Capítulo 16
La despedida, “Al fin se lo que siento”
A
ojos de Jacob
A la mañana siguiente entré al aparcadero del colegio,
donde llovía como aquel día en el que Edward había salvado la vida de Bella y
la mía en cierto modo, bajando de la motocicleta, observando hacia donde
siempre aparcaban los Cullen, pero ninguno de los autos de la familia se
encontraban en aquel lugar.
—Hola Jacob —saludó Bella sacándome de mis
pensamientos
—Hola Bella —respondí rápidamente, sonriéndole y encaminándome
con ella rumbo hacia la entrada del colegio, donde resbaló, tomándose
rápidamente de mi brazo.
—Madre santa, mujer... deberías tener una camiseta que
diga, “Peligro… chica con dos pies
izquierdos”. —Solté una carcajada mientras ella me golpeó el hombro, riendo
al igual que yo lo hacía.
—Eres malo, Jake —alegó la chica, mientras seguíamos
caminando, agarrada de mi brazo, contemplando como Ángela le fulminó con la
mirada, observando cómo Bella me mantuvo aferrado.
—Hola chicas —saludó ella a Ángela y luego a Jessica, soltándome
del brazo, mientras ambas chicas le saludaban, una de mala manera y la otra
como si le importara en lo más mínimo su existencia.
—Bueno… espero que desde aquí puedas caminar sola. —Le
guiñé un ojo a la chica, quien sonrió como tonta colegiala, mientras Jessica siguió
maquillándose y Ángela le volteó los ojos de mala gana a Bella.
Comencé a caminar rumbo a mi clase de biología,
saludando a todos mis hermanos Quileutes y a alguno que otro amigo del colegio
y compañeros de equipo, entrando al salón, acomodando todo en mi asiento después
de sentarme, observando como el profesor comenzó la clase sin esperar a que
nadie más llegara.
“Qué raro… ¿dónde estarán?”, pensé,
percibiendo como alguien se sentó de golpe a mi lado.
—¿Te molesta que me siente acá? —me preguntó una
jovencita, acomodándose en el asiento que le correspondía a Edward, asintiéndole
sin negarme.
—Aaamm… sí, claro, siéntate. —Ella me sonrió y yo a
ella, intentando prestarle atención a la clase.
Las horas fueron pasando, y al culminar la clase, tomé
mis cosas rápidamente, saliendo antes que los demás del salón, bajando las
escaleras, saliendo del colegio, observando el aparcadero, justo donde debían
estar los autos de los Cullen, pero no había nada en aquel lugar, comenzando a
sentirme algo perturbado y asustado al mismo tiempo.
Era un día perfecto para los Cullen… ¿Por qué no
estaban?... Tomé mi teléfono, llamando a Edward, repicando un par de veces, dejándose
escuchar la voz del vampiro.
—Hola —saludó Edward por demás cortante.
—¿Se puede saber por qué no vinieron a clases hoy?...
¿Sucede algo?
—Te espero en el claro. —Y justo en lo que pensé
responderle, él trancó la llamada, quedándome inerte por unos segundos,
pensando en aquel tono de voz suya, tan diferente, tan distante, tan seca, percibiendo
una punzada en el pecho, lo cual me hizo volver en sí, comenzando a caminar
rumbo hacia mi motocicleta, escuchando a mis hermanos Quileutes llamándome,
ignorándoles mientras me ponía el casco, arrancando la motocicleta, girándola
bruscamente, saliendo del aparcadero a gran velocidad.
Volaba por aquel pavimento de asfalto mojado a gran
velocidad, recordando la llamada y el tono en el que había dicho aquellas
cortas palabras.
“Algo anda mal… él no es así”, me dije una y otra vez, adentrándome al
bosque, intentando pasar por entre los árboles sin estrellarme, divisando a
Edward, antes de llegar al claro, vestido por demás elegante, como si se dispusiera
a ir a algún lugar público y de mucha clase.
Me detuve bruscamente, y bajando de la motocicleta, le
sonreí ampliamente, pero él simplemente me miró por demás serio y frío, dejando
el casco en la motocicleta, acercándome a él, tratando de sonar lo más divertido.
—Vaya… Qué elegante… ¿dónde es el funeral?
Él sonrió con desgano bajando la cabeza, caminando
hacia mí, posando su mano derecha sobre mi hombro izquierdo, notificándome sin
rodeos.
—Jacob, nos vamos. —Me quedé observándole por un largo
tiempo, asimilando sus palabras, preguntándole rápidamente.
—¿Nos vamos? —Él negó con la cabeza, explicándose
mejor.
—Mi familia y yo nos vamos —Comencé a sentir una aguda
punzada, la cual caló en mi pecho poco a poco—. De hecho… ya todos se han ido…
solo quedo yo y debía despedirme de ti.
Mis piernas se encontraban tiesas, sin dejar de pensar
en que tendría que volver a ser aquel chico que ocultaba su verdadero yo tras
una careta de adolescente común, alegando mientras intentaba hablar normal.
—Si es por lo que sucedió con Jasper y Bella… —Pero él
negó con la cabeza, interrumpiéndome rápidamente.
—No es solo eso, Jake. —Edward bajó la mano y comenzó
a apartarse de mí, sintiendo la necesidad de caminar hacia él, pero mis piernas
siguieron sin responderme.
—No quiero que sufras a sabiendas de que tus hermanos
Quileutes tendrán que ser lobos como tú… No quiero ser el culpable de que tomes
esa dura decisión. —La cabeza me comenzó a dar vueltas mientras decía.
—Pero esa no es tu responsabilidad. —Las piernas al
fin me respondieron, caminando dos pasos hacia él.
—Sí… Sé que es tuya esa responsabilidad… y siento que
eso te hace infeliz… si nosotros nos quedamos… y Victoria sigue con su afán, de
seguro tendrás que hacer lo que no deseas… y no quiero hacerte infeliz, Jacob.
Edward se giró para apartarse aún más de mí, acercándome
rápidamente a él. Le tomé del brazo, haciéndole voltear a verme, enfocándose
primero en mi mano sobre su antebrazo y luego a mi rostro.
—Jacob… —Pero yo le interrumpí, por demás molesto.
—Es la excusa más estúpida que he oído… dime la
verdad… ¿Pasa algo más?... dime que ocultas. —Edward se soltó de mi agarre,
posándose enfrente de mí, y abrazándome muy fuerte contra su pecho, me susurró
al oído.
—Te amo, Jacob Black… pero este amor es imposible… lo
siento. —Sentí un fugaz beso sobre mis sienes, percibiendo como el corazón me
latía de un modo desbocado, mientras mis piernas nuevamente se paralizaron y
mis manos sudaban como un vaso de agua helada.
Se separó de mí, y sin voltear a verme, salió
corriendo a gran velocidad, sin esperar a que mi cuerpo y mi mente
reaccionaran.
“Qué idiota has sido, Jacob
Black… ¿no te habías dando cuenta?”, me pregunté a mí mismo internamente, mientras una
lágrima corrió por mi mejilla hasta llegar a mi mentón, y al momento, otra le
acompañó del otro lado de mi rostro, uniéndose en mi barbilla, cayendo al suelo
arrodillado, apretando fuertemente mis manos en un puño, el cual tembló apoyado
sobre mis piernas.
Diversos recuerdos llegaron a mí como flashes mentales
que me torturaban, golpeándome con fuerza en el pecho.
“El día en que nos dijimos la
verdad de lo que realmente éramos, la manera en la que me miraba estando
desnudo delante de él… esa frase: -Tienes un efluvio poco usual Jacob Black… me
haces desearte.
Su mirada, la manera en la
que se alegraba al verme… Aquel afán de protegerme… su obsequio… el velar mi
sueño… su canción… y por último, aquella tarde justo acá en el claro donde su
mente me mostró lo que él había visto mientras yo dormía, llamándole entre
sueños.”
“¿Inconscientemente sentía
algo por él?”.
Comencé a ver hacia todos lados, levantándome
rápidamente del suelo, tomando mi motocicleta, y arrojando el casco hacia un
lado, arranqué el vehículo conduciendo hacia la casa de los Cullen, sintiendo
como el viento secaba mis lágrimas, intentando recomponerme y ser lo más normal
y fuerte posible. Llegué a la casa en cuestión de minutos, arrojando la
motocicleta a un lado, entrando rápidamente en el inmobiliario, subiendo las
escaleras, buscándole por todos lados.
—Edward… Edward… —grité por todo el lugar, entrando a su
habitación… pero allí no había nada.
—Carlisle… Esme… —solté en voz alta, entrando al
despacho del doctor, pero solo la soledad se hallaba presente en aquel lugar.
Bajé las escaleras, mientras una nueva oleada de
lágrimas irrumpió mi visión, entrando en la cocina, gritando por demás
histérico.
—Alice… Jasper… —Pero no había nada en aquel lugar, saliendo
por la puerta trasera rumbo hacia el garaje, pulsando el botón para que esta se
abriera.
—Emmett… Rosalie… —solté sin tan siquiera ponerme a pensar
que aquella última en vez de estar molesta, estaría feliz de no estar allí
observándome llorar como un completo idiota.
Ni los autos se encontraban en aquel lugar, tan solo
un enorme espacio vacío adornaba aquel amplio lugar, sintiéndome justo como aquel
garaje, vacío y solo.
Corrí hacia la motocicleta, intentando encenderla, pero
un arrebato de rabia y desasosiego irrumpió en mi fingida calma, pateando con
fuerzas, pegándola en contra de uno de los árboles, comenzando a correr por el
bosque, entrando en fase al instante, rompiendo toda mi ropa y sintiendo como
la tierra se enterraba entre mis garras.
Corrí y corrí sin rumbo fijo, solo el dolor en mi
pecho me acompañó, haciéndome correr cada vez más y más lejos, como si quisiera
dejarlo atrás, pero este iba conmigo completamente arraigado en mi piel, mi
cuerpo, alma y corazón.
Un leopardo que justo pasaba por allí, pretendió
atacarme, pero yo con tanta rabia y odio a cuestas, clavé mis dientes en aquel
fiero animal, destrozándole la yugular y arrojándolo con fuerzas en contra de
un árbol, escuchando como sus huesos rotos sonaban, contemplando como el animal
quedó tirado en el suelo ya sin vida.
Comencé a correr nuevamente, gritando su nombre en mi
mente, una y otra vez, sin obtener respuesta alguna de su parte.
“¿Por qué… por qué no lo
viste antes, Jacob?… maldito idiota”, me reproché mil veces, recordando cada momento a su
lado, subiendo a un enorme risco, comenzando a aullar y a aullar con tanto
dolor a cuestas que sentí, que mi alma dejaría mi cuerpo, percibiendo como ya
mis fuerzas me abandonaban, sin poder contener mas mi cuerpo erguido, me arrojé
al suelo sobre un cúmulo de hojas secas, y entre sollozos y aullidos, me fui
quedando dormido.
~°~°~°~~°~°~°~ horas después ~°~°~°~~°~°~°~
Desperté ante el sonido de la noche, entre el ulular
de las lechuzas y el cantar de los grillos y ranacos, sin querer abrir los ojos,
deseando que todo hubiese sido un mal sueño, pero no era así. Suspiré y el
dolor en mi pecho volvió a socavar muy hondo, quemándome como el mismísimo
infierno.
Me levanté, como pude y comencé a caminar con la
cabeza agacha, observando mis patas delanteras, volviendo a reprocharme lo
idiota que había sido, un completo ciego, un niño estúpido, el cual creyó tener
el mundo en sus manos y resultó que el mundo ahora poseía un olor nauseabundo y
que ya no valía la pena sin Edward dentro de él, de su mundo… el cual se
encontraba ahora tan vacío.
Lo único que no se había desprendido al momento de
entrar en fase era la cadena con el pequeño lobo que él me había obsequiado y
que ahora se encontraba en mi cuello lobezno, casi ahogándome.
Suspiré y comencé a correr rumbo hacia donde había
dejado la motocicleta, sin deseo alguno de observar hacia la casa, saliendo rápidamente
de fase, sacando de la paletera un jean, colocándomelo con desgano, observando
cómo había quedado la motocicleta que anteriormente ellos habían dejado en
perfecto estado.
—Todo esto es tu culpa —le espeté a Edward como si
este estuviese en la casa— ¿Me oyes, imbécil? —grité hacia la casa, la cual se
encontraba a oscuras— Es tu culpa por no decírmelo antes. —Comencé a tomar unas
enormes piedras del suelo, arrojarlas contra las paredes de cristal de aquella
casa.
—Esto es por ser tan buen amigo y luego dejarme solo —Lancé
una bastante grande, rompiendo uno de los cristales en mil pedazos—. Y esta por
decirme que me amas justo cuando te piensas ir, ¡maldito bastardo! —Lancé otra,
la cual pegó en uno de los ventanales de la segunda planta, destrozándolo por
completo.
—Y esta... —solté, arrojando una piedra casi sin ganas
comenzando a llorar nuevamente, cayendo de rodilla al suelo, golpeándome los
muslos de pura rabia contenida, desplomándome de medio lado, haciéndome un
mohín en el suelo, sintiéndome el ser más miserable del planeta.
“Tuviste al ser más
maravilloso del mundo enamorado de ti todo este tiempo y no te diste cuenta”.
Apreté el pequeño lobito de madera entre mis manos,
sintiendo el frío del cristal en forma de corazón.
—¿Cómo no te diste cuenta, Jacob? —me recriminé entre
sollozos, pasando mi pulgar por el pequeño corazoncito de cristal.
—Un corazón de hielo… eso era lo que quería decirme…
su corazón frío se había enamorado de este imbécil y ciego chico lobo. —Me
estiré en el suelo, observando al cielo, sin dejar de acariciar el pequeño
lobito y su corazón de cristal contemplando que era una de las pocas noches con
estrellas en Forks.
Me quedé así por un largo rato hasta que las lágrimas
se detuvieron, levantándome para incorporar la motocicleta, observando que la
cadena se le había desprendido y unas cuantas piezas se había roto ante el
golpe.
Suspiré
saboreando el dolor que volvió a arder en mi pecho y empujando la motocicleta,
comenzando a caminar rumbo a la reservación, dándole la espalda a la casa de
los Cullen, donde había tenido momentos inolvidables, y donde sin duda alguna, había
pasado los días más felices de mi existencia, comprendiendo que aquellos no se
repetirían nunca más, y que de ahora en adelante debía volver a retomar aquella
careta de chico normal, la cual ahora no solo cubría mi rostro de chico lobo…
sino también ocultaba el amor que sentía hacia un vampiro y hombre, una careta
que sin duda pesaba más que la primera.
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