Capítulo 18
Hace ya un mes
Brasil
A
ojos de Edward
¿Por qué se le era tan fácil para los humanos el
terminar con sus miserables vidas?... Mientras ellos añoraban la inmortal, yo
pensaba que era la más cruel de las torturas el vivirla sin tenerlo a él a mi
lado.
Contemplaba una manta raya, la cual pasó muy cerca de
mí, con el aguijón al acecho, a causa de mi cercanía.
“Pobre”, pensé ante la decepción de aquel animal
de ver como su veneno no infundiría tan siquiera dolor alguno en mí, el cual
solo me lo causaba la distancia que había decidido poner entre Jacob y yo.
Había pasado casi dos horas debajo del agua sintiéndome
hastiado. Quizás en otra ocasión esto lo habría disfrutado, pero dadas las
circunstancias, hasta lo más maravilloso me parecía tan solo una piedra más en
el camino.
Comencé a caminar hacia la orilla, percibiendo los
fuertes rayos del sol, los cuales hicieron brillar mi piel, suspirando como si
necesitara que mis pulmones se llenaran de oxígeno, pero solo lo hacía para
recordar el porqué me encontraba en isla Esme.
Tomé la toalla de baño, colocándomela en los hombros, escuchando
el repique de mi celular, contemplando en el reloj de pared, percatándome que
eran las tres y algo de la tarde, comenzando a secarme, caminando hacia la cama,
observando la pantalla del celular.
“Alice”.
Suspiré por demás fastidiado, arrojando la toalla a un
lado, ignorando el maldito aparato, el cual no dejó de sonar.
Tomé un bóxer y luego un pantalón de algodón con
cintura elástica, colocándome ambas cosas, caminando hacia la sala, donde me
arrojé en el suelo a contemplar las vigas del techo, mientras el celular al fin
dejó de repicar.
El rostro de Jacob Black volvió a mi mente de un modo
tan real que tuve el irrefrenable deseos de alzar la mano a ver si podía
percibir su calor, pero simplemente cerré los ojos con unas ganas inmensas de
gritar y de poder sacar todo este dolor que llevaba acuestas, pero era tan
cruel esta maldición, que hasta me habían arrebatado el don del llanto y de
poder descargar todo este dolor que me traspasó por completo el pecho.
Me hice un mohín en el suelo con los ojos cerrados,
mientras el celular volvió a sonar, sacándome de mis pensamientos, rugiendo y
golpeando el piso, completamente irritado. Me levanté rápidamente en busca del
aparato que estaba a punto de ser arrojado en contra de la pared, observando la
pantalla, contemplando que esta vez era Esme.
Traté de controlar mi mal humor, y suspirando, me
recosté de la cama, pulsando el botón para contestar.
—Madre. —Aquello le mataba de amor… y siempre deseó
que le tratáramos como tal, así que simplemente intenté darle gusto.
—Cielo, me tienes preocupada… todos tus hermanos te
han llamado, todos los días y tú no has dado señales de vida.
“¿Vida… Esto era vida?”, pensé imaginándome que la definición de
vivir era sentir, sonreír, disfrutar, amar, respirar… y ninguno de aquello
sentimientos representaba lo que Esme consideraba como vida.
—Pues ya saben que estoy bien. —Si aquello se podía
llamar estar bien al estar sin mi cachorro, como yo en mi mente una vez lo
contemplé, ya que él era mucho más joven que yo, para mí por consiguiente era
un cachorro de lobo que jugaba a ser adulto.
—Carlisle quiere hablarte. —Rodé los ojos.
—Ya dije que estoy bien, mamá, no quiero hablar con
nadie, solo deseo estar solo. —Pero justo en lo que terminé de hablar, la voz
de Carlisle se dejó escuchar muy pausadamente en el auricular.
—Hijo… ¿por qué te haces esto?... Alice ha estado intentando
espiar a Jacob por medio de las vivencias de los demás cuando están lejos de él
y al parecer no sirvió de nada, ya que Sam… —Pero antes de que él terminara su
alocución, yo ya había culminado la llamada y apagado el celular, introduciéndome
debajo de las sábanas, con aquel deseo punzante de llorar, lo cual no me dejó en
paz, ahogándoseme en la garganta sin poder conseguirlo, quedándome inerte con
mi dolor acuesta, sin mover ni un solo músculo.
Forks
A
ojos de Jacob
Había pasado un mes desde que los Cullen habían salido
de mi vida, Sam pensó que era buena idea despertar los genes de Quil, así que
muy a mi pesar, no había quedado de otra.
Sam le había mostrado nuestro lado lobezno de la
manera más abrupta, donde el chico casi se desmaya de la impresión, para luego
alegar que estaba más que encantado ante la posibilidad de ser como nosotros, y
Sam tuvo la brillante idea de decirle que él también poseía don.
Todos los días me venía con el mismo deseo de ser uno
de nosotros, que no me quedó de otra más que darle lo que tanto anhelaba,
aunque no me la pasaba con ellos.
Contemplé toda la cafetería desde la mesa donde los Cullen
solían sentarse, mientras todo a mí alrededor seguía igual que siempre, los
Quileutes en una mesa, los populares en otra, el equipo de básquet en una
esquina molestando con el balón, y Mickey Newton se vanagloriaba de ser el
nuevo capitán del equipo ante mi renuncia.
Nada me importaba en esta vida… nada sería igual nunca
más, no podía dejar de torturarme una y otra vez con la posibilidad de un tal
vez, de un nosotros, de unas miradas que jamás se dieron o unas palabras que
jamás se dijeron.
Sentí como una lágrima comenzó a correr por mi mejilla,
secándola rápidamente, tomando mi mochila, saliendo de la cafetería, observando
mi reloj de pulsera, percatándome que eran las diez de la mañana y ya no tenía
más clases que ver. Caminaba hacia el bus del colegio, ya que la motocicleta
necesitaba reparaciones y no tenía el dinero suficiente para hacerlo.
—Jacob. —La voz de Bella me hizo voltear a verle, observando
cómo me llamó con una ademán de la mano, suspirando e intentando tornar el
rostro calmo, caminando hacia la chica, tratando de sonreírle… aunque de seguro
aquello terminaba siendo una mueca lo bastante burda para que ella la creyera.
—Hola Bella… ¿Qué cuentas? —La chica abrió la puerta
de su camioneta, y arrojando la mochila dentro, señaló el interior del vehículo,
preguntando muy cortésmente.
—¿Te llevo? —Arqueé una ceja ante aquello, sin duda
que el ir en el bus del colegio, el cual me dejaría bastante lejos de mi casa,
a que Bella me llevara, era bastante la diferencia.
—Mmm… no sé… ¿Cómo van tus dos pies izquierdos? —Ella
me golpeó en el hombro, sonriéndome mientras respondió algo apenada.
—Pues, se están poniendo de acuerdo… Mmm… vamos, Jake…
¿no me dirás qué prefieres irte en el bus del colegio? —Negué con la cabeza, entrando
al fin a la camioneta, la cual había sido mía hace ya dos años atrás, observando
como la chica subió y arrancó el vehículo, comenzando a salir del aparcadero
mientras preguntaba.
—¿Qué le sucedió a tu motocicleta? —El recuerdo de lo
que en verdad había ocurrido me dio un fuerte golpe en el pecho, intentando
ignorar aquel dolor mientras respondía.
—Pues tuve un accidente y quedó muy maltrecha… ¿y la
verdad?... no tengo como repararla… ya que necesito piezas que son algo
costosas. —Ella asintió, encendiendo la radio.
—Pues en el deshuesadero hay bastantes motocicletas
inservibles que de seguro tienen lo que tú necesitas… si quieres vamos hasta
allá y vemos que te puede servir, ¿te parece? —Le sonreí asintiendo, enrumbándonos
al lugar en cuestión.
Brasil
A
ojos de Edward
Ya no era mi celular él que repicaba, el teléfono de
la casa comenzó a sonar una y otra vez sin parar, habían pasado tres horas
desde que había adoptado aquella posición en la cama debajo de las sábanas, sin
moverme ni pestañear tan siquiera; cualquiera que me hubiese encontrado en
aquel lugar hubiese pensado que había muerto… y en cierto modo lo estaba.
Cerré los ojos al fin, moviéndome sobre la cama, logrando
que las sábanas se movieran y mi rostro quedara al descubierto, contemplando el
horizonte, mientras un crepúsculo se dibujó frente a mí.
Volteé el rostro, levantándome de la cama, tomando el
teléfono de mala gana.
—Diga.
—Edward no cuelgues, por favor —la voz de Alice suplicó
para luego proseguir—. Sam y Quil ya despertaron sus genes lobeznos, Eddy, no
vale de nada que te sigas torturando y lo sigas torturando a él, escúchame… —Pero
le interrumpí con un tono de voz bastante déspota.
—¿A él?... ¿Qué se lo haga a él?... ¿Tú qué sabes,
Alice?... le confesé mis sentimientos… le dije lo que sentía por él y él se quedó
en shock… ¿Qué te dice eso? —Ella suspiró intentando calmarse para luego
argumentar.
—¿Acaso lo dejaste explicarse?... ¿Acaso él te
despreció o te empujó cuando lo abrazaste? —Bufé por la nariz, negando con la
cabeza.
—Alice, por favor… crees que Jacob Black… el chico más
popular del colegio… el chico por el que casi todo el gremio femenino de ese
colegio suspira va a… a… —Las palabras no me salieron, ya que, aunque Alice y
yo habíamos hablado el día que me acompañó hasta acá sobre mis sentimientos, me
costaba el expresarlos con libertad.
—¿A corresponderte? —Completó Alice, mientras yo me arrojaba
en el suelo, arrodillado ante la posibilidad de que aquello sucediera, y
simplemente al escuchar como ella retomó la conversación, tranqué el teléfono.
“¿Qué Jacob me
correspondiera?”... Imposible,
él era tan varonil, tan hombre… que no me cabía en la cabeza que él pudiese
sentir algo por mí, donde lo más seguro era que diera las gracias por haberme
ido lejos.
El teléfono sonó de nuevo, y tomándole entre mis manos,
lo destrocé, haciéndolo trizas.
—DEJENME EN PAAAAAZ —grité, arrojando lo poco que quedó
del teléfono en contra una de la pared, desplomándome nuevamente en el suelo,
volviendo a sentir aquel deseo de llorar que no podía quitarme, donde solo pude
gemir como si algo doliera en mi interior, mientras la noche cubrió toda la isla
y yo simplemente me quedé de nuevo inerte, contemplando la luna.
Forks
A
ojos de Jacob
Hacían ya las tres y algo de la tarde en Forks, cuando
llegamos en la camioneta de Bella a mi casa, con un montón de piezas de segunda
para mi motocicleta, bajando raudo del vehículo, sonriéndole a la chica, mientras
quitaba la lona que cubría las piezas en la parte de atrás.
—No sé como agradecerte lo que has hecho… prometo pagarte
ese dinero, Bella… en verdad.
Ella negó con la cabeza, arrojando la lona al suelo, colocando
todas las piezas sobre estas para llevarlas al granero de la casa, donde tenía
la moto completamente desmantelada.
—Hagamos algo, si la arreglas y queda como nueva,
prométeme que me enseñarás a conducirla y quedamos a mano. —Solté una carcajada,
arrastrando la lona, sin mayor esfuerzo, aunque habían bastantes piezas como
para que un humano normal no pudiera con aquello.
—Pues no creo que Charlie le agrade la idea. —Ella bufó
por la nariz, observando asombrada como moví la lona como si nada.
—Pues no dije que él tenía que saberlo, ¿o sí? —La
verdad era que no tenía cómo pagarle el dinero, así que asentí a su petición.
—Ok, Bella… tú ganas, ¿vale? —Ella sonrió y aplaudió
complacida, abriéndome la puerta del granero, dejando la lona en medio de este,
señalando la motocicleta.
—¡Vaya!... sí que quedó en mal estado —alegó ella, respondiéndole
apremiante.
—Pues sí… pero tengo mis habilidades, ¿eh? —Ella
asintió, dándole crédito a mis propias palabras, acariciando el tanque de
gasolina, donde aún se encontraba la calcomanía de lobo. Volteé el rostro,
ignorando aquello, agachándome para revisar las piezas que Bella y yo habíamos
encontrado en el deshuesadero.
—Recuerdo que una vez nos comentaste a Ángela y a mí
que esa calcomanía de lobo te la había regalado Emmett Cullen, ¿no es así? —Asentí
sin dejar de revisar las piezas, tornando el rostro serio— ¿Por qué crees que
los Cullen se fueron de esa manera?
No pude creer que justo ella hiciera la pregunta del
millón de dólares, encogiéndome de hombros, levantándome para buscar la caja de
herramientas.
—Ustedes eran muy amigos, ¿no? —preguntó ella, haciéndome
golpear bruscamente la pieza que tenía en la mano en contra de la caja de
herramientas, volteándome para mirarle con desdén.
—¿Te puedo pedir un favor? —Ella me observó por demás
asustada ante mi repentino ataque de rabia, asintiendo a mi pregunta,
introduciendo sus manos dentro de la chaqueta que traía— No me hables de los
Cullen, te lo voy a agradecer.
Ella asintió, volteando el rostro completamente apenada,
comenzando a sentirme mal, dejando todo en la mesa, acercándome a ella,
tomándole por el brazo, volteándola para que me viera.
—Lo siento… no quise gritarte… es solo que me incomoda
el tema. —Ella me sonrió, dándome un puñetazo en el estómago de manera
juguetona, siendo ella la que se quejara de dolor.
—Woow… en serio, Jake, debes dejar los anabólicos, son
malos para la salud. —Solté una carcajada, espelucándole el cabello.
—Loca. —Por un momento recordé que solo a Alice la
llamaba de aquel modo y mi rostro volvió a tornar serio.
—¿Te encuentras bien? —No respondí y simplemente me
volteé para tomar la pieza que había dejado sobre la caja, sintiendo
humedecérseme los ojos… suspirando varias veces, intentando controlar todo
aquel dolor que amenazaba con salir.
—Jake… lamento si dije algo que te molestara. —Intenté
mantener mi careta, sonriéndole, mientras negaba con la cabeza
—No pasa nada, Bella… todo bien —Le espeluqué el
cabello nuevamente, caminando hacia la motocicleta—. Manos a la obra, pequeña.
Ella me miró de malas, alegando que era mayor que yo y
un montón de tonterías sobre la edad. Si bien jamás pensé en llevarme de esa
manera con Bella, aquello me estaba ayudando mucho a sobrellevar todo el mal
humor y el dolor que esta soledad de no tenerle trajo a cuestas.
Pasamos toda la tarde arreglando la motocicleta hasta
que mi padre se acercó al granero e invitó a Bella a quedarse a cenar… aquello me incomodó, ya sabía por
dónde venía su amabilidad, pero no dije nada siendo yo mismo quien le ofreciera
quedarse… a lo que aceptó encantada y entre risas y cuentos sobre los Quileutes,
pasamos una agradable velada los tres, aunque yo por mi parte no dejaba ni por
un segundo de pensar en él.
Extra
Alice trancó el teléfono de mala gana ante el corte que Edward le había dado,
sin dejar que esta terminara su alocución.
—Maldición —espetó la pequeña vampira, sentándose de
mala gana, mientras Jasper se sentó a su lado, tomándole su mano.
—¿Qué sucede? —preguntó Carlisle, donde Alice comenzó
a explicarle, como Edward no quería entrar en razón, mientras Emmett y Rosalie,
observaron el rostro de Esme, completamente descompuesto.
La rubia se acercó a su madre adoptiva, abrazándola
muy fuerte por los hombros, mientras Alice tornó el rostro inexpresivo.
—¿Alice? —preguntó Carlisle, acercándose a ella,
mientras Jasper apretó con fuerza su mano, intentando controlar su estado
catatónico con su don.
—Veo a los Quileutes en un ritual para elevar el alma
de uno de ellos que ha muerto. —Todos se quedaron inmóviles mientras la chica
prosiguió.
—Están todos los amigos de Jacob y hasta el padre de
este que acaricia la urna con una de sus manos y el rostro descompuesto…—Ella
dejó de tener esa postura tensa, observando a Carlisle y a Esme, argumentando
con el rostro casi intangible—… si puedo ver esa visión es porque Jacob no
estaba vivo para ese entonces, es él quien está en esa urna.
Todos se miraron por demás preocupados, pensando lo
mismo… ¿quién demonios se lo diría a Edward?... Haciéndose un silencio perturbador,
donde Alice se levantó violentamente.
—Debo ir a Forks… esto no puede estar pasando… debe
haber una explicación… Amor, llama a la aerolínea mientras arreglo mis cosas. —Jasper
asintió y comenzó a discar mientras Esme se abrazó a Carlisle, el cual no supo
ya de qué modo consolarle ante tanto dolor.
Rosalie observó a Emmett, el cual acotó entre
susurros.
—Si ese chico esta muerto, no volveremos a ver a
Edward, de eso estoy seguro. —Ella no dijo nada, mientras Alice salió de la
habitación con una pequeña maleta y Jasper confirmó que todos los vuelo de
Alaska a Seattle estaban copados hasta mañana en la tarde… Alice se volvió a
desplomar en el sofá, debatiéndose entre irse corriendo hasta Forks o esperar
el vuelo de la tarde.
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