de golpe, pero ella no mantuvo
los frenos pisados, logrando que la motocicleta saliera disparada, haciendo que
esta diera una vuelta completa en el aire, cayendo de boca en contra del suelo.
—BELLA —grité asustado ante el estruendoso golpe que
se había propinado la joven, mientras la moto se había apagado al caer de un
lado, ayudándole a levantarse, percatándome que se había roto la frente y la
boca— Madre santa… si hubiese una rifa de catástrofes, tú te las ganas todas y
no dejas para nadie. Ella rió, quejándose de dolor, mientras me dio de golpe, levantándome
y quitándome apremiante la camiseta para limpiarle la sangre con esta.
Bella me miró fijamente, mientras intentaba limpiarle
sin lastimarle.
—Eres muy hermoso, ¿sabes? —Me quedé inerte,
observándola sin hacer absolutamente nada, riendo sarcásticamente.
—Vaya… ahora tendré que darte otro golpe en la cabeza
para que vuelvas a tu estado normal. —Ella volvió a darme de manotazos,
alegando que era el ser más cruel del mundo, justo cuando mi padre entró al
granero, notificándome rápidamente, sin inmutarse ante el modo tan precario en el
que nos había conseguido.
—Jacob… me acaba de llamar Sam… Harry andaba por el
bosque de cacería y le dio un infarto fulminante. —Me levanté rápidamente sin
poder creer lo que decía.
—Pero… ¿pero así nada más? —A lo que él respondió.
—El infarto lo produjo el animal pelirrojo, ya sabes…
el que los muchachos deseaban tanto cazar, al parecer lo asustó tanto, que no
lo soportó. —Aquello no lo podía creer… Victoria había vuelto, ¿y había matado
a Harry?... —La cabeza me daba vueltas, escuchando a Bella darnos el pésame, a
lo que Billy asintió, agradeciendo sus palabras de condolencia, preguntándole a
mi padre.
—¿Quieres que te lleve a la casa de los Clearwater? —Él
negó con la cabeza, observando que no traía camisa, dándole una mirada furtiva
a Bella.
—Tranquilo Sam y Quil vienen por mí… si quieres te
alistas y vas más tarde al funeral, ¿te parece? —Asentí, dejando que mi padre
se fuera.
—Lo siento mucho, Jacob, en verdad. —Negué con la
cabeza.
—No, no tranquila… solo pienso cómo debe estar Leah…
Ven acompáñame, ¿quieres? —Ella asintió, entrando conmigo a la casa, tomando el
teléfono, discando a la casa de los Clearwater, pero nadie atendía.
—Mmm… de seguro harán el funeral en la playa o en la
casa de Emily —alegué más para mí que para Bella, pidiéndole a la chica que se
sentara, buscando una de mis camisetas limpias, arrojando la sucia en el
canasto, saliendo rápidamente de mi habitación.
—¿Crees que puedas llevarme? —pregunté tomando el
celular, ella asintió escuchando un vehículo acercarse a la casa, el cual no
reconocí… Me asomé por la ventana, quedándome petrificado al contemplar el Mercedes
del doctor Cullen aparcar enfrente de mi casa, tragando grueso, observando a
Bella imaginando que podría ser él, pero el viento me trajo un efluvio completamente
diferente al suyo, pero el cual yo recordaba perfectamente.
—¿Alice? —Abrí la puerta rápidamente, pero ella ya se
encontraba postrada en la entrada de la casa. Su sonrisa se dibujó casi al
instante al igual que la mía, abrazándole con fuerzas, escuchándole decir.
—Santo Dios, Jake… ¿sabes el susto que me has dado? —Me
aparté de ella, tornando el rostro extrañado— Tuve una visión donde vi a todos
los Quileutes llorar la muerte de uno de ellos, y como no te vi, allí pensé que
habías sido tú —me explicó ella en susurros, ya que Bella se encontraba en la
sala, mirándonos de mala gana.
—Hola Bella —saludó Alice de un modo cordial mientras la
chica simplemente movió la cabeza, asintiendo, sin que yo pudiese dejar de
darle miradas furtivas al auto, a lo que ella acotó.
—Él no vino conmigo Jake, lo siento. —Me ruboricé por
completo intentando cerrar al fin la puerta, sin decirle nada ante aquello,
pero Sam irrumpió en la casa, con el rostro más endemoniado que le pude haber
visto, mirando de malas a Alice.
—Sam… cálmate —le espeté de mala gana mientras él acotó
a mis palabras.
—Ella no tiene permiso de estar aquí, el tratado dice…
—Le interrumpí, colocándome entre él y Alice.
—… El tratado dice que no tienen derecho de estar aquí
sin un permiso, y como tiene mi permiso, eso es más que suficiente, ¿está
claro? —Ambos se miraron con ganas de atacarse, mientras Bella caminaba de un
lado a otro, sin saber qué hacer.
—Sam… Bella esta aquí compórtate. —Él volteó a ver a
la chica, la cual se encontraba completamente asustada.
—Bella… será mejor que te vayas a tu casa —le exigió
Sam a la chica, la cual asintió, saliendo a gran velocidad de la casa, tomando
todas sus cosas.
—Alice, déjame hablar a solas con Sam, por favor. —Ella
asintió, y a punto de salir de la casa, espetó de mala gana.
—Y si puedes dale un baño con algún anti pulgas a ver
si se le calman un poco. —Sam le rugió, mientras yo intentaba aguantarme las
risas, contemplando como la chica salió de la casa, escuchando la camioneta de
Bella arrancar de golpe y salir de los terrenos de la casa, alejándome de Sam.
—Quiero que entiendas una cosa, Sam… sé que lo que más
deseas es ser el líder de la manada al lograr despertarlos a todos, pero
mientras yo sea quien mande, no te vas a meter con los Cullen, ¿está claro? —Él
me miró colérico, alegando sin aguantarse la rabia que lo carcomía.
—Sé que ocultas algo, Jacob… y voy a descubrir que es,
ese afán por los Cullen no me parece normal en un chico como tú. —Rodé los
ojos, escuchando repicar el celular, sacándole de mi bolsillo, sintiendo como
Sam me lo arrancó de las manos para contestar por mí.
—Diga. —Me quedé atónito, mientras Alice entró a la
casa, hablando por su celular.
—No, no… él está bien, Carlisle —le notificaba ella a
su padre, mientras Sam notificó por el mío.
—Él no está, está muerto —Arrojó el celular en contra
la pared, vociferando por demás irritado—. Malditos Cullen todos son unas
molestias. —Alice se quedó inmóvil, mientras comencé a gritarle completamente
histérico a Sam
—¿Quién era?... ¿Sam?... Dime, ¿quién era? —Pero el
chico me ignoró, sacudiéndose mis manos, cuando traté de agarrarle.
—¿Qué has hecho, pedazo de buey? —le gritó Alice a Sam,
quien soltó de mala gana.
—Era ese maldito amigo tuyo… le dije que estabas muerto,
a ver si así deja de molestar. —Alice y yo nos miramos las caras, percibiendo
la voz de Jasper muy a la distancia, desde el auricular del celular, colgando
al fin la llamada, escuchando la explicación de la pequeña vampira.
—Rosalie le llamó... diciéndole que tú estabas muerto
gracias a lo que yo había visto en mis visiones y de seguro quería confirmarlo…
sé lo que hará, Jacob… él ya me lo había dicho una vez cuando hablábamos a
solas… irá donde los Vulturi a que lo maten.
No supe en realidad cómo se encontraba mi rostro en
ese momento, pero mi cuerpo comenzó a sudar frío como si me fuese a dar una
baja de tensión o azúcar, deseando gritar y maldecir al mismo tiempo, temblando
con los puños cerrados, observando a Sam, el cual sonreía de lo más satisfecho
ante lo que había hecho.
—Espero que esos tal Vulturi nos hagan ese favor.
No había terminado de decir aquello, cuando le di dos
buenos puñetazos en la cara, rompiéndole la boca, contemplando como cayó al
suelo.
—Espero que por tu bien no sea así, Sam Uley… porque
juro que vendré a hacerte la vida tan miserable como me la has hecho tú justo
hoy. —Y escupiéndole esas duras palabras, señalándole acusadoramente, salí de
la casa junto a Alice.
—Jake, el único modo de detenerle es que él te vea… ya
todos lo han llamado y no responde… de seguro se cegó ante el dolor y no
responderá el teléfono.
—Pero, pero yo no tengo pasaporte… jamás he viajado. —Ella
sonrió, tomando el celular, y discando velozmente, me tomó del brazo, llevándome
con ella.
—Déjamelo todo a mí, cielo —Entró en el Mercedes, señalándome
la otra puerta para que entrara al auto, subiéndome a él rápidamente, justo
cuando ella encendió el auto, hablando por el celular—. Buenas noches señor
Jasón Jenks… le habla Alice Cullen, la esposa de Jasper Hale.
Ella arrancó el auto, sin dejar de hablando con aquel
hombre, escuchándole decir.
—… Sí… el nombre del chico es Jacob Black… aja…
correcto… le mandaré una foto por correo de inmediato… muchas gracias —Y
Trancando la llamada, me pidió con esa vocecita suya de niña consentida—. Ve
para acá, Jake querido. —Volteé a verle y el flash de la cámara del celular me
dejó viendo estrellas—Listo… apenas lleguemos al aeropuerto ya tu pasaporte nos
estará esperando. —Me lanzó un beso, arrancando a toda velocidad el auto.
Mi corazón no dejó de latir… no sabía si era por el
temor de perderlo o el hecho de que lo volvería a ver, nuevamente.
Extra
A
ojos de Edward
Observaba desde el desván de la casa de la isla, las
luces de Rio de Janeiro, sin dejar de pensar en todas las veces que me imaginé
mostrándole las maravillas del mundo a Jacob. El teléfono sonó por trigésima
vez y esta vez era Rosalie.
“Ahora sí… esto ya es el
colmo”, pensé, observando
de quien se trataba, elucubrando la posibilidad de que en realidad algo malo le
habría pasado a mi madre o a alguno de los miembros de mi familia para que fuese
Rosalie quien llamara, tomando el celular, contestando de mala gana.
—¿Qué quieres? —A lo que respondió.
—Woow… ¿Me debo sentir halagada de que me respondieras
o qué? —Tranqué el teléfono al ver que solo quería fastidiar, pero en menos de
dos minutos, el aparato volvió a sonar.
—Ve a molestar a otro lado, Rosalie —respondí apenas
pulsé el botón de atender, pero ella sin preámbulos soltó.
—Jacob Black está muerto, Edward. —Me quedé sin poder
decir absolutamente nada por unos segundos, respondiéndole en un tono desdeñoso.
—Si crees que con eso me vas a hacer volver, están muy
equivocados. —Pero ella acotó, sin dejarme pensar si quiera.
—Alice tuvo una visión donde veía a todos los
Quileutes en el funeral de alguien… estaba todos menos Jacob, Edward. —Tranqué
la llamada, buscado en mi agenda de contactos el número de teléfono de quien
juré que no volvería a llamar nunca más en mi vida, pulsando el botón de llamar,
escuchando como repicó unas cuantas veces y luego alguien respondía.
—Diga. —Esa voz no era la de Jacob, así que decidí
hablar.
—Disculpe, buenas noches… ¿Se encuentra Jacob black? —La
voz de aquel hombre no pude reconocerla.
—Él no está, está muerto.
Trancaron la comunicación, quedándome inerte con el
teléfono en la mano, sintiendo como el mundo se me cayó lentamente a pedazos,
destrozando el celular con las manos, saltando por la ventana del ático,
tomando todos mis papeles, y montándome en la lancha, conduje rumbo a la ciudad
y de allí al aeropuerto, tomando el primer vuelo a Volterra.
En
Alaska
Justo en lo que Rosalie terminaba de notificarle a
Edward la muerte de Jacob y esté cortaba la comunicación, Carlisle le informaba
a la rubia, entrando en su habitación, que Alice había llamado y que el chico
se encontraba perfectamente bien y que todo había sido una confusión.
Rosalie comenzó a marcar nuevamente el número de su
hermano, con el rostro completamente descompuesto informándole a su padre lo
que había hecho.
—Le acabo de decir a Edward que Jacob está muerto.
Carlisle se agarró la cabeza, por demás consternado,
mientras Jasper se adentró en la habitación con el teléfono en la mano, informándoles
que Alice se dirigía a Volterra junto a Jacob y que ambos los esperarían allá
para que llevara al chico a Italia, sin saber a ciencia cierta qué demonios se
tramaba su hermano.
Rosalie
siguió marcando el número de teléfono de Edward, mientras Carlisle salió de la
habitación, notificándoles a los demás integrantes de la familia Cullen lo que
estaba sucediendo.
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