Capítulo 14
El resto del día sin ti
A
ojos de Edward
No quería regresar a mi casa… después del altercado
con el padre de Jacob, decidí pasear un rato en el Volvo, recordando el momento
en el prado. Aún no podía creerlo… Jacob se había quedado dormido y soñaba con
todo lo que había sucedido los dos días anteriores; era grato ver lo que él
soñaba, cómo me miraba en los momentos de controversia, dándose cuenta de lo
que yo trataba de ocultarle, ya que al parecer, se me había escapado entre mis
pensamientos.
La música clásica del mp4 sonó, mientras en mi mente reapareció
aquel pensamiento de Jacob, donde un montón de caras encapuchadas transitaban
una plaza de Italia, era extraño, ya que no creía que el chico hubiese estado
alguna vez en aquel país y mucho menos en la plaza San Marcos de Volterra.
Dejé de pensar en aquello, recordando el momento en el
que despertaba, y estirándose en la hierba floreada, me soltó mentalmente que debíamos
volver a nuestras casas, asintiendo con todo el dolor de mi alma, “si era que poseía una”, dejándolo ir,
no sin antes decirle que ya sabía que en dos días sería su cumpleaños y que Alice
lo sabía.
Eso lo hizo reír y negar con la cabeza, corriendo
rumbo a su casa, perdiéndose de mi vista, y por consiguiente de mi mente, soltando
al fin el “te amo” mental que tuve
muy guardado y el cual intentaba ocultar.
Me encontraba en Port Angel´s, intentando distraerme
un poco, a pesar de lo que Victoria pudiese estar haciendo o no en Seattle, limitándome
simplemente a enrumbarme hacia una pequeña tienda, estacionando el Volvo, entré
al pequeño lugar.
Era una tienda esotérica o algo así y la mujer que lo
atendía era una india, la cual me miró, sonriéndome mientras me decía muy
amablemente.
—¿Buscabas algo en especial? —Negué con la cabeza, leyendo
en su mente que de seguro buscaba algo para el amor y la prosperidad, apretando
los labios para no reír, respondiéndole amablemente.
—Nada en especial… solo observé el cartel con el
símbolo de los Quileutes en la entrada y estoy realizando un trabajo para el
colegio sobre ellos.
Mentí en lo del trabajo escolar pero no en el deseo de
saber sobre ellos, observando como la mujer sonrió, asintiéndome mientras
preguntaba qué deseaba saber.
—Quería saber si los Quileutes al ser mayores de edad…
Mmm… pues… tienden a tener o hacer algún ritual o algo así. —Ella asintió sin dejar
de llenar unas pequeñas bolsas de plástico con semillas.
—Pues muchos indios acostumbraban a llevar de cacería
a sus hijos cuando entran a la pubertad y otros cuando se comienzan a ser
adultos. —Una imagen de Jacob y de mí cazando vino a mi mente.
“No sería mala idea”, pensé, acercándome a ella, observando todo
lo que había en el mostrador de la tienda, contemplando un collar de cuero
negro con un pequeño lobo tallado en madera, lo tomé entre mis manos,
observando los detalles de aquella pieza, recordando a Jacob.
—Se dice que los Quileutes descienden de los lobos —soltó
la mujer, observando en lo que yo enfocaba la mirada, imaginando como se
pondría ella al ver a Jacob transformarse en uno, y darse cuenta de que aquello
era más que una simple leyenda.
—Eso he oído —respondí rápidamente, percatándome que
el collar, en efecto, era algo muy bien elaborado y que aquel lobito en
miniatura que contemplaron mis ojos, era sencillamente perfecto.
—Quiero este —le solté a la vendedora, posando el
collar delante de ella.
La mujer lo colocó en una pequeña bolsa de papel,
dándome el precio a pagar. Coloqué un billete en el mostrador, y tomando la
bolsa, le informé muy amablemente.
—Quédese con el cambio. —Ella asintió agradeciéndome la
compra, y saliendo de allí, contemplé a Alice, quien se encontraba recostada de
auto.
—Qué extraño… no te sentí llegar. —Ella sonrió, respondiéndome
apremiante.
—Es porque cuando andas pensando en él, nada más
importa para ti. —La vergüenza volvió a invadir mi rostro, entrando al auto rápidamente,
mientras ella hizo lo mismo del otro lado del vehículo, mostrándome una visión
donde yo poseía una pulsera de cuero con un pequeño lobo igual al que había
comprado, encendiendo el vehículo mientras decía.
—Él te regalará uno igual. —Rodé los ojos, reprochándole
de mala gana.
—Pues gracias por dañar la sorpresa Alice. —Ella
sonrió, enrumbando el auto de vuelta a la casa.
A
ojos de Jacob
Observé el techo de mi habitación, contando las canaletas
del asbesto que me servía de techo, recordando la tarde que había pasado al
lado del que ahora consideraba mi mejor amigo.
Podía escuchar como la silla de ruedas rodaba y rodaba
por toda la casa, como si deseara que yo saliera de la habitación para comenzar
su estúpida discusión sobre lo que eran o no los Cullen.
Me levanté y salí de la pequeña recamara descalzo,
sintiendo el frió del suelo en mis pies, entrando en la cocina. Tomé un vaso, y
al encaminarme al refrigerador, escuché que la silla de rueda se acercó
sigilosamente a la puerta, sirviéndome el agua.
—¿Jacob? —dijo mi padre, mientras tomaba medio vaso de
agua, retomando mi respiración, soltándole irónicamente.
—Sí, así es… ese es mi nombre… ¿qué sucede? —Me senté
en una de las sillas del pequeño comedor que había en la cocina, mientras mi
padre entraba al lugar, observándome fijamente.
—¿Puedo preguntar por qué la mala actitud conmigo? —Comencé
a jugar con el vaso, dándole vueltas hasta que le solté, observándole a la
cara.
—Nada de lo que digan va a hacer que cambie mi amistad
con los Cullen. —Mi padre me miró por un buen rato para luego alegar casi sin
querer decir aquello.
—Debo admitir que jamás he tenido problemas con el
Doctor Cullen… incluso es muy buen amigo de mi mejor amigo Charlie, pero aun
así no me deja de perturbar que andes con ellos.
—Pues quédate tranquilo, que a diferencia de lo que tú
piensas ellos, más bien me protegen demasiado —le respondí a mi padre, el cual
movió su silla hacia el otro lado de la cocina.
—Jacob… esa maldición que posees de ser lobo es a
causa de ellos. —Bufé por la nariz.
—¿Ahora sí es una maldición? —le espeté levantándome
de la silla, caminado hacia la sala, escuchando como me seguía.
—Pues es por ellos que nos transformarnos en lobos…
para cuidar a la reserva y a nuestras familias de esos bebedores de sangre. —Me
arrojé de mala gana sobre el sofá.
—Entonces me imagino que debemos estar poblando todo
el planeta, porque los Cullen no son los únicos, ¿sabías? —Él asintió.
—Por supuesto que lo sé… pero en estas tierras
mandamos nosotros y somos los guardianes de Forks.
—¿Somos, o soy? —pregunté rápidamente, a lo que él
respondió.
—Somos, Jacob —Volteé a ver a mi padre alzando una
ceja—. Explícate, Billy. —A lo que él respondió.
—Los Black no somos los únicos, los Uley, los
Clearwater y posiblemente los Ateara también tengan ese don o maldición o como
le quieras llamar. —El rostro se me trasformaba progresivamente, sintiéndome
aterrado.
—¿Cómo? —pregunté levantándome del sofá, colocándome
frente a mi padre, el cual comenzó a explicarme.
—Sam, Quil, y Seth también pueden llegar a
transformarse, Jacob… y a lo mejor hasta Embry, aunque él es de los Call por
parte de madre y no sabemos quién era su padre y los Call son una de las
familias más alejadas de la tribu Quileutes.
El rostro se me descompuso, cayendo de rodillas sobre el
suelo, pensando en Leah y lo feliz que se encontraba ante el compromiso con Sam
y lo que esto podía producir en esa relación.
—¿Y me lo dices justo a hora?
Billy comenzó a mover la silla de ruedas, acercándose
más a mí, acariciándome el cabello y tomándome del mentón para levantar mi
rostro, diciéndome en un tono de padre cariñoso.
—Jacob, lo siento mucho… no quería decirte esto porque
pensé que no habría que hacerlo.
—¿Hacer qué? —pregunté rápidamente, a lo que él
respondió recostándose en la silla de ruedas.
—Despertar sus genes lobeznos. —Volví a sentirme
enfermo ante aquello.
—¡Jacob!... está en ti esa tarea… es decir, solo tú
decides si deseas o no despertar sus genes de lobo para que sean parte de tu
manada de guardianes de la reservación.
Una película se proyectó muy lentamente en mi cabeza,
cada momento grato con mis hermanos y hermanas Quileutes en el colegio y en la
playa, las risas todo eso iba a desaparecer si les robaba su libertad como
seres humanos comunes y corrientes.
Me levanté del suelo, negando con la cabeza, respondiéndole
a mi padre.
—No voy a hacerles eso a mis hermanos Quileutes, ¿cómo
puedes pedirme algo así justo ahora? —Mi padre se acercó, haciéndome retroceder,
comenzando a caminar hasta mi habitación.
—Jacob, lo siento mucho, hijo, pero no es mi culpa… es
culpa de esos malditos chupa sangre.
—No vuelvas a culparlos de esto… no fueron ellos lo
que nos dieron esta maldición… fueron nuestros ancestros y sus malditos
rituales de espiritismo y brujería pagana. Aléjate de mí, Billy, déjame “solo”.
Lancé la puerta de mi habitación, y pasándole el
cerrojo, me arrojé sobre la cama, golpeando el colchón y maldiciendo por todo
aquello que estaba sucediendo, mientras mis ojos comenzaron a llenarse de
lágrimas.
A
ojos de Edward
Me encontraba en mi habitación recostado de la cama
que Alice había comprado justo esa tarde, era el regalo que me tenía, alegando
que así podría cuidar a Jacob de una manera más cómoda, la próxima vez que el
chico desease quedarse a dormir en la casa.
Contemplaba el pequeño lobo tallado en madera, alzando
el collar enfrente de mí, observando como la figurita giraba colgado del trozo
de cuero, levantándome rápidamente, comenzando a buscar entre las alhajas que
me había heredado mi madre biológica, encontrando una cadena de oro, sacándola
del pequeño alhajero, limpiándola para posarla en la cama, sacando el pequeño
lobo de madera del collar de cuero para colocárselo a la cadena de oro.
Contemplé como se veía y el pequeño lobo parecía insignificante
delante de la lujosa prenda, suspirando mientras volvía a rebuscar entre las
cosas de mi madre ya muerta, observando un pequeño diamante en forma de
corazón.
—Perfecto.
Busqué una pequeña navaja y comencé a hacerle un
pequeño agujero al costado del diminuto animal de madera en forma de corazón,
le coloqué solución adherente y posé el pequeño diamante en el orificio.
Fui hasta la cocina y busqué entre las cosas de
limpieza, encontrando una solución para pulir madera, y rociando la figurita
con el liquido, pasé con cuidado pero velozmente un pedazo de tela para pulir y
en segundos la pequeña pieza de madera ya no estaba en tallado bruto, sino que
parecía una elegante pieza de orfebrería, sonreí ante lo bien que había quedado,
y volviendo a mi habitación, donde Alice se encontraba sentada al borde de la
cama la escuche decir.
—Le fascinará tu regalo.
Rodé los ojos, y sentándome en la cama, comencé a
colocar el pequeño lobito de madera con el corazón de diamante en la cadena de
oro nuevamente, observando como al fin encajaba a la perfección.
—Quedó hermoso, Edward —dijo ella, abrazándome por
detrás y dándome un beso.
—Gracias —le respondí, observando como ella salió
rápidamente de mi habitación, volviendo con una pequeña caja de regalos.
Agradecí nuevamente su intromisión, acomodando
rápidamente el lobo en la almohadilla de la caja de regalos.
—Ya todos compraron sus regalos —alegó mi hermana,
alzando el rostro, arqueándole una ceja, deseando soltar alguna ironía tipo
Jacob al saber que Alice había ido con el chisme del cercano cumpleaños del
chico, percibiendo nuevamente aquel duro golpe en el pecho como si algo me
doliera.
“Jacob”, pensé, dejando la cajita en la cama
mientras Alice preguntaba qué sucedía, al ver mi rostro afligido.
—No sé… siento que le pasa algo. —Comencé a caminar
como león enjaulado pensando la manera de llegar a él, a sabiendas de que no
podía entrar a la reservación.
A
ojos de Jacob
Después de llorar largo rato, me escapé por la ventana
de mi habitación, caminando uno cuantos metros, alejándome de la casa, tratando
de no pensar en todo lo que Billy me había dicho hacía tan solo unas horas
atrás.
Me senté en el tronco caído de un árbol, el cual se
encontraba pegado a otro erguido bastante grande, contemplando un pequeño trozo
de madera, partiéndolo para hacerlo más pequeño aún, tomando mi navaja de
bolsillo, comenzando a tallar en el pedazo de madera.
“¿Qué es esto… una maldición
o un don?”, repetí una y
otra vez en mi mente, tallando sin ningún motivo especifico en mi cabeza.
Recordé de nuevo la tarde con Edward en el prado,
comenzando a sentir una punzada en el estómago, intentando no darle importancia
a aquello y simplemente seguí tallando, girando y girando el pedazo de manera
entre mis manos, encajando la navaja dándole forma.
Mi mente divagaba entre tantas cosas a la vez, por una
media hora aproximadamente me torturé con un montón de pensamientos sobre mis
hermanos, imaginándome cuando se enterarse de todo.
Cuando terminé de tallar el pequeño trozo de madera, este
se había transformado en un diminuto lobo que le aullaba a la luna.
En la panza del pequeño lobo escribí mi nombre,
sacudiéndome todo el aserrín que había soltado la tallada, levantándome rumbo a
mi habitación, nuevamente.
Entré de nuevo por la ventana, buscando entre mis
cosas, encontrando un trozo de cuero, picándole en tres pedazos, dándole color
con un líquido especial para pulir cuero, creando tres tonalidades diferentes
de marrón.
Comencé a entrelazarlos entre sí, recordando a mi
madre, la cual era la que me había enseñado todo aquello, terminando el trenzado,
haciéndole el respectivo nudo con varias tiras de cuero que quedaron colgando
para el amarre de la pulsera que estaba elaborando.
Me levanté, y tomando una pequeña cajita de madera, rebusqué
dentro de la misma, encontrando un pequeño dije de una media luna en plata con
una diminuta estrella en la punta de la parte baja del dije, trabajada en
piedra de azabache.
Enganché con una pinza el aro del dije a la pulsera de
cuero, y colocándole un pequeño tornillo al lobo de madera en el lomo, lo uní a
la pulsera al lado de la media luna, como si el pequeño lobo le aullara a esta.
Pulí el cuero dándole mayor brillo, sonriendo por demás
complacido al ver mi obra de arte culminada, cuando justo en ese momento el
celular comenzó a vibrar en la mesa de noche, tomando el aparato, observando la
pantalla, la cual me mostró un número sin nombre. Pulsando el botón verde,
atendí la llamada de manera recelosa.
—¿Diga? —Al momento la voz de Edward se dejó escuchar
del otro lado de la línea algo angustiado.
—¿Te sucede algo?... ¿Estás bien?... ¿pasa algo que te
esté incomodando? —Sonreí, recostándome en la cama, mientras respondía con una
pregunta.
—¿Cómo tienes mi número telefónico? —Un silencio se
hizo presente y luego respondió en tono bajo.
—Lo robé de tu celular. —Intenté no reírme y sonar algo
molesto.
—Pues podría ponerte preso, ¿sabes? —Escuché como rió,
soltando mis ahogadas risas sin poder aguatármelas— Estoy bien, men… nada que
no se pueda arreglar. —Era extraño pero su voz lograba calmarme y me hacía
olvidar la punzada de dolor que había sentido ante tanta responsabilidad, como
el futuro líder de una manada de lobos guardianes del que yo no quería ser
partícipe.
—Pasó algo —acoté al ver que no decía nada—. Pero te
contaré el lunes en el colegio, ¿vale? —Él respondió rápidamente, recordando
que había dejado de nuevo la motocicleta en su casa.
—El día de tu cumpleaños. —Bufé ante la idea de
cumplir dieciocho, a lo que respondí a manera de broma.
—El día en que nació este malas pulgas, gran
acontecimiento, ¿no? —Edward rió nuevamente, alzando la pulsera que le pensaba
obsequiar ese mismo día, recordando las palabras de mi madre, la cual decía que
era más satisfactorio dar que recibir.
Del
otro lado de la línea, y sin yo percatarme de aquello, Edward alzaba de la
misma manera que yo alzaba la pulsera, lo que sería mi regalo de cumpleaños,
ambos recostados en nuestras camas, pensando en las posibles reacciones del
otro ante el obsequio que nos teníamos cada uno en secreto.
Ay por Dios! esta interactuando de forma más intima sin que se percaten de ello, que romantico el que se regalen literalmente lo mismo. No creí que el resto de chicos de la reserva se fueran a transformar también, la verdad con lo que has avanzado de la historia ya lo había descartado. Pero igual es genial, de entre los lobos siempre me ha gustado Seth, así que bueno espero verlo pronto...
ResponderEliminarNo sé por que, pero no puedo evitar pensar en lo incomodo que será el estar hablando el la casa Cullen...Todos escuchan todo! (risa) ahí no se escapa nadie! Ya casi es el día del cumpleaños! ese día será memorable,lo sé algo super pasará. Gracias por escribir, me encanta la historia.
PD: mi personaje favorito de entre todo ese montón, fue el sexy cara de sufrido :P Jasper me parece fantástico e intrigante.Claro que Emmett es irrechazable!!. Siempre pensé en Jacob con Edward en los libros,así que... me gustan juntos :D -By Mahô
Yo también adoro a Jasper... Gracias a vos por comentar.
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